Briceño: ¿la esperanza truncada?
La entrega definitiva de las armas de las Farc fue sin duda una oportunidad inmensa y emocionante de pasar una página dolorosa de nuestra historia, particularmente en los 242 municipios donde el grupo guerrillero estaba activo. En algunos municipios como Briceño, las Farc eran el único o el principal grupo armado ilegal y esto significaba que se podía avanzar en una verdadera paz bajo la sombrilla del Estado de Derecho y de sus instituciones. En el 2015, en medio de las negociaciones, el Gobierno y las Farc empezaron su primer proyecto conjunto con el desminado humanitario en la vereda El Orejón. Igualmente en varias de las zonas rurales del municipio se inició el Programa Nacional Integral de Sustitución de Cultivos (PNIS). Los retos de la construcción de paz desafortunadamente se encontraron con un Gobierno Nacional de salida (Santos), un Gobierno Departamental desconectado y distante (Luis Pérez G) y un nuevo Gobierno desde Bogotá contrario al Acuerdo. Como no existe tal cosa como un vacío de poder, los espacios dejados por las Farc los ocuparon otros grupos armados. La banda de “Los Pachelly” de Bello colonizó el casco urbano con el negocio del microtráfico, los “Gaitanistas” ingresaron a corredores estratégicos en las cuencas de los ríos Cauca y San Andrés y las Disidencias del 36 hicieron presencia en las zonas altas. A pesar de que las comunidades campesinas erradicaron voluntariamente casi la totalidad de la coca sembrada, los pagos y el acompañamiento del Gobierno dejaron de llegar hace tiempo. En enero de este año la Defensoría del Pueblo emitió una alerta temprana para Ituango y Briceño. Volvieron las minas antipersonal, el reclutamiento y el confinamiento. El Norte de Antioquia tuvo una gran oportunidad. El reto está vigente.