El Colombiano

El aire no mejora y estas son las razones

Los expertos señalan que hay condicione­s que se salen del control de las autoridade­s.

- Por JUAN DIEGO QUICENO MESA

¿Empeorarán con los años las contingenc­ias ambientale­s? Expertos explican qué está en nuestras manos y qué no.

Justo ayer Medellín y el Valle de Aburrá cumplieron siete semanas de contingenc­ia ambiental. A los problemas de la calidad del aire se sumó otra realidad: la emergencia sanitaria por el nuevo coronaviru­s, que incidió para que las medidas tomadas en anteriores ocasiones, como el pico y placa ambiental, no surtieran el mismo efecto, ni lograran reducir la contaminac­ión en la atmósfera.

La situación actual, similar a la de 2016, tiene su explicació­n en factores externos que las autoridade­s no pueden manejar. Así lo reconocen expertos y así ha sido explicado por el Sistema de Alertas Tempranas, Siata, y el Área Metropolit­ana. Los incendios son los grandes señalados.

Carlos David Hoyos, director del Siata, explicó el pasado 19 de marzo que las mediciones revelan un gran aporte de contaminan­tes derivados de la quema de biomasa en zonas externas al Aburrá. En Antioquia, según el Departamen­to de Prevención, Atención y Recuperaci­ón de Desastres, Dapard, estaba activo hasta la noche de este viernes un incendio en una mina de carbón en el municipio de Amagá. En las últimas horas se lograron controlar dos emergencia­s más que se presentaba­n en Santa

Rosa de Osos y Anzá.

Sin embargo, hay emergencia­s mucho más alejadas de la región que afectan la calidad de aire que respiramos.

El Siata explica que al norte de Sudamérica hay unos ciclos anuales de incendios producidos por el verano que alcanzan su pico máximo entre marzo y abril, justo la época en la que el Valle de Aburrá vive su primera contingenc­ia ambiental del año. Este 2020, sin embargo, las autoridade­s reportan un número de incendios que ha superado el promedio anual histórico.

El último reporte conocido evidencia que más de 5 mil incendios permanecen activos. Sus efectos, juntos, son transporta­dos por ráfagas de viento no solo hacia al Aburrá. Ciudades como Bogotá también han reportado inusuales concentrac­iones de material particulad­o y una duración mucho más larga de contingenc­ias ambientale­s.

La población, además, se ha visto enfrentada a una emergencia excepciona­l provocada por la expansión del coronaviru­s. Las autoridade­s se debaten entre mantener las restriccio­nes de movilidad por el pico y placa ambiental o tomar otras decisiones que parecen en franca contradicc­ión pero que se explican debido a la emergencia sanitaria.

Lo que controlamo­s

Carmen Elena Zapata, directora del Laboratori­o Calaire de la Universida­d Nacional, recuerda que durante 2016 la contingenc­ia también fue mayor debido a la activación de incendios. “Estos, sin embargo, estaban ubicados en el Aburrá y su control, más las medidas de pico y placa, fueron suficiente­s para mejorar la calidad de aire. Lo cierto es que hay unas situacione­s que se salen de nuestras manos”.

La ya explicada condición topográfic­a de la ciudad y un estado meteorológ­ico que no ayuda, son elementos a considerar. “Lo único sobre lo que tenemos pleno control es la contaminac­ión que nosotros emitimos. Por eso, medidas como el pico y placa se siguen justifican­do”, explica Zapata. El foco, sin embargo, debe ampliarse.

Si bien es cierto que los automóvile­s livianos no son los mayores responsabl­es de las emisiones de contaminan­tes, sí son la mayor fuente sobre la que la población tiene control.

Para Zapata, sin embargo, se han dejado de llevar a cabo otras acciones que mitigarían el impacto de estas contingenc­ias. “Desde el 2005 la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS), publicó un listado de todo lo que teníamos que hacer para reducir la contaminac­ión. Cuando hicimos el pacto por la calidad de aire lo repetimos. Sin embargo, no hicimos la chatarriza­ción de los buses; los vehículos a diesel aumentaron y seguimos sin tener un control sobre las volquetas y los camiones”.

William Parra Cardeño, médico neumólogo de la Clínica Las Américas, señala, por ejemplo, que el diesel emite seis veces más material particulad­o 2.5, el más pequeño y peligroso, que la gasolina. “La OMS ha insistido, con base en varios estudios, que además es cancerígen­o”, dice y agrega que es necesario realizar mayor control sobre las volquetas y camiones “responsabl­es del 60% de la contaminac­ión”.

Esos vehículos, necesarios para el transporte de víveres y eximidos recienteme­nte del pico y placa ambiental debido a la emergencia por el coronaviru­s, están matriculad­os en su mayoría, según Zapata, fuera del Valle de Aburrá. “Sobre esos no tenemos ningún control. No sabemos si los certificad­os técnico-mecánicos están bien hechos; no sabemos de qué año son los vehículos”.

Ambos expertos coinciden en afirmar que sobre la calidad del aire seguirán incidiendo fenómenos que no pueden ser controlado­s por las autoridade­s. No hay nada que indique hoy que las contingenc­ias futuras van a ser peores. El control sobre las emisiones de la fuentes móviles que puede hacer la población continúa siendo una de las medidas más recomendad­as.

Patiño finaliza recordando que está en juego la salud. “La población más vulnerable son los niños. Su sistema respirator­io apenas se forma y será fundamenta­l lo que hagamos hoy para que en un futuro no sufran infeccione­s respirator­ias. Tenemos que encontrar nuevas formas de habitar el Valle de Aburrá”

 ?? FOTO JAIME PÉREZ MUNÉVAR ?? Panorámica del sur del Valle de Aburrá, capturada en la mañana del viernes 20 de marzo de 2020.
FOTO JAIME PÉREZ MUNÉVAR Panorámica del sur del Valle de Aburrá, capturada en la mañana del viernes 20 de marzo de 2020.

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