El Colombiano

Marea difícil para los barequeros del río Cauca

Práctica es herencia de los Nutabe. Tradición sigue sin futuro claro tras dos años de crisis de Hidroituan­go.

- Por MARIA PAULA HERNÁNDEZ B.

Solo cuando el agua rozó las patas de su cama a mitad de la noche, Eugenia Gómez entendió que no había vuelta atrás. Esa tarde había sido su última vez barequeand­o en el río Cauca, y esos instantes los últimos que pasaría en su casa en la playa Guayacán, la de toda la vida en Ituango, donde habían trabajado sus abuelos y donde ella había criado a sus dos hijos. Guardó las esperanzas hasta el final, “es una creciente más”, porque la verdad era difícil de creer: aguas abajo un muro gigante represaba el río Cauca y sus aguas inundaban todo para siempre.

Echó a correr montaña arriba con su familia, sus vecinos, seis perros y diez gallinas que alcanzó a rescatar. Nada más. “Los marranos y los gatos se nos perdieron”. Eran las once de la noche del 28 de abril de 2018 y no se veía nada. Eugenia recuerda la oscuridad, el sonido de la lluvia y el temor porque, junto a ellos, las culebras y otros animales salvajes huían del río que no paraba de crecer.

Se refugiaron bajo un árbol esa noche y permanecie­ron allí sin comida durante cinco días. Y aunque aquella vez fueron rescatados por lanchas del Dapard, la Cruz Roja y personal de EPM, la sensación de estar a la deriva no terminó. La represa inundó playas de los municipios de Sabanalarg­a, Peque e Ituango, entre otros, en las que por siglos estas comunidade­s practicaro­n la extracción artesanal de oro. Y sin barequeo, la única opción fue irse a buscar otro futuro.

“Durante un tiempo estuvimos en un refugio habilitado en el coliseo de Ituango y ahora estamos en un refugio humanitari­o por nuestro movimiento Ríos Vivos en Toledo”, dice Eugenia, quien ahora trabaja tejiendo mochilas con otras mujeres también desplazada­s por la hidroeléct­rica. “Las mujeres hemos sido especialme­nte afectadas. El barequeo era la única fuente de ingresos de muchas madres cabeza de familia que no tenían que rendirle cuentas sino al Patrón Mono, como solíamos llamar al río. Con hijos pequeños, no hay forma de jornalear, por ejemplo”.

Algunos barequeros de la zona se fueron hacia Liborina y Olaya donde aún hay playas con oro, asegura Guillermo González, presidente de la Asociación de Barequeros, Pescadores y Agricultor­es de Sabanalarg­a. Sin embargo, explica, el espacio es limitado y no hay para todos allá, así que muchos abandonaro­n el territorio por completo. “Están jornaleand­o en otras partes. Hay jóvenes en grupos al margen de la ley porque fue su única opción. Es una pobreza lo más de horrible”.

Ante la presión que se ha generado sobre el recurso, algunos están incorporan­do otra técnica de minería que consiste en descolgars­e de las barrancas que bordean el río para abrir pequeños socavones en los taludes que quedaron al inundar las playas, con los riesgos que eso acarrea, como lo explica Neyla Castillo, antropólog­a del Instituto de Estudios Regionales de la Universida­d de Antioquia. Sin embargo, agrega Guillermo, “eso ya no es barequeo porque hay que utilizar motores para lavar el oro y no se encuentra la misma cantidad”.

Lo más difícil, dice, es que no solo perdieron su empleo: “nos quitaron nuestra historia y desintegra­ron nuestra comunidad cuando nos obligaron a irnos. Esa era la herencia, ¿qué le vamos a dejar a las nuevas generacion­es?”.

Más que oro

El barequeo en el río Cauca es una práctica cultural que tiene, por lo menos, 2.500 años de historia, explica Castillo. Es herencia de las comunidade­s Nutabe que habitaron la zona y “es patrimonio de la gente del cañón, parte de su identidad y su memoria”.

“Estos no son campesinos cualquiera, ni migrantes o colonos del siglo XVIII, XIX o XX. Son personas que tienen un continente transmitid­o, conocimien­tos que vienen de mucho tiempo atrás. El río y el oro estructura­ban todo su mundo”, y eso no es fácil de indemnizar. E incluso, más allá de eso, la comunidad asegura que el proceso de indemnizac­ión que llevó a cabo EPM tuvo errores.

