¿QUÉ HAY EN LA MENTE DE UN FUNCIONARIO CORRUPTO?
Dada la realidad que vivimos los colombianos con la administración pública, es imperativo hacer una profunda reflexión de la moral para el siglo XXI, con el propósito de construir un pensamiento nuevo que garantice una reorientación de las conductas deshonestas de las cuales hemos venido siendo objeto.
Existen servidores públicos consumados en el arte del autoengaño y la mayor parte de sus conductas, creencias, pensamientos y sentimientos son de naturaleza opuesta a la ética y la moral para ejercer el cargo que se les ha confiado.
Un sentimiento de compasión con estos servidores públicos, puede ser la máscara de la vanidad que experimentamos desde la posición de superioridad que adoptamos al compadecer. La caridad y solidaridad con ellos puede ser la expresión desviada de un sentimiento de culpabilidad.
Rara vez, esos servidores públicos utilizan la racionalidad superior para analizar sus propios actos o aquellas situaciones en la que están involucrados como delincuentes de la corrupción. Recurren, en cambio, a maquillar sus deseos y propósitos para no sentirse avergonzados de ellos. Son expertos en acaramelar sus actuaciones, para que los verdaderos móviles de la deshonestidad e inmoralidad que albergan permanezcan ocultos a la sociedad y a su propio pensamiento consciente.
Esta elaborada estrategia de corrupción les permite actuar incorrectamente, apoderándose de lo que no les corresponde, mentir, engañar, estafar o asesinar, conservando la sensación de que en ningún momento se han apartado del camino correcto.
La hipocresía domina su existencia y niegan pertinazmente la corrupción, se autoproclaman inocentes y cumplidores de la constitución y las leyes. Temen y rechazan a los que dicen la verdad aduciendo que estos son los que quebrantan el sistema