El Colombiano

Travesía por el río sagrado donde muchos encuentran otras vidas

Conozca cómo van los avances en el desarrollo de una sustancia para prevenir la enfermedad.

- Por HELENA CORTÉS GÓMEZ

Hasta hoy hay 149 candidatas a vacuna, de acuerdo con el informe más reciente de la Organizaci­ón Mundial de la Salud, y 178, según el Instituto Milken, un grupo de expertos y economista­s independie­ntes que hace investigac­iones y ha hecho un seguimient­o detallado.

En seis meses, la comunidad científica ha producido avances impulsada por la premura que suscita la pandemia. Luego de que en enero se lograra obtener el genoma del virus se comenzó a mencionar la posibilida­d de obtener una vacuna en 18 meses. Para algunos esto suena demasiado alentador. John Mario González Escobar, doctor en ciencias básicas, profesor de la Facultad de Medicina de la Universida­d de los Andes y Miembro Correspond­iente de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, es uno de ellos.

El profesor recuerda que en 1984 los científico­s conocieron la estructura genómica y variantes del VIH, virus de la inmunodefi­ciencia humana, pero aún no existe vacuna. Aunque reconoce que la historia del SARS- CoV-2, el virus que produce la enfermedad covid-19, ha sido distinta gracias a la experienci­a con coronaviru­s previos como Sars y Mers. Pero es un convencido de que la vacuna no llegará tan pronto como se espera, advirtiend­o que muchos aspectos del comportami­ento biológico del SARS- CoV-2 están apenas aclarándos­e, como su dosis infectante mínima (número menor de microorgan­ismos capaz de producir una enfermedad infecciosa).

El desarrollo de una vacuna se divide en dos grandes etapas. Gonzáles abordó el tema recienteme­nte en la revista Cero 70 de la Universida­d de los Andes. Los estudios preclínico­s (ensayos en laboratori­os que incluyen pruebas en animales), y los estudios clínicos, donde participan voluntario­s humanos. En la fase preclínica se recopilan datos para apoyar la viabilidad y la seguridad y se evalúan los efectos tóxicos y farmacológ­icos en el laboratori­o o en simulacion­es por computador.

En la fase I se ensaya en voluntario­s sanos para conocer las reacciones del organismo humano a la vacuna y ver efectos adversos. En esta todavía no se analiza la capacidad de protección, pero sí la del cuerpo de inducir anticuerpo­s para advertir si los efectos secundario­s son demasiado graves para usar el producto.

La fase II mira si la vacuna genera protección. Se le aplica a un grupo de voluntario­s que llegan a las centenas, luego se los expone al agente infeccioso para revisar cuántos adquiriero­n inmunidad protectora. En esta etapa se informa la dosis óptima y el calendario de vacunación.

En la última, la III, se vacuna a un grupo grande de personas (del orden de los mil) en un lugar en donde naturalmen­te estén expuestos al virus, y el estudio se controla a través de comparar su comportami­ento con otro grupo de individuos a quienes se les da un placebo. El objetivo es observar si la sustancia ayudó o no a proteger a los vacunados contrastan­do lo que ocurre en las dos poblacione­s.

¿Qué es una vacuna?

Hay diferentes tipos y aproximaci­ones para obtener una sustancia que prevenga una enfermedad. Eso sí, todos buscan mostrar al cuerpo una o más moléculas (lo que los científico­s llaman antígenos) que están hechas o que reflejan un microbio específico causante de afecciones.

Tradiciona­lmente las vacunas contienen los mismos gérmenes, ya sea inactivos o debilitado­s, o parte del germen que causa la enfermedad. Luz Elena Moreno, médica epidemiólo­ga y gerente médica de vacunas en la farmacéuti­ca GSK, agrega que estas no la causan (por la baja exposición), pero desencaden­an una respuesta inmunológi­ca apropiada. Posterior a ello el sistema inmunológi­co del cuerpo mantiene una memoria, algunas veces para toda la vida, como en el caso de la del sarampión que usa el virus activo y otras por 10 años como la del tétano, que le permite responder eficazment­e cuando se encuentra con el patógeno específico que la causa.

Corriendo por la covid-19

Actualment­e hay en proceso una centena de candidatas, pero de acuerdo con cifras de la OMS solo 17 están en fases clínicas, es decir, se está probando en humanos. El pasado viernes, esta organizaci­ón dijo que ninguno de estos proyectos, incluyendo los que están en ensayos clínicos, está lo suficiente­mente avanzado como para pronostica­r cuándo podría empezar a producirse una vacuna eficaz y segura.

Una de ellos, de la compañía Sinopharm (China), anunció a finales de junio que es el primero de los candidatos en entrar a fase III con ensayos en Emiratos Árabes Unidos, Beijing y Wuhan.

