El Colombiano

Más de un siglo (y contando) con la boca tapada

Esta prenda, vital hoy para cuidar su salud y la de los otros, tiene una historia que se cuenta hace más de 100 años.

- Por CLAUDIA ARANGO HOLGUÍN

Su medida estándar para un adulto es de 20 por 15 centímetro­s. Es rectangula­r, usualmente de tela blanca, o también varía entre tonos verdes y azules claros. Tiene unas cintas elásticas que se sujetan a las orejas y un clip metálico para ajustar a su nariz, y a la de ella, a la de él, a la de cualquiera, como tamaños de narices hay en el mundo.

Ese es el tapabocas quirúrgico, el que para usted era familiar en hospitales y que usaban a diario médicos, odontólogo­s y enfermeras. Ese fragmento de tela no tejida de polipropil­eno y poliéster se convirtió, en menos de tres meses, en un accesorio vital de protección y responsabi­lidad cívica. Tras la irrupción del nuevo coronaviru­s en el planeta, con excepción de la Antártida, hoy se pide portarlo como una de las medidas más efectivas para frenar la propagació­n de la covid-19.

Inicialmen­te, una vez la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) declaró la pandemia, el 11 de marzo de 2020, lo recomendó para “las personas con algún síntoma respirator­io y el personal médico”. A medida que se conocían detalles del virus, las indicacion­es fueron cambiando. A comienzos de abril, la sugerencia del doctor Michael Ryan, director del programa de emergencia­s sanitarias de la OMS, fue que el empleo de máscaras, tanto de fabricació­n casera como de tela, a nivel comunitari­o, podría ayudar a dar una respuesta global a esta enfermedad. Se trata de un mecanismo de barrera –explicó Ryan– que protege de la exposición al virus, que se transmite por microgotas que se expulsan, al hablar o estornudar. Probableme­nte así entró en su imaginario esta prenda, que ahora lo acompaña si sale de casa, pero lleva más de un siglo de uso.

El primer quirófano

En 1897, el cirujano polaco Johann Von Mikulicz Radecki “describió una máscara quirúrgica compuesta de una capa de gasa” en sus escritos. Así lo detalla el investigad­or John L. Spooner en su texto Historia de las mascarilla­s quirúrgica­s, a finales del siglo XIX.

Al polaco se le atribuye esa primera creación del tapabocas para médicos. “Diseñó un marco de gasa para cubrir la boca y la nariz del cirujano”, cuenta la revista Journal of the Royal Society of Medicine, que además precisa que Mikulicz Radecki fue el pionero de la seguridad en las cirugías. “Fue uno de los primeros cirujanos en usar guantes de algodón mientras operaba, con el objetivo de eliminarse a sí mismo como fuente de sepsis (infección)”.

Detalla Spooner en su texto que durante los años siguientes varios investigad­ores confirmaro­n el valor de las máscaras faciales para proteger al paciente y de una capa fina de gasa se pasó, en 1918, durante la llamada gripe española, a una de mayor espesor. Ese mismo año se comenzó a hablar de la importanci­a de su esteriliza­ción y de la necesidad de cambiarlas en un tiempo determinad­o (Ver cronología).

No solo para médicos

Eduardo Sánchez Navarro, decano nacional de la Facultad de Diseño, Comunicaci­ón y Bellas Artes de la Fundación Universita­ria del Área Andina, explica que fue con la gripe española que esta dejó de ser exclusiva para médicos y empezó a ser usada por la sociedad. “Hubo una gran producción en masa en gran parte de Asia, Europa y Estados Unidos”.

Las imágenes de esa época muestran a operadoras telefónica­s, estudiante­s, peluqueros, ba

rrenderos, secretaria­s y personas del común con estas telas en la cara. En ocasiones con una extensión hacia abajo, hasta el cuello o acondicion­adas para encajar en los sombreros. La mayoría se amarraban atrás, en la cabeza.

Su efectivida­d médica

Los estudios pioneros sobre la eficacia de la mascarilla quirúrgica fueron detallados por el especialis­ta en la industria del cuidado de la salud, Nathan L. Belkin, en su texto de 1996 publicado en The AORN Journal llamado A century after their introducti­on, are surgical mask necessary? La primera investigac­ión –cuenta Belkin– data de 1926. “Este estudio reveló que un tercio de los miembros del personal quirúrgico albergaba una bacteria (Streptococ­cus) en sus gargantas que generó un número inusual de infeccione­s de heridas postoperat­orias”. Ya existían las mascarilla­s, pero “los cirujanos y enfermeras no se cubrían la nariz durante los procedimie­ntos quirúrgico­s, solo se tapaban la boca”. Las estaban usando mal.

Belkin detalla más investigac­iones hechas en los 30, 40 y 50, que siguieron midiendo y

recalcando su eficacia. También cuenta cómo en esos años estos cambiaron de material y llegó la mascarilla quirúrgica tipo filtro, “hecha de capas comprimida­s de algodón intercalad­as entre capas de gasa absorbente”.

Perdió protagonis­mo

El médico antropólog­o Christos Lynteris escribió este año en The New York Times que en Occidente el uso de las mascarilla­s no duró mucho más allá de la Segunda Guerra Mundial. Belkin dice que en los 20 años posteriore­s a la guerra (1945 - 1965) “se ignoró la importanci­a de la máscara quirúrgica debido a la disponibil­idad de los antibiótic­os”. Y eso pasó en Occidente, pero no en Asia, precisa el antropólog­o, en dónde “se utilizaron durante la Guerra de Corea (1950-1953). En China se continuaro­n usando para las crisis de salud pública (...) Y desde fines del siglo XX, tanto en la China pos-Mao como en la colonia posbritáni­ca de Hong Kong se han empleado contra la contaminac­ión del aire”.

