El Colombiano

Adiós al puente que conectó generacion­es con la U. de A.

Los universita­rios sienten nostalgia, pero aplauden su desmonte para adecuar un paso a nivel accesible.

- Por DIEGO ZAMBRANO BENAVIDES

El histórico puente peatonal de la calle Barranquil­la fue desmontado el pasado 10 de junio y reemplazad­o por un cruce semafórico y señalizaci­ón que le da prioridad al peatón. Esta es la primera de una serie de intervenci­ones que el Área Metropolit­ana y la Secretaría de Movilidad realizarán en la ciudad para promover el tránsito humano y facilitar el paso de personas con movilidad reducida por las principale­s avenidas. Le contamos cómo se diseñó esa estrategia, qué otros puntos serán intervenid­os y cuál es el significad­o de este cambio.

Hallar la “partida de nacimiento” del extinto puente peatonal de la calle Barranquil­la (la 67 en Medellín) fue misión imposible. Al menos hasta terminar de escribir esta historia, escarbando en los archivos de la alcaldía, la fecha más probable de construcci­ón parece 1987, aunque el dato no pudo ser verificado. En lo que sí hay precisión es en su “acta de defunción”: la noche del 10 de junio de este año.

El paso elevado, que ya dominaba la avenida en 1990, de acuerdo a una fotografía hallada en el archivo de EL COLOMBIANO, será recordado como el primero de la ciudad que fue desmontado para dar lugar a un cruce a nivel, con cebras y semáforos, más incluyente con la población en condición de discapacid­ad, y que responde a la visión del nuevo gobierno de lograr una urbe con accesibili­dad universal.

Ya el viejo puente, inconfundi­ble por su tonalidad amarilla, presentaba síntomas de vejez. En 2006 la Secretaría de Infraestru­ctura Física le hizo un mantenimie­nto, pero hace dos años un nuevo diagnóstic­o determinó que la estructura estaba tan deteriorad­a que ni siquiera ameritaba su traslado.

Durante más de 30 años, por sus escaleras y su piso metálico desfiló la ciudad. Imagínese usted cuántas anécdotas no se vivieron allí. Del alumno que le suplicó una décima en la nota a algún profesor, de algún debate académico que empezaba en la U y terminaba en los negocios del frente, o de las carreras para cruzarlo de aquellos que iban tarde para clases.

Nostalgias

Cuando Juan David Ortiz estaba en el colegio, en su mente se repetía siempre una escena que tenía que ver con un anhelo. Se imaginaba a sí mismo bajando de un Circular Coonatra, atravesand­o el puente y entrando a la U. de A. Esa rutina, que luego se hizo realidad y ahora la vive como docente, basta para dimensiona­r la carga simbólica que tuvo la estructura de concreto y metal para todo el sector.

Ortiz también recuerda las consignas de los movimiento­s estudianti­les que se colgaban en sus costados, para que el tráfico leyera el mensaje de cada protesta. Tampoco faltaron los panfletos amenazante­s que pegaron de las barandas; los más recientes en mayo de 2019 y en marzo de este año. El puente acompañó gran cantidad de “tropeles” protagoniz­ados por “capuchos”, que armados con papas bomba mantienen una lucha sin sentido contra el Esmad.

A contramano, también fue el espacio para la puesta en escena de intervenci­ones artísticas pacíficas. Alejandra

Vergara, egresada, se acuerda de ello: un par de veces colgaron tiras azules que dificultar­on el cruce por allí. Para ella, el puente de la calle Barranquil­la era un cruce con alta probabilid­ad de coincidenc­ias. Sobre todo piensa en su color amarillo, tan potente que se quedó grabado en varias generacion­es y era el punto de referencia para encontrars­e con alguien.

Haciendo memoria, al menos en el tiempo que fue estudiante hasta 2015, Juan Este

ban Oliver no vio que más allá de la pintura, a la estructura se le hiciera un adecuado mantenimie­nto: “el desgaste era cada vez más notorio”.

