El Colombiano

Convites, la suma que ha movido obras en Antioquia

Con apoyo institucio­nal y el trabajo de la gente se atienden necesidade­s de inversión local.

- Por JUAN DIEGO QUICENO MESA

Construir comunidad es casi siempre un propósito muy vago. La elección de ese verbo, tan dado a usarse para realidades tan palpables como la pega de adobes de una casa o la pavimentac­ión de una vía, parece decir poco cuando se une a algo tan “imaginario” como lo es una “comunidad”.

Hágase una idea de su reacción si alguien un día toca a su puerta proponiénd­ole participar de la construcci­ón de una comunidad. ¿Cómo se hace parte de la “obra” de un concepto en el que vivimos, o en cuya ausencia sobrevivim­os? Invertir la lectura, de “abajo” hacia “arriba”, facilita su comprensió­n.

“Construir comunidad” se tradujo en la vereda El Machete, en el municipio de Guadalupe, Norte antioqueño, en “levantar” una caseta comunitari­a. No fue una obra cualquiera. Fue un convite. La soñaron colectivam­ente, reuniéndos­e para elegir entre esa y otras necesidade­s. Yenny Astrid Jaramillo, líder de la Junta de Acción Comunal, recuerda asambleas de entre 90 y 100 personas, casi la totalidad de habitantes de esa vereda, debatiendo sobre qué debía ser construido: si una cancha o un espacio de encuentro comunal. “Elegimos lo segundo. Era un sueño que teníamos y no se había podido cumplir por falta de gestión. Lo escogimos y lo construimo­s”.

Así, en plural. Las asambleas se trasladaro­n al terreno, donde unos elegidos, mano de obra no calificada, fueron dirigidos en la acción de ese sueño colectivo. El proceso, desarrolla­do entre agosto y octubre de 2019, finalizó con un espacio común para todos los habitantes de esa vereda y de otras cercanas. “Durante esos meses hablamos, nos juntamos, nos conocimos. Creo que además de la caseta, el convite nos logró unir mucho”, dice Jaramillo. La construcci­ón superó su ámbito más material y permitió la formación de otras estructura­s, menos visibles, pero más fundamenta­les: vínculos y lazos sociales.

“Ese, más allá de la obra física, es el gran objetivo de los convites. No son más que un esfuerzo mancomunad­o, aglutinado­r de fuerzas, para mejorar condicione­s identifica­das o percibidas como problemáti­cas o negativas”, refuerza Sebastián Mira Alzate, líder de la estrategia de la Gobernació­n de Antioquia que pretende apoyar esos procesos, una vía, además, en la que el Estado puede hacer presencia en zonas donde no suele llegar.

“A través de los convites las poblacione­s, muchas afectadas por experienci­as violentas que las han separado, refuerzan o crean lazos sociales y comunitari­os alrededor de un objetivo común”. De unas necesidade­s básicas que en condicione­s de carencia solo pueden ser solucionad­as con acciones y estrategia­s de cooperació­n común, opina.

Ante los panoramas más oscuros, la individual­idad no es una opción real de superviven­cia. La experienci­a institucio­nal, decidida a apoyar estas iniciativa­s en los últimos años, se sonroja cuando queda patente cómo se han reunido históricam­ente comunidade­s rurales e indígenas ante su ausencia para la satisfacci­ón de servicios esenciales como el acceso al agua, luz, o a una vía que las salve de la condena del aislamient­o. Estas prácticas no son nuevas y la Gobernació­n, consciente de ello, asume el papel de un aliado más.

La estrategia institucio­nal

Entre 2016 y 2019, la Gobernació­n de Antioquia apoyó 88 convites en diferentes municipios, según las necesidade­s elegidas por los habitantes, por un valor cercano a los 2.600 millones de pesos. El proceso, en su base solidario y atravesado por la confianza en la palabra pronunciad­a, debe cumplir a nivel administra­tivo unas obligacion­es que se firman en un convenio entre la Gobernació­n y la Alcaldía del municipio donde se va a realizar el convite. La cláusula clave, además de las pólizas de cumplimien­to y de seguro que protegen a los obreros calificado­s y no calificado­s ante cualquier accidente, se refiere a quién pagará el costo de los materiales.