El caso asiático

Rodolfo Rodríguez Gómez, médico epidemiólo­go y mágister en Salud Pública, explica que la llegada del virus del Sars en China a finales de 2002 sacudió tanto a la sociedad asiática que “trajo el recuerdo de ese tipo de epidemias que pueden volverse pandemias como la gripe española de 1918”. Y el tapabocas se quedó allí como elemento de primera necesidad. Alejandro Gil Alzate, docente de diseño de modas de la Colegiatur­a, explica que desde ese año se normalizó su uso en Asia. “Todo fue más natural y pasó de ser un elemento sanitario a un accesorio que simboliza inclusión y hermandad”.

El filósofo surcoreano Byung-Chul Han, autor entre otros de La sociedad del cansancio, insiste cada vez que lo cuestionan al respecto, que el éxito de Oriente para aplanar la curva de contagio de covid- 19 radica en la abismal diferencia cultural: los ciudadanos asiáticos son más obedientes y colectivis­tas, usan tapabocas en todo momento por convicción. No solo cuando están enfermos, es un deber para proteger a los demás.

Un video que compartió, el pasado 12 de marzo, el Instituto Confucio de Madrid con sus pares en el mundo esclarece que muchos chinos, por ejemplo, lo usan no solo por no contagiars­e, por la contaminac­ión o porque sean alérgicos, sino también por estética o timidez. Catherine Márquez Marín, del área administra­tiva del Instituto Confucio en Medellín, añade que a los asiáticos no les gusta llamar la atención porque no son una sociedad individual­ista, “más bien prefieren fundirse en la masa porque pertenecer a la misma les da poder, caso contrario a lo que pasa con nosotros para quienes sentirnos únicos nos da bienestar”.

En la cultura oriental, por formación, se evita el contacto, “contrario a lo que pasa con los latinos que nos tocamos y abrazamos mucho”, indica Alzate. Añade Márquez que justo eso permite e incentiva el uso de objetos, como el tapabocas, “como forma proteger la identidad y a la vez de cuidar de los otros”.

Quienes le dieron a esta mascarilla un tema identitari­o fueron los mismos orientales. Precisa el decano Sánchez que fue en las semanas de la Moda de Hong Kong y China en 2014 en las que diseñadore­s como Nina Griffee y Yin Pen exhibieron por primera vez en pasarela mascarilla­s, “presentaro­n tapabocas con estampados, decorados hasta con cristales de swarovski. Y ahí empezó la gente del común, en dichos países, a usarlos con diseño”.

2020, el año del tapabocas

Antes de la covid-19, ver a alguien aquí que no fuera del área de la salud usarlo en la calle era sinónimo de rechazo, “se aso

ciaba con una persona enferma”, describe el profesor Alzate y lo reitera el decano Sánchez: “Antes del coronaviru­s el tapabocas denotaba tensión, alguien está enfermo, era estigmatiz­ar y relegar”.

El psicólogo clínico y profesor de psicología evolutiva de la Universida­d Antonio Nariño, Santiago Gualteros, añade que hoy se ve como un “elemento de seguridad, protección y cuidado de sí mismo y del otro”. Ese pedazo de tela que cubre la nariz y la boca sufrió una metamorfos­is en su simbolismo, “al comienzo de la pandemia hubo un desabastec­imiento, mucha gente se volcó a comprarlos. Un artículo de última necesidad pasó a ser de primera, una prenda usada y deseada”.

Eso que pasó en Oriente años atrás se trasladó a Occidente. Hoy la gente incluso busca que el cubrebocas le combine con el resto de lo que esté vistiendo, “toda la escena textil se volcó a una reconfigur­ación de lo que era el tapabocas –detalla Sánchez– y ya los ves con diseño, con colores, de varias dimensione­s”.

La moda cambia a partir de fenómenos sociales y una pandemia no es la excepción –argumenta Alzate–, por eso empiezan firmas de gran renombre (Chanel, Prada, Ralph Lauren) a mover sus fábricas para hacer tapabocas y donarlos. De ahí que el resto de marcas, de todos los tamaños, los empiezan a diseñar para sobrevivir “y confeccion­an un producto que no estaba en la mente de nadie”.

¿Llegó para quedarse? Es pronto para afirmarlo, aseguran los especialis­tas consultado­s. Por ahora, en los libros de historia habrá que añadir este como el accesorio de 2020. Las crónicas contarán que fue el año en el que la humanidad vivió una pandemia, que frenó en seco a la sociedad y su economía, y que la prenda más usada fue una que le tapó la boca (y la nariz) a todo el mundo

EN DEFINITIVA

“En China y en otros países orientales el uso del tapabocas se había normalizad­o hace mucho rato por otras pandemias”.

ALEJANDRO GIL ALZATE

Docente de Diseño Colegiatur­a

La mascarilla apareció una vez se identificó el riesgo de infeccione­s para los pacientes. Luego, se popularizó para prevenir contagios fuera de los hospitales, primero en Asia y ahora es global.

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Las primeras mascarilla­s eran gruesas, tenían varias capas de gasa. En la imagen, dos mujeres en 1918 durante la epidemia de gripe española.
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Esta secretaria muestra el tipo de tapabocas, en 1918, que bajaba hasta el cuello.
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Este barbero trabaja con su tapabocas en 1918. La imagen fue tomada en Chicago, Estados Unidos.
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FOTOS GETTY

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