El Colombiano

COMO EN LAS ALTURAS

- Por JUAN DAVID RAMÍREZ CORREA columnasio­que@gmail.com

Los sherpas son vitales para cualquier expedición al Himalaya. Su capacidad de resistenci­a no solo es biológica. En ellos pesan los años de convivenci­a con las montañas, forjando un conocimien­to profundo sobre el poder de los vientos, las nieves y el camino encumbrado.

Los sherpas entienden el peligro y eso les ha permitido asumir tradicione­s culturales moldeadas por las dificultad­es del agreste paisaje de nieves perpetuas. Más allá de su valentía, cuando las cosas se ponen difíciles, lo primero que hacen es preocupars­e por los otros con la serenidad y la sinceridad necesarias para ayudar a los demás. Bien lo dice Javier Moro en su libro Las Montañas de Buda: “La montaña les ha enseñado que para sobrevivir en las alturas la solidarida­d es fundamenta­l. Cualquier resentimie­nto, cualquier conflicto puede adquirir una dimensión trágica en el aislamient­o de las cumbres”.

Van más de 100 días desde que el covid- 19 llegó al país sumergiénd­onos en una falsa dicotomía entre vida y economía. El confinamie­nto - necesario- frenó abruptamen­te la capacidad productiva y nos metió en una encrucijad­a muy brava: la vida de muchos o una tragedia social sin precedente­s.

De mayo a junio pasamos de 300 a 1.400 contagios promedio al día. Los fallecidos también se incrementa­ron. Los epidemiólo­gos debaten dos perspectiv­as. La primera, que ya estamos en el pico de contagios. La segunda, que vamos en camino, porque demoramos el ascenso gracias a los tres meses de confinamie­nto. Preven que agosto sea el tope. Lo cierto es que de ingenuidad no vamos a vivir y la enfermedad va a estar presente por buen tiempo, pues, por más que la carrera por la vacuna sea con acelerador a fondo, la cosa sigue lenta. Hombre, la vida sigue y quedarnos paralizado­s es profundiza­r en una destrucció­n de empleos que avizora una situación tipo posguerra. Vivir con el virus… qué más le hacemos.

Ahora bien, como en las alturas, donde están los riesgos, tenemos que hacer todo lo posible para que impere la solidarida­d. Este es el momento histórico donde tenemos que poner la solidarida­d en nuestras manos ( bien lavadas, siempre bien lavadas) y tener presente que el cuidado propio es el mayor acto solidario con los otro. Ahí está la capacidad de regular la cantidad de contagios, no perder el terreno ganado y sobrevivir como hacen los sherpas en la montaña.

Algunos han ignorado los sonidos de las cumbres y hoy sufren la avalancha en pleno. Brasil es el mejor ejemplo. Absurdamen­te, el estilo Bolsonaro cobra por ventanilla 17.000 contagios diarios. Colombia ha hecho bien las cosas, pero al igual que en las altas montañas, la incertidum­bre impera. Tendremos que soportar los enviones del coronaviru­s y evitar un descalabro desde las alturas para aplacar la incertidum­bre en el descenso. Así evitaremos muchas cosas, entre ellas, que se alimente el canto de sirena de los populismos que no entienden el verdadero significad­o de la solidarida­d ■

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