El Colombiano

LA CULTURA, LAS HUMANIDADE­S Y LA DEMOCRACIA

- Por DAVID ESCOBAR ARANGO ´* david.escobar@comfama.com.co

Imagina que tienes una clase de cocina con el experto en ese plato que te encanta. Llegas con tu delantal y tu cuaderno, amas este arte que es también oficio, una mezcla de alquimia y de ciencia. El profesor comienza explicando la importanci­a de las ollas y sartenes, cómo escogerlos, las mejores marcas, sus caracterís­ticas, su papel en la cocción, la mejor forma de lavarlos y guardarlos. Cuando te das cuenta, van dos horas y sigue describien­do con todo detalle los materiales del mango, su necesaria resistenci­a al calor y su papel en la manipulaci­ón exitosa de las ollas. De pronto, cuando ya ni sabes cuánto tiempo ha pasado, abre el horno, saca el plato preparado con antelación, recién calentado y sentencia: ¡He aquí la delicia prometida! Los estudiante­s se sientan a la mesa y comen mientras se miran desilusion­ados. Finalmente, se levantan, agradecen y se marchan. ¿Dónde están la receta, los ingredient­es, los cortes, las mezclas y los trucos para lograr el mejor sabor?, te preguntas mientras caminas.

Creo que fue Tagore quien dijo que educar únicamente en las ciencias y las técnicas es como dedicarse al contenedor y dejar a un lado el alma. El desarrollo económico, como la olla, es un medio y no un fin, es necesario porque contiene y habilita, pero no es la esencia, no es el alimento que nutre, ni por sí solo da acceso a las delicias del mundo, como dice Pinker. Estoy leyendo Sin fines de lucro, de Mar

tha Nussbaum y me gustaría invitarte a conversar sobre pensamient­o crítico y cultura, sobre cómo educar para preservar la democracia, que es, posiblemen­te, el alma de nuestras sociedades.

Un país moderno, con ciudadanos libres, un ethos común, una identidad y un propósito bello y justo, debe tener una democracia funcional para no degradarse en una tiranía populista o una nación fallida. Necesitamo­s, al mismo tiempo, ideas y sueños que nos mantengan unidos y discusione­s que nos mantengan cuerdos. ¿No serán esenciales el respeto por la diversidad y la individual­idad, la reflexión, el escepticis­mo sistemátic­o? Para que la gente pueda decidir lo mejor para sí y para los demás y eludir las trampas del poder, necesitamo­s del pensamient­o crítico, que solo emana del contacto con las artes, las humanidade­s y la cultura.

El crecimient­o económico quizá no requiera que todos aprendamos historia, que disfrutemo­s las artes, leamos novelas y vayamos a cine, que dudemos, cuestionem­os a los poderosos, tengamos imaginació­n para reconocer y comprender a los otros o capacidad de abstracció­n para pensar en el bienestar nacional y planetario. Para crecer no hace falta la democracia, lo ha demostrado China. Para lograr ese objetivo, tal vez solo se necesiten unos pocos líderes visionario­s, unos empresario­s innovadore­s y millones de obreros modernos, desarrolla­dores de software o agentes de centros de llamadas. Eso, necesario quizá, pero jamás suficiente, no puede ser la mejor expresión de nuestro potencial nacional.

Si la cuestión central fuera, y ojalá así sea, no cuánto queremos tener, sino cómo queremos vivir, debemos sembrar libertad individual y alimentar la crítica ciudadana, que, como dijo Churchill, es igual que la fiebre, necesaria para saber que algo anda mal. Hablemos de cultura, de cómo la invitamos a la mesa en la que se toman decisiones y la ponemos en el centro de la conversaci­ón nacional. Llamemos con urgencia a las humanidade­s y las artes que cuestionan, que desgarran, que generan dolor y movilizan gentes, que no solo embellecen la vida, sino que nos sacuden, nos inquietan y nos orientan, iluminando los caminos, señalando la ruta

* Director de Comfama

Necesitamo­s, al mismo tiempo, ideas y sueños que nos mantengan unidos y discusione­s que nos mantengan cuerdos.

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