En lo que coinciden las voces es en que su fin, si bien es nostálgico, es una despedida necesaria para dar paso a una solución más acertada en materia de movilidad.

El desmonte y lo que vendrá

Cerca de la medianoche del 10 de junio, cuando los semáforos y la cebra que entraron a remplazarl­o ya estaban en su lugar, contratist­as del Área Metropolit­ana separaron al puente de sus extremos, lo amarraron con gruesas cadenas desde cuatro puntos a una grúa y le pusieron fin a su servicio. En el suelo, para facilitar la carga, la estructura metálica fue partida en tres y desapareci­ó del lugar.

La intervenci­ón hizo parte de un proyecto que conecta a la Universida­d Nacional con la U. de A. a través de una ciclorruta de 700 metros. La obra incluye la instalació­n, en el lugar donde estaba el puente, de una placa conmemorat­iva que dé cuenta del cambio en la visión de ciudad. También quedarán las dos columnas que sostenían este paso elevado, que serán perforadas para sembrar algunas enredadera­s en ellas.

Juan David Palacio, director del Área Metropolit­ana, manifestó que la intención con esto es que la historia no se borre, pero se entienda que la prioridad en la vía será para el peatón y que las nuevas obras siempre tendrán como premisa la accesibili­dad universal, pues no todas las personas tienen las mismas habilidade­s físicas.

Lo ocurrido con el puente

de Barranquil­la dio pie para que la Alcaldía de Medellín anunciara la intervenci­ón de otros 16 pasos elevados en la ciudad.

Lina López, gerente de Movilidad Humana, explicó que no todos serán desmontado­s, pero sí se mejorará el cruce a nivel en todos estos sitios, o se adecuará si no existe (ver gráfico).

El que sí sufrirá la misma suerte que el de la calle Barranquil­la es el que está ubicado al frente del Inem José Félix Restrepo, sobre la Av. Las Vegas, que incluso será trasladado a un sector de Manrique, de acuerdo con la funcionari­a.

López dijo que cuando se habla de que los puentes peatonales son obsoletos, la idea no hace referencia a la parte física sino al modelo. Dijo que el mensaje que quieren lograr es “todos pasamos”, pensando en los ciudadanos en silla de ruedas, en los adultos mayores, en personas de baja estatura y en cada uno de esos habitantes que se mueven día a día por Medellín.

En el puente de la calle 33, al costado del Cerro Nutibara, se habilitará paso a nivel para todos, pues hasta ahora los semáforos solo se podían accionar con una tarjeta que se le entrega a la población con movilidad reducida. Igual ocurrirá en el paso elevado de la Av. Colombia por Suramerica­na. Cuando eso suceda, las estructura­s se convertirá­n en corredores de conectivid­ad ecológica y estarán decorados con arte urbano y paisajismo.

El puente de Barranquil­la, cuyo adiós no causó tanto aspaviento por cosas de la pandemia, ya es una fotografía de la ciudad que fue, pero que debe mutar. Su historia la cuentan generacion­es de universita­rios, porque ya no es más que una pequeña línea amarilla –ese color reluciente que aunque despintado lucía– en las imágenes satelitale­s que registra Google Maps

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 ?? FOTO: EDWIN BUSTAMANTE ?? Una cebra peatonal, con semáforos, predomina ahora en el paisaje frente al campus de la Universida­d de Antioquia. Los dos pilares del viejo puente serán conservado­s.
FOTO: EDWIN BUSTAMANTE Una cebra peatonal, con semáforos, predomina ahora en el paisaje frente al campus de la Universida­d de Antioquia. Los dos pilares del viejo puente serán conservado­s.
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FOTO ARCHIVO CIP EL COLOMBIANO Así lucía el paso elevado en 1990, cuando tenía pocos años de construido.
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FOTO: EDWIN BUSTAMANTE El desmonte del puente de la calle Barranquil­la fue anuncia do en diciembre de 2019.
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