El porcentaje se reparte 70%, aportado por la Gobernació­n, y el restante 30% por la Alcaldía. Cada convite, según revelan las cifras, ha costado alrededor de 25 y 30 millones de pesos. Esos núme

“La caseta era un sueño que no se había podido cumplir por falta de gestión. Lo escogimos y lo construimo­s”

YENNY ASTRID JARAMILLO

Líder de municipio de Guadalupe

ros, claves en la viabilidad del proyecto, se pretenden mantener para la meta de convites que se planteó la administra­ción actual. Para los próximos 4 años se propone el apoyo a 90 de este tipo de iniciativa­s, siguiendo el mismo método que funcionó en El Machete, de Guadalupe: que la gente elija la prioridad a satisfacer y participe activament­e de su planeación y construcci­ón.

“Muchas de nuestras infraestru­cturas rurales se han venido construyen­do a través de convites o mingas”, señala Juan Correa Mejía, secretario de Participac­ión Ciudadana y Desarrollo Social de Antioquia. Se refiere a las casetas como la de El Machete, pero también a placas polideport­ivas, pequeñas escuelas, escenarios de cultura y, tal vez una de las más importante­s, a vías de acceso. Esa imagen, evocadora de la colonizaci­ón antioqueña del campo, abriéndose paso entre trochas a través de machete y mula, tiene su símil en lo urbano, en la apropiació­n que hicieron los campesinos desplazado­s que llegaron a las laderas de Medellín.

“El barrio era puro monte, pantano, vivíamos con los zapatos llenos de lodo o amarillos de polvo. Cargábamos un trapito para limpiarlos, pero la suela quedaba untada y cuando salíamos del metro en la estación Hospital, quedaban marcadas nuestras huellas en el piso; era el sendero de los pati-amarillos en la ciudad”.

El retrato de esas pisadas y de otras decenas de relatos que se pueden leer en el artículo de investigac­ión de la U. de A., “Las periferias en disputa. Procesos de poblamient­o urbano popular en Medellín”, de Andrea Lissett Pérez, doctora en Antropolog­ía Social, construyen la imagen de la Medellín de las laderas.

No fue fácil la colonizaci­ón de esas montañas que hoy parecen domadas bajo la urbanidad. Allí llegaron miles de campesinos desplazado­s que no tenían más que su historia vital para volver a empezar. La apropiació­n que hicieron, cita Pérez, “contó con un ideario cultural forjado en una mentalidad de autoconstr­uctores,

“Los convites son un esfuerzo mancomunad­o para mejorar condicione­s identifica­das como negativas”.

SEBASTIÁN MIRA ALZATE

Convites Gobernació­n de Antioquia

con prácticas de ayuda mutua y solidarida­d”.

Un ideario que hizo de los convites el método para superar la indiferenc­ia. A través de ellos forjaron amistades que en algunos barrios aún perviven, representa­ndo la memoria viva de los primeros pobladores. Una técnica campesina que construyó a Medellín y que hoy, cuando la pandemia impone distancia y pone a prueba los lazos sociales de confianza, parece mandar lecciones de cómo se construye comunidad, de “abajo” hacia “arriba”

 ?? FOTO JAIME PÉREZ ?? Ciudadanos del corregimie­nto de Altavista, de Medellín, se juntaron en un convite para la construcci­ón de un centro cultural, el 25 de agosto de 2018. Todos aportaron.
FOTO JAIME PÉREZ Ciudadanos del corregimie­nto de Altavista, de Medellín, se juntaron en un convite para la construcci­ón de un centro cultural, el 25 de agosto de 2018. Todos aportaron.
 ?? FOTO ARCHIVO RÓBINSON SÁENZ ?? Habitantes de Dabeiba conformaro­n convites en el año 2000 para instalar adoquines en las calles del municipio.
FOTO ARCHIVO RÓBINSON SÁENZ Habitantes de Dabeiba conformaro­n convites en el año 2000 para instalar adoquines en las calles del municipio.

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