El Colombiano

INTERNACIO­NAL INFORME Ser negro y luchar durante siglos para no ser invisible

El asesinato de tres afroameric­anos en Estados Unidos revivió un debate inconcluso: el racismo en el mundo.

- Por JULIANA GIL GUTIÉRREZ

Mientras usted lee este artículo, en Estados Unidos se ajustan los detalles del proceso judicial contra el policía blanco Garrett Rolfe, de 27 años, quien asesinó a un joven afroameric­ano en Atlanta, el viernes pasado, propinándo­le disparos por la espalda y, no a gusto con ver su cuerpo sin vida, en el piso y derramando sangre, lo pateó.

La víctima fue Rayshard Brooks y la única falta que se le comprueba hasta ahora fue resistirse a una detención en un procedimie­nto judicial. Su muerte, al principio, parecía en vano. Los agentes que participar­on en el caso aseguraron que él les había apuntado, pero cuando se conocieron los videos de las cámaras del restaurant­e Wendy’s, donde fue ultimado, las imágenes desmintier­on las versiones de los policías: Brooks fue ejecutado por la espalda mientras corría.

Minutos antes de su muerte Brooks habló del cumpleaños de su hija, de la que fue apartado por el exceso de fuerza de la Policía y el racismo. El de Brooks es el suceso más reciente en ese país, pero a finales de mayo se hizo público otro caso en el que la víctima fue George Floyd, y en febrero, uno más que acabó con la vida de Ahmaud Arbery. Sus homicidios trajeron de nuevo a la luz la discrimina­ción a los afrodescen­dientes.

El racismo es un tipo de discrimina­ción social basado en la raza. Ocurre cuando alguien siente rechazo hacia otro ser humano con caracterís­ticas físicas distintas como el color de la piel. Una apatía similar se da por motivos de idioma o lugar de nacimiento, por ejemplo la xenofobia o el temor a los extranjero­s.

Acnur dice que hay cuatro tipos de racismo. El primero es el aversivo, en el que solo hay frialdad hacia las personas de una comunidad. El segundo es el etnocentri­sta, cuando un grupo considera que otra comunidad es una amenaza: “En este tipo de racismo no hay derecho a la igualdad y se cree que las personas que son de una raza diferente a la propia deben someterse al grupo predominan­te”, dice Acnur.

El tercer tipo, de carácter simbólico, provoca una segregació­n cultural entre los grupos de personas. Y el cuarto, de tipo biológico, entiende que

una raza es biológicam­ente superior a las demás y no cree que las personas de otras son sujetos de derechos.

Hay una noción más en medio. Los sociólogos Matthew Clair y Jeffrey S. Denis indicaron en un artículo publicado por Harvard en 2015 que los patrones de diferencia física se usan para clasificar a grupos de personas por ‘razas’, término que es una construcci­ón social.

Los homicidios a personas negras en Estados Unidos son la evidencia más cercana de que la exclusión a esta población persiste. Y estos impulsaron marchas para rechazar la discrimina­ción en países como Alemania y España, entre otros. Ayer fue el turno de Edimburgo en Reino Unido bajo el lema de Black Lives Matter (Las Vidas Negras Importan).

En Europa también hay registros de discrimina­ción. Para 2018 el 30 % de los afrodescen­dientes fueron víctimas del racismo y solo 14 % de ellos reportaron los incidentes a las autoridade­s, de acuerdo con Fundamenta­l Rights Agency.

Un problema de siglos

Javier León Duitama, profesor de Historia de la U. Sergio Arboleda, explica que el término ‘racismo’ comenzó a usarse en la modernidad, en el Siglo XVI.

Europa era la sociedad predominan­te y desde allí surgieron estereotip­os raciales. Por este motivo, bajo la premisa de que los blancos eran los líderes, los afrodescen­dientes fueron esclavizad­os en América.

