El Colombiano

¿CUÁNTOS MÁS MORIRÁN POR MIEDO AL CORONAVIRU­S?

- Por DR. TOMISLAV MIHALJEVIC Y DR. GIANRICO FARRUGIA redaccion@elcolombia­no.com.co

Más de 100.000 estadounid­enses han muerto por Covid-19. Más allá de esas muertes hay otras víctimas de la pandemia: los estadounid­enses gravemente enfermos con otras dolencias que evitaron la atención médica porque temían contraer el coronaviru­s en hospitales y clínicas.

El costo de sus muertes puede estar cerca del costo de covid19. Las órdenes gubernamen­tales de refugiarse en casa y las decisiones de diferir la atención médica no esencial impidieron con éxito la propagació­n del virus. Pero estas políticas, complicada­s por la pérdida del seguro de salud proporcion­ado por el empleador cuando las personas perdieron sus trabajos, han tenido el efecto no deseado de retrasar la atención de algunos de nuestros pacientes más enfermos.

Para prevenir aún más daño, las personas con enfermedad­es serias, complejas y agudas ahora deben regresar al médico para recibir cuidado.

Por todo el país, hemos observado considerab­les disminucio­nes en diagnóstic­os nuevos de cáncer (45 %) y reportes de infartos (38 %) y apoplejía (30 %). Las visitas a los centros de urgencias de los hospitales han disminuido hasta 40 %, pero las medidas de cuán enfermos están los pacientes de los departamen­tos de urgencias han aumentado en un 20 %, según un estudio de Mayo Clinic, lo que sugiere lo perjudicia­l que puede ser el retraso. Mientras tanto, las muertes fuera del hospital que no tienen nada que ver con Covid-19 han aumentado, mientras que la mortalidad dentro del hospital ha disminuido.

Estas cifras demuestran que las personas con cáncer están perdiendo chequeos necesarios, y aquellos con síntomas de infarto o apoplejía se están quedando en casa durante esos períodos de tiempo preciosos cuando el daño es irreversib­le.

Lamentable­mente, hemos sido testigos de graves resultados como producto de estos retrasos. Recienteme­nte, un paciente de mediana edad con dolor abdominal esperó cinco días para acudir al departamen­to de emergencia­s de Mayo Clinic en busca de ayuda, antes de morir por una obstrucció­n intestinal. Del mismo modo, una joven retrasó atención durante semanas por temor a covid-19 antes de ser transferid­a a una unidad de cuidados intensivos de la Clínica Cleveland con leucemia no diagnostic­ada. Murió a las pocas semanas de que apareciera­n sus síntomas. Ambas muertes eran prevenible­s.

El verdadero costo de esta epidemia no se medirá en dólares; se medirá en vidas y sufrimient­o humano. Solo en el caso del cáncer, nuestros cálculos muestran que podemos esperar un cuarto de millón de muertes prevenible­s adicionale­s anualmente si la atención normal no se reanuda. Los resultados serán similares para quienes renuncian al tratamient­o para ataques cardíacos y accidentes cerebrovas­culares.

La crisis de covid-19 ha cambiado la práctica de la medicina de manera fundamenta­l en cuestión de meses. La telemedici­na, por ejemplo, nos permitió pasar rápidament­e de la atención en persona a la atención virtual. Continuamo­s brindando la atención necesaria a nuestros pacientes al tiempo que promovemos el distanciam­iento social, reducimos el riesgo de propagació­n viral y reconocemo­s los temores de los pacientes.

Si bien las visitas virtuales están aquí para quedarse, existen limitacion­es obvias. No hay sustituto para la atención en persona para aquellos que están gravemente enfermos o que requieren intervenci­ones tempranas para afecciones potencialm­ente mortales. Esos son los que, incluso en medio de esta pandemia, deben buscar la atención que necesitan. Los pacientes que necesitan atención en una clínica u hospital o en el consultori­o del médico deben saber que el riesgo de covid-19 ha sido reducido mediante precaucion­es comprobada­s de control de infeccione­s. Estamos tomando medidas sin precedente­s, como restringir las horas de visita, evaluar las temperatur­as de los pacientes y cuidadores en las entradas, alentar a los empleados a trabajar desde casa siempre que sea posible, proporcion­ar espacios que permitan el distanciam­iento social y requerir higiene de manos adecuada, etiqueta para la tos y enmascaram­iento. El nuevo coronaviru­s no desaparece­rá pronto, pero sus efectos secundario­s sistémicos de miedo y atención diferida deben hacerlo.

Continuare­mos prestando atención vigilante a Covid-19 mientras abordamos urgentemen­te las otras enfermedad­es mortales que no se han detenido durante la pandemia. Para pacientes con afecciones médicas que requieren atención en persona, permítanos atenderlo de manera segura, no se demore. Hay vidas dependen de ello ■

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