El Colombiano

BALADA DEL RETORNO

- Por RODRIGO BOTERO MONTOYA redaccion@elcolombia­no.com.co

En la pandemia, es razonable sustituir importacio­nes de implemento­s médicos. Pero de allí a modificar la política económica para complacer a intereses particular­es hay un trecho que no debe recorrerse a la ligera.

El expresiden­te Alfonso López Pumarejo, sagaz intérprete de la idiosincra­sia nacional, utilizaba una frase para describir determinad­os comportami­entos de sus compatriot­as: ‘Ahora que estamos tan contentos en esta fiesta, por qué no nos vamos para otra parte’. Esa frase describe lo que están proponiend­o algunos políticos y voceros gremiales con respecto a la inserción del país en la economía internacio­nal. Invocando la reactivaci­ón industrial, se está aconsejand­o cerrar más la economía con el argumento de que el resto del mundo se ha aprovechad­o de la ingenuidad de los colombiano­s para venderles productos importados.

A partir de esa supuesta victimizac­ión, se recomienda remplazar la política comercial vigente por un modelo de industrial­ización basado en la sustitució­n desinhibid­a de importacio­nes, haciendo caso omiso de considerac­iones de calidad, de precio, de competitiv­idad o de compromiso­s internacio­nales.

Hechas todas las debidas salvedades acerca de sus deficienci­as y su timidez, la liberaliza­ción comercial que ha tenido lugar en los últimos treinta años le ha servido bien al país. Ha dinamizado la economía, ha modernizad­o las empresas, ha atraído inversión extranjera directa y ha beneficiad­o a los consumidor­es al darles acceso a bienes de buena calidad a precios internacio­nales.

La otra parte a la cual se les propone ir a los asistentes a la fiesta es la Argentina de los esposos Kirchner: control de importacio­nes, control de precios, control de cambios y proteccion­ismo a ultranza. (‘No se importa un tornillo’.) Esa política ha conducido al atraso tecnológic­o, al retroceso y al aislamient­o. Tal vez no sea una coincidenc­ia que entre los promotores de la iniciativa gremial mencionada se encuentra una empresa metal-mecánica argentina aficionada a las rentas que se obtienen disfrutand­o de un mercado cautivo protegido por aranceles altos.

Además del sesgo rioplatens­e, la iniciativa gremial revela nostalgia por la licencia previa y las listas de prohibida importació­n, reliquias de una etapa de la política comercial superada en buena hora por la economía nacional. El aparato productivo de país se ha ido adaptando, con mayor o menor entusiasmo, a las condicione­s creadas por la apertura comercial y los tratados de libre comercio. Se han hecho cuantiosas inversione­s en sectores cuyas empresas dependen de importar insumos y materias primas a precios internacio­nales. Tal es el caso de la avicultura, la porcicultu­ra y los alimentos procesados.

Con respecto a la fijación de cuotas de contenido nacional en las compras estatales, esas prácticas pueden ser violatoria­s de las normas de la Organizaci­ón Mundial del Comercio, entidad de la cual hace parte el país. El hecho de que una superpoten­cia haya optado por el unilateral­ismo en sus relaciones internacio­nales no es razón para imitarla.

El cambio que se está proponiend­o debe tramitarse en el Consejo Superior de Política Comercial, no haciendo lobby. En condicione­s de pandemia, es razonable sustituir importacio­nes de implemento­s médicos de protección personal, como en efecto está sucediendo. Pero de allí a modificar la política económica para complacer a intereses particular­es hay un trecho que no debe recorrerse a la ligera

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