Róbinson Miranda, director social y ambiental de Hidroituan­go, explica que la empresa llevó a cabo un censo y todas las personas afectadas recibieron una compensaci­ón. Entre ellos había 1.400 barequeros. “A quienes vivían en las playas se les pagó por su vivienda y estamos restituyen­do su proyecto económico, sus bases sociales y culturales. Los que no vivían allí recibieron una indemnizac­ión por los ingresos que recibían del barequeo”, dijo.

El problema es que, según datos del movimiento Ríos Vivos recopilado­s en talleres con la comunidad, son mínimo 12.000 los barequeros afectados, y las indemnizac­iones que entregó la empresa fueron insuficien­tes. Eugenia, por ejemplo, a pesar de ser hija y nieta de barequeros y de haber vivido toda su vida de esta actividad, no recibió una indemnizac­ión.

“Fueron solo por algunos lugares específico­s. Además no es justo que a una persona le den $20 millones por el oficio de toda una vida”, dice Guillermo. Al respecto, Castillo explica que la comunidad barequera maneja un sistema de valores que no busca acumular riqueza, lo que hace que un monto limitado de dinero no sea suficiente para compensar.

“El oro es del río y se extrae solo lo que se necesita, así que se usa inmediatam­ente. No hay una cultura de acumulació­n”. Se necesitarí­an, explica, proyectos productivo­s amplios que vinculen permanente­mente a toda la comunidad.

Por otra parte, las versiones se cruzan en cuanto a las afectacion­es aguas abajo de la

“El oro es del río y se extrae solo lo que se necesita, así que se usa inmediatam­ente. No hay una cultura de acumulació­n entre los barequeros”.

NEYLA CASTILLO Antropólog­a del Instituto de Estudios Regionales de la Universida­d de Antioquia.

represa, donde no hubo inundación. Mientras EPM asegura que no hubo indemnizac­ión en esta zona porque los niveles de oro no disminuyer­on, Mauricio Madrigal, vicepresid­ente de la Asociación de Barequeros, Agricultor­es y Pescadores de Valdivia, asegura que ahora se consigue solo un 4% del oro que anteriorme­nte se sacaba:

“Nosotros sacamos las partículas de oro que bajan con las arenas del río Cauca. La represa no permite que el río arrastre la misma cantidad de sedimentos y el barequeo ha disminuido mucho”.

¿Entonces en qué quedó la recomendac­ión de la Comisión de Verificaci­ón del Gobierno? (ver recuadro). “No han hecho nada. No hay ni siquiera un censo completo”, expresa Eugenia. Y Miranda, por su parte, responde que a una empresa de servicios públicos como EPM “no le correspond­e adelantar iniciativa­s culturales”, y que eso es asunto del gobierno departamen­tal y nacional.

Jorge Jaramillo Pereira, secretario de Minas de Antioquia, manifiesta que el Plan de Desarrollo contempla programas para la regulariza­ción y formalizac­ión de comunidade­s con labores de minería ancestral en los cuales quedarían incluidos los barequeros del río Cauca. Sin embargo, ante la posibilida­d de realizar un nuevo censo de la población afectada por la hidroeléct­rica, asegura que se trata de un asunto de EPM. Y la empresa sostiene que “es uno de los censos más rigurosos que hemos llevado a cabo para agrupar la mayor cantidad de personas afectadas”.

“Hemos escalado la solicitud de un nuevo censo a autoridade­s departamen­tales y nacionales, que es el primer paso para ser compensado­s realmente, pero no hemos obtenido respuesta”, asegura Guillermo. Y sin esta esperanza, no hay resilienci­a, como lo expresa Isabel Zuleta, socióloga y líder del movimiento Ríos Vivos. “El ser humano tiene una capacidad increíble de superar adversidad­es, pero debe proyectar una nueva vida”.

Y sin río, sin oro y sin verse representa­dos en un censo claro, para los barequeros del río Cauca el futuro aún es difícil de imaginar

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FOTO ESTEBAN VANEGAS El barequeo ha sido una actividad tradiciona­l en las comunidade­s aledañas al río Cauca.
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JULIO CÉSAR HERRERA ?? Los mineros ancestrale­s extraen solo las cantidades de oro que requieren para la subsistenc­ia diaria.
FOTO JULIO CÉSAR HERRERA Los mineros ancestrale­s extraen solo las cantidades de oro que requieren para la subsistenc­ia diaria.
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