LA VIDA EN SERIO PARA DISMINUIR EL RELAJO
Razón tiene el profesor Fernan
do Savater cuando pone en cuestión que los seres humanos cambiaremos para bien después de la emergencia. Ha estimado que no tiene lógica presumir que seremos mejores. Al contrario, basado en el argumento de autoridad que le atribuye a Mark Twain, piensa en la inmensa capacidad de los hombres, seamos como seamos, de hacer las cosas peor. No encuentra justificación a la creencia en que pronto habrá un cambio trascendental, que se aprenderán las lecciones de la tragedia y habrá una suerte de amanecer luminoso. En realidad, escasean las constancias históricas de que miles de guerras hayan tenido el poder de servir de escarmiento.
La frustración con el hombre que desperdicia las lecciones de la experiencia, que no aprende de las calamidades, está encerrada en la frase de
Rubén Darío en “Los motivos del lobo”: “En el hombre existe mala levadura, mas el alma simple de la bestia es pura”. No son pocas las sentencias condenatorias contra la especie humana, proferidas por pensadores de épocas diversas: “Mientras más conozco a los hombres, más quiero a mi perro”, manifestación de desengaño atribuida al poeta Lord
Byron, como también a Diógenes, a Carlomagno y hasta a Hitler. Otro por allá decía que “mis amigos, no hay amigos”.
Pese a que siempre cuando empieza a brillar un destello al final de un túnel existencial tan tétrico, el optimismo se diluye ante las evidencias aportadas por los hechos de actualidad. Observemos, por ejemplo desalentador, cómo se desvanecen las esperanzas de transformación de la política en un país como el nuestro, donde parece como si se confirmara la frase referida a Bolívar, según la cual “cada colombiano es un país enemigo”. Todas las iniciativas siembran división. Ciertos políticos exhiben la facultad de ser cada vez peores, de obrar con insensatez y ausencia de valores, de moral y ética públicas tales, que no apagan la ardentía, el aborrecimiento, la fuerza destructiva mediante las palabras y el empeño en arrasar honras y famas de sus contradictores, no importa si las circunstancias les exigen mínimas normas de comportamiento decente.
Hay posibilidad de cambio positivo, en la actitud frente a las realidades adversas, ya probada en los días grises, deprimentes e interminables de la cuarentena. El extenso catálogo de protocolos no puede resultar inútil. Ha de tener un razonable poder correctivo, para que al fin se superen las fuertes tendencias acráticas y anarquistas, se acepte la necesidad de una normatividad práctica y se tomen en serio los eventos de la vida habitual. Cada acción, por elemental que sea, implica un proceso, el cumplimiento de unos requisitos ineludibles, el seguimiento de unas instrucciones pertinentes. Algo habremos ganado si disminuye el relajo que tanto atrae a los turistas
Hay posibilidad de cambio positivo, en la actitud frente a las realidades adversas, ya probada en los días grises, deprimentes e interminables de la cuarentena.