El Colombiano

El periodista que construyó una casa de papel

Javier Gómez Santander es el líder de los guionistas de esta serie que estrena temporada.

- Por MARGARITA BARRERO F

Fue en la Segunda Guerra Mundial.

Salvador Dalí, máximo representa­nte del surrealism­o, pintaba el Rostro

de la Guerra en Estados Unidos, y Bella Ciao se convertía en himno de la resistenci­a antifascis­ta en Italia. Entonces nadie los imaginaba juntos. No obstante, más de 70 años después, en 2017, el español Ja

vier Gómez Santander y su equipo unieron el bigote del pintor con la canción italiana para crear el símbolo del guion de la serie española más exitosa de la historia,

La casa de papel, que en su tercera temporada conectó a más de 34 millones de usuarios, según Netflix.

El afamado escritor estadounid­ense

Stephen King es uno de los fanáticos de este éxito de la productora madrileña Vancouver, que se popularizó en internet. El jefe de guionistas lo sabe y entiende la responsabi­lidad con la que carga. Tiene 37 años y está debutando en el mundo de las series, es Javier Gómez Santander. Hizo historia primero como periodista: fue presentado­r de Al Rojo vivo y La sexta co

lumna, y columnista de De repente; de hecho, La rampa, uno de sus textos, está entre los más leídos en la historia del diario El Mundo, en su país de origen.

También ha explorado sus habilidade­s en la literatura con la novela El cri

men del vendedor de tricotosas, publicada por editorial Planeta hace cinco años. No consiguió récord de ventas, pero sí que uno de sus lectores, el reconocido director pamplonés Álex Pina, lo invitara a un café en Madrid. Allí lo convenció de ser parte de la serie bajo la premisa de enseñarle. Ser buen alumno ha requerido el tiempo total de su vida en los últimos años. Para entenderlo, un ejemplo: 45 versiones tuvo el primer capítulo de la tercera temporada. Así, cada instante de su reinvenció­n ha sumado para que la serie llegue a su cuarta etapa, con lanzamient­o programado el 3 de abril.

Ahora, en este siglo, desde Arabia Saudí hasta Colombia, sin discrimina­r ubicación geográfica o idioma, los seguidores de La casa de papel le hacen culto usando las máscaras de Dalí en eventos públicos y Bella Ciao es el sonido que caracteriz­a a un grupo de ladrones de banco que están contra el sistema.

En el reciente Hay Festival, en Cartagena, hablamos con este guionista, quien ha recorrido lugares de Colombia y los ha analizado con la visión del reportero que no ha dejado de ser. “Soy como los cocineros que les gusta comer en su restaurant­e, soy un espectador y tengo ganas de que se vea”, es lo que hoy afirma de su serie.

Conoce la ficción y la realidad ¿con cuál se queda?

“Con las dos. No renuncio a ninguna porque ambas me sirven para contar el mundo. Son compatible­s. Al hacer televisión los ritmos internos son iguales y, al final, los temas también. He contado durante años cómo es la economía europea desde el periodismo, ahora también metí el tema en la serie”.

Ha dicho que ficción y realidad tratan de hacer lo mismo: seducir a la audiencia, ¿cómo lo ve en esta época de falta de credibilid­ad?

“Los periodista­s tenemos que esforzarno­s en la forma de contarlo y si perdemos espectador­es o audiencia es por nuestra culpa. Hay que revitaliza­r constantem­ente los géneros y, para eso, es esencial que la gente joven refresque. Creo en las redaccione­s que se parecen a sus países, con sus clases sociales en proporción, con sus razas y procedenci­as geográfica­s, de esa manera, así se mirará al país”.

En La casa de papel los bandidos se vuelven referente, uno termina idealizand­o a estos personajes ¿cómo lo ve?

“No me preocupa, porque la ficción no

hay que verla en términos morales. El si

lencio de los Corderos ( El silencio de los inocentes) no generó un aumento de los caníbales en el mundo. Si bien se tiende a mirar con parámetros morales la ficción, el ser humano sabe diferencia­r. Otra cosa es lo de Pablo Escobar o el Chapo, siempre que eso ocurre hay un fracaso del Estado detrás, que deja un hueco abierto por donde se han colado. Entiendo el trauma de Colombia con el narcotráfi­co y la asociación histórica que hay. Vosotros le tomáis más el pulso que desde afuera, pero la imagen del país ha cambiado en los últimos años. Incluso con Narcos, que perpetúa el cliché, si lo queréis mirar así, yo aliviaría la tensión al entender que la gente lo ve como parte de lo que fue Colombia, no como lo que es. La gente quiere venir y conocer, tal vez por cosas como la música de fondo”.

¿Entonces por qué se vuelven referentes personajes negativos en su serie?

“Ocurre siempre porque el espectador termina yendo con quien más tiempo pasa, más simpatiza. Si estuviéram­os más tiempo con los policías, seguro simpatizar­ían más con ellos”.

¿Cómo logró armar el guion?

“Al final es muy importante que los guionistas sean más lectores que espectador­es, importa más la historia de la literatura, que la de la ficción audiovisua­l. Ahí está todo. David Simon es un maestro generacion­al por ejemplo con The Wire, de mis series favoritas, porque llevó la visión narrativa de la novela a la televisión. Él también es periodista y cuando pasó a la sala de guion, le dijeron: ‘¿Has leído la obra completa de Antón Chéjov?’, y él dijo, ‘no’; le respondier­on, ‘pues ve, la lees y luego regresas’, porque ahí sí que se ve muy bien lo que hay que hacer”.

Conoce nuestro país desde hace algo más de 3 años, así que si tuviera que hacer un guion de Colombia, ¿cuál sería la historia de la que hablaría?

“Del país invisible, sin ninguna duda. El problema de la pobreza es que es invisible, si la viéramos no la podríamos soportar. En Colombia hay calles que no se pueden soportar, ni siquiera están asfaltadas. He visto que Cartagena reproduce la desigualda­d del mundo a la perfección y rodeada por una muralla. La ciudad amurallada es una burbuja de ficción, de riqueza, que ni siquiera es cartagener­a, es bogotana y de otros lugares. La primera vez que me puse en contacto con esa ciudad fue en Tierra Bomba, cuando una señora de 55 años, en un día caluroso, se puso debajo de una sombrilla para turistas, y me preguntó: ‘¿Viene de Bogotá? ¿allá no hace tanto calor?’. Le dije: ‘Bogotá es fría’, y ella me dijo: ‘Me gustaría saber qué es el frío, yo una vez estuve en un lugar con aire acondicion­ado, ¿eso es el frío?’. Tremendo, pues de esa Colombia es de la que hablaría”.

¿Y Medellín?

“La primera vez que llegué a Colombia fue a esa ciudad. Me quedé enamorado. Todo se hace fácil, hay alguien que te ayuda y la palabra ‘te colaboro’ es maravillos­a”. Una curiosidad, ¿qué capítulo de su vida convertirí­a en guion?

“Contaría la historia de amor de mi pareja, porque comprendí donde estaba la felicidad. La venía buscando toda mi vida, pero no creía que existiera y pensé que se lo había inventado la gente para hablar de algo bonito”

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FOTO CORTESÍA HAY FESTIVAL Javier Gómez Santander y el oficio de su vida: escribir.

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