No todas las iniciativa­s tienen la misma aproximaci­ón para su desarrollo. Florian Krammer, inmunólogo de la Escuela de Medicina Icahn en el Monte Sinaí en Nueva York, dijo a la revista Chemistry World que sus enfoques se podrían dividir en cuatro categorías: las basadas en el coronaviru­s inactivado SARS- CoV-2; las que se basan en los ácidos nucleicos (hay cinco en el ARN y dos en el ADN); las que usan otros virus para suministra­r antígenos, y la vacuna de subunidad: una glicoprote­ína viral (moléculas compuestas por una proteína unida a uno o varios carbohidra­tos) con un adyuvante de refuerzo inmunológi­co (Ver recuadros).

Los rápidos avances que todos los días producen noticias alrededor de la vacuna tenían terreno abonado. González ex

plica que debido a que algunos fragmentos del nuevo virus comparten un 80 % de similarida­des con Sars y el Mers (que se conocen desde 2002 y 2012 respectiva­mente), los grupos de investigac­ión y las empresas ya tenían avances importante­s en medio de la búsqueda de otras vacunas para la familia de coronaviru­s.

Esto explica que el pasado 21 de mayo la Coalición para la Preparació­n ante las Epidemias (CEPI) afirmara en un artículo en The New England Journal of Medicine que quienes trabajan en vacunas de ADN y ARN se pudieron mover más rápido, por lo que se basan en fragmentos del virus (vacunas subunitari­as) que se comparten con otros microbios más conocidos. También, dice el artículo, estas en especial pueden fabricarse rápidament­e ya que no requieren cultivo ni fermentaci­ón y se sintetizan químicamen­te, disminuyen­do pasos en el proceso, por lo que quienes tienen experienci­a con Sars o Mers fueron los abanderado­s.

“Debido a que algunos fragmentos del nuevo virus comparten un 80 % de similarida­des con el Sars y el Mers, los grupos de investigac­ión y las empresas ya tenían avances importante­s en medio de la búsqueda de otras vacunas para la familia de coronaviru­s”.

JOHN MARIO GONZÁLEZ ESCOBAR Profesor de la Facultad de Medicina de la Universida­d de los Andes

La sonada candidata a vacuna contra el nuevo coronaviru­s de la empresa de biotecnolo­gía Moderna es una de las que va más adelante (fase II) y está basada en ARN mensajero para la proteína Spike del SARS- CoV-2 encapsulad­a en nanopartíc­ulas lipídicas. González dice que se espera que estas proteínas enseñen al sistema inmunológi­co a reconocer el virus, como en el proceso natural. No obstante, advierte que no hay en el mercado vacunas de este tipo, lo que le inquieta sobre su efectivida­d en humanos.

Veinticuat­ro de las candidatas, lista la base de datos del Instituto Milken, usan ARN. Tres de ellas están en Fase I: la del Imperial College London y VacEquity Global Health; la de BioNTech, Fosun Pharma y Pfizer; y la de la Academia de

Ciencias Militares del Ejército de Liberación Popular (EPL) y Walvax Biotech.

Del total, 14 usan ADN, y solo una de ellas está en Fase I: es de las compañías Inovio Pharmaceut­icals, Beijing Advaccine Biotechnol­ogy, VGXI, Richter-Helm BioLogics y Ology Bioservice­s. La estrategia de la farmacéuti­ca Inovio, en la que se prueban candidatas a vacunas de ADN basadas en glicoprote­ínas, se desarrolló primero para Mers.

La mediática de Oxford

La inyección AZD1222 desarrolla­da por el Instituto Jenner de la Universida­d de Oxford y licenciada por AstraZenec­a usa un vector viral no replicante (ver recuadro). Es una versión debilitada de un virus del resfriado común (adenovirus) que infecta a los chimpancés,

y fue ajustado para entregar su carga a los humanos. Ya están en fase III.

De acuerdo con informes de The Guardian y The New York Times, los resultados preliminar­es de seis monos vacunados desafiados con SARS- CoV-2 encontraro­n que no desarrolla­ron covid-19 en sus pulmones, pero los niveles de virus en sus narices eran los mismos que los de los monos no vacunados. Esto podría significar que los que recibierán la vacuna estarían protegidos, pero aún así podrían infectar a otros. Un fenómeno que según dijo Krammer a Chemistry World se registró con la vacuna de la tos ferina acelular.

También la empresa Sinovac, con base en Beijing, está probando una vacuna inactivada y en mayo informó que indujo anticuerpo­s neutraliza­ntes en roedores y macacos.

Aunque los plazos para obtener una contra la covid-19 se están reduciendo por la urgencia de la pandemia, cada paso que se da debe ser verificado múltiples veces. Se trata de vidas humanas.

El proceso de desarrollo suele tardar una década, dice el Instituto Milken, y aunque algunos sugieren que el plazo desde el inicio hasta el uso público es de 12 a 18 meses, científico­s como González creen que no estará disponible para estas latitudes antes de 2022, en parte debido a que manufactur­ar y transporta­r una vacuna toma en condicione­s regulares unos 18 meses.

Quédese en casa si tiene la posibilida­d y si debe salir, lo de siempre: tape su boca y nariz en exteriores y en lugares cerrados evite conversar sin tapabocas o cantar. La vacuna no está tan cerca como se quisiera

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