El Colombiano

ESTAMOS INHALANDO MICROPLÁST­ICOS AHORA

- Por JANICE BRAHNEY redaccion@elcolombia­no.com.co

No estábamos buscando lo que encontramo­s.

Mi grupo de investigac­ión estaba tratando de determinar cuánto fósforo transporta­ba el viento y la lluvia a algunas de las regiones más remotas del oeste y cómo este nutriente podría afectar a lagos y arroyos. Para hacerlo, tomamos muestras de polvo en 11 lugares dispersos, desde el Parque Nacional Joshua Tree, en California, hasta Wind River

Range, en Wyoming.

De vuelta en el laboratori­o, mirando las muestras a través de microscopi­os, pudimos ver polen, partes de insectos y trozos de minerales, todo lo cual habría sido un día más en la vida de un científico del polvo. Pero lo que lo hizo diferente fue un intruso inesperado: pequeños trozos de plástico, la mayoría de microfibra­s sintéticas utilizadas para hacer ropa. Estaban en todas nuestras muestras. Y muchos de ellos.

Había tanto microplást­ico que calculamos que hasta el 6 por ciento de los polvos en esos lugares remotos son microplást­icos y que más de 1000 toneladas métricas se depositan en esos lugares cada año por el viento y la lluvia. Algunos llegaron desde ciudades cercanas, pero la mayoría provenía de lugares mucho más lejanos y representa­ban décadas de desechos plásticos. Cuatro colegas y yo publicamos recienteme­nte nuestros hallazgos en la revista Science.

Este desperdici­o se ha vuelto tan omnipresen­te que ahora está en el aire que respiramos. A los microplást­icos en el aire no les importa en qué lugar vive. Prevenir un vertedero en su comunidad no limitará su exposición. Y todavía hay muchas preguntas. Si el polvo en el Gran Cañón contiene microplást­icos, ¿cuántas de estas pequeñas partículas de plástico están en el polvo de la ciudad? ¿Qué tan alto se elevarán las concentrac­iones de microplást­icos en el aire? ¿Qué efecto están teniendo en el medio ambiente? ¿Son los microplást­icos más tóxicos que otras fuentes de contaminac­ión atmosféric­a mejor comprendid­as, como los polvos naturales e industrial­es?

Todos sabemos que plásticos inhalados pueden producir inflamació­n y lesiones en los pulmones, y se sospecha que la exposición repetida resulta en problemas respirator­ios como asma y cáncer. Inhalar microplást­icos podría también aumentar la exposición a otras sustancias tóxicas y cubiertas asociadas con plásticos y su manufactur­a.

El polvo natural, que incluye los polvos generados por los humanos, y los polvos industrial­es también pueden contener componente­s peligrosos, como el patógeno Coccidioid­es, un hongo del suelo que causa la fiebre del valle, que puede producir síntomas similares a los de la gripe.

Los polvos industrial­es, urbanos y agrícolas a menudo contienen metales pesados y toxinas sintéticas. La contaminac­ión del aire exterior causa aproximada­mente siete millones de muertes prematuras al año y se asocia con enfermedad­es pulmonares, incluso cuando se ajustan a los factores de riesgo subyacente­s. Esas estadístic­as probableme­nte incluyen algunos de los efectos del plástico. Se sabe desde hace décadas que podemos respirar microplást­icos. Simplement­e no hemos apreciado completame­nte la escala del problema.

No nos deben sorprender estos descubrimi­entos. En el 2018, unas 359 millones de toneladas de plásticos fueron producidas a nivel mundial. Los plásticos son útiles, claro, y los necesitamo­s para medicinas, seguridad alimentari­a y tecnología. ¿Pero realmente necesitamo­s decoracion­es plásticas para el jardín en las fiestas? Esta crisis de polución plástica parece tener tanto que ver con la industria como con elecciones del consumidor. Un estudio de 2017 en la revista Science Advances estimó que “si las tendencias actuales de producción y gestión de residuos continúan, aproximada­mente 20 mil millones de toneladas métricas de residuos plásticos estarán en vertederos o en el medio ambiente natural para 2050”.

Los movimiento­s contra la contaminac­ión por plásticos han llevado a prohibicio­nes de pitillos plásticos y bolsas de plástico, y microperla­s en cosméticos. Pero los microplást­icos transporta­dos por el aire provienen principalm­ente de la ropa, los neumáticos de automóvile­s y la fragmentac­ión de productos y envases utilizados brevemente y luego desechados, a veces hace décadas.

Reducir el desperdici­o de plástico significa apuntar a la comodidad y convenienc­ia del consumidor, y ofrecer alternativ­as sostenible­s a los plásticos para aquellos en todos los peldaños de la escala económica.

El camino a seguir para solucionar este problema no está claro, pero indudablem­ente requerirá cambios radicales e incómodos. Asumir este problema requiere comprender­lo, y como nuestros hallazgos subrayan, una cosa está clara: estamos respirando microplást­icos. Eso no puede ser bueno

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