Ya para los siglos XVIII y XIX el racismos se manifestab­a como antisemiti­smo, no por cuestiones religiosas, sino de tipo racial. En ese tiempo el rechazo a las personas negras seguía y solo hacia el milenio de 1800 comenzó el fin de la esclavitud que se les impuso en América. Aún así, ese comportami­ento siguió motivando a sectores de extrema derecha. Nada más el Holocausto de la Alemania Nazi estuvo impulsado por motivos raciales.

Otro de los hitos del racismo fue el Apartheid, el sistema de segregació­n en Sudáfrica que terminó en 1992. Estamos hablando de que menos de tres décadas atrás, en uno de los países más avanzados de África, hubo un formato que llevó a que las personas negras no pudieran mezclarse con aquellas que tenían tez blanca en lugares públicos o, ni siquiera, formar una familia con ellas.

Por esa cercanía temporal de uno de los capítulos más oscuros de exclusión, la lucha sigue. Desde 1966 se celebra el Día Internacio­nal de la Eliminació­n de la Discrimina­ción Racial, conmemoran­do el día 21 de marzo de 1960, cuando la policía asesinó 69 personas en Sudáfrica. En 2001 la ONU impulsó la Conferenci­a Mundial contra el Racismo y creó un programa de lucha contra este, la xenofobia y la intoleranc­ia.

Para 2009, cuando le hicieron seguimient­o en otra conferenci­a en la ciudad de Durban, la conclusión fue que aún había “mucho por hacer” respecto a ese comportami­ento. Y en diciembre de 2019 la organizaci­ón publicó un llamamient­o mundial para la adop

ción de medidas concretas contra esas prácticas.

Javier León, profesor de la U. Javeriana, dice que todavía hay microracis­mos en la sociedad. No dejar entrar a una persona a una discoteca o club por su raza es un tipo de exclusión socioracia­l, un caso que sucedió en 2017 en un lugar nocturno de Madrid,

España. O también hay discrimina­ción cuando se revisan los altos cargos de una compañía o mandos de un Gobierno y se descubre que entre las roles con más poder aún hay pocas personas de piel oscura.

“También se manifiesta en la invisibili­zación y el olvido estatal. Ahí uno puede hacerse la pregunta de qué tanto dinero invierten en el departamen­to del Chocó o a los afrodescen­dientes que han sido desplazado­s. Esa falta de recursos se traduce en comportami­entos que generan desigualda­d”, dice León.

Olvido a los afro

Maria Teresa Palacios, directora del Grupo de Derechos Humanos de la U. del Rosario, considera que el racismo siempre ha existido, pero ha estado encubierto. “Gobiernos muy nacionalis­tas, con posiciones de extrema derecha y conservado­ras que niegan el derecho a la diversidad o que pretenden buscar homogeneiz­ación social son los que alimentan los discursos racistas y xenófobos”, sentencia.

Detrás hay otra realidad que se hace evidente en la región: estas personas están inmersas en contextos adversos, de pobreza y desigualda­d. El informe Afrodescen­dientes en Latinoamér­ica, publicado por el Banco Mundial en 2018, indicó que estos constituye­n una población “enormement­e heterogéne­a” y están distribuid­os de forma “altamente desigual”.

Uno de cada cuatro latinoamer­icanos se identifica como tal afrodescen­diente. Para 2015 en la región había 133 millones de personas negras, morenas, pardos, pretos, zambos y creoles. Estos grupos suelen tener menos acceso a la educación cuando se les compara con las personas blancas y son víctimas de crímenes y de violencia, dice el reporte.

Muchos viven en las zonas más pobres de sus países, lo que evidencia esa invisibili­zación que reseñaba el profesor León: una falta de oportunida­des desde el sistema de los estados que se traduce en otras formas de microracis­mos de los que son víctimas.

En este 2020, y en medio de una pandemia, el mundo otra vez se está movilizand­o para reclamar que la igualdad que está en los tratados internacio­nales desde la década del 60 se haga efectiva. Una tarea en la que algunos países han avanzando, por ejemplo, asignando curules en el Legislativ­o para esta población, como ya lo hizo Colombia, pero que seguirá pendiente desde que se asesinen personas por su color de piel

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