Hora de resguardarse en casa
Las alertas están emitidas y los ejemplos están a la vista. Hay que resguardarse en casa, para protegerse, y para proteger a los demás. Hora de solidaridad, entereza y trabajo.
En tiempos de incertidumbre hay que mover la atención hacia la sensatez, representada en aquellas personas expertas, proveídas del conocimiento necesario en las causas, el desarrollo, las consecuencias y, sobre todo, en la mejor forma de gestionar las crisis de grandes proporciones.
Hay que tomar medidas sobre la marcha, disponer los medios, sopesar los derechos afectados y aprender del entorno inmediato o remoto donde esa crisis ya haya dejado consecuencias.
Italia y España son los países a los cuales hay que dirigir la mirada para saber qué hay que hacer aquí y cómo. Ambas, naciones desarrolladas de la Unión Europea, dotadas de amplias infraestructuras y avanzados sistemas de salud pública. El coronavirus ha atacado a sus poblaciones con virulencia. Más tarde o más temprano, tomaron medidas que fueron escalando hasta decretar el confinamiento de buena parte de sus habitantes. Cada día hay más infectados y, ayer mismo, el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, dijo al país que “lo peor está por venir”.
También Angela Merkel, en el primer discurso televisado - fuera de los tradicionales de Navidad- que dirige a sus conciudadanos, hizo ayer un descarnado recuento de lo que se les viene.
En Colombia hay que tomar nota. El Gobierno Nacional está cumpliendo con lo suyo, y además de decretar la calamidad pública y decretar el estado de emergencia económica y social, ayer precisó -recordó, mejorque en esta República unitaria es el Presidente de la República quien tiene las competencias y facultades constitucionales y legales para impartir las acciones a seguir para la conservación de la salud, el bienestar social y el orden económico, gobernadores y alcaldes tienen que sujetarse a lo dispuesto por el Presidente y sus ministros.
Ya quedan pocas personas que nieguen la gravísima situación con el coronavirus. Hay que atender a quienes sí saben y, como decíamos al principio, mirar a quienes ya están sometidos a lo más crudo de la crisis. Es hora en Colombia, y principalmente en las grandes ciudades y municipios medianos, de disponer la protección de las comunidades, resguardadas en sus casas. Es la mejor forma conocida hasta hoy, junto con la autoprotección, de precaver mayores daños y de evitar un contagio masivo.
Hay servicios y labores que no se pueden interrumpir: los de salud y su cadena de valor, primero que todo, incluyendo las farmacias. Los servicios públicos domiciliarios esenciales, la gestión de residuos, la producción, el abastecimiento, la distribuición, la venta de alimentos y su cadena der valor, y la de los bienes de primera necesidad, la seguridad pública, la información fidedigna (incluyendo aquí la circulación y distribución de la prensa), entre otros.
La familias se enfrentan a un panorama inédito. Y ellas, la sociedad y el Gobierno deben ratificar una escala de valores y bienes a proteger, entre los primeros deben estar -siguiendo a la salud- el empleo, las condiciones mínimas de subsistencia de los más vulnerables (como la población económicamente informal), la atención a los niños y a los mayores. En suma, toda esa gama de factores que moldean y garantizan la paz social.
Las empresas y los generadores de empleo se ven ante la reconfiguración total de sus planes, proyectos y presupuestos. La invitación es a hacer el máximo esfuerzo para la protección del trabajo y de la remuneración de sus empleados. Hay, es evidente, un riesgo cierto de crisis económica, pero antes que eso están la salud y la protección primaria, que es asunto de humanidad: la de las personas como seres irrepetibles y como integrantes de una sociedad que debe dar de nuevo rienda suelta a la solidaridad, la fraternidad, la creatividad y la vivencia de los más altos valores que han permitido hasta hoy su pervivencia