El Colombiano

GRIETAS EN LA CREDIBILID­AD

- Por MÁRIAM MARTÍNEZ-BASCUÑÁN redaccion@elcolombia­no.com.co

Como diría Arendt, lo que parecía apenas una grieta en la credibilid­ad, “se transformó de repente en un abismo”.

La fe consiste en creer sin ver, pero hoy vemos, y aun así no creemos. Sucede con el cambio climático: a pesar de la evidencia científica, un tercio de los estadounid­enses no cree en él, como si el saber o el conocimien­to fuesen un simple credo. ¿Recuerdan la polémica con las fotografía­s de la toma de posesión de Trump? Las imágenes evidenciab­an que la afluencia del público fue nítidament­e menor que en el caso de Barak

Obama. Aun así, el 15 % de los votantes del magnate afirmaba, con las fotos delante, que había más gente en la de Trump. El problema, decían, era que la prueba fotográfic­a procedía del “entorno mediático liberal”, concretame­nte de The New York Times.

El problema no es creer una mentira, sino que una imagen sea algo anecdótico en comparació­n con la “fuente contaminad­a” que la muestra. La politóloga Diana Popescu habla de la deslegitim­ación de “todo un sistema de acceso al mundo y los tradiciona­les guardianes que nos lo mostraban”. Se había perdido la autoridad de los mediadores, especialme­nte de los medios de comunicaci­ón. Pero mientras culpamos a las hordas de lectores por creer mentiras, los mediadores evitamos preguntarn­os honestamen­te por nuestra responsabi­lidad: ¿qué hemos hecho mal para perder esa auctoritas sobre la transmisió­n de la verdad?

Como diría Arendt, lo que parecía apenas una grieta en la credibilid­ad, “se transformó de repente en un abismo”. Cuando la autoridad se desplaza, el mundo se transforma, y la clave va más allá de un puñado de hechos falsos circulando por Internet. Como ocurrió con las élites políticas, la red que sostenía nuestro sistema de confianza se deshilvanó.

Sucede de nuevo con el extraño boicot a Facebook: Mark

Zuckerberg tiene un grave problema de credibilid­ad. La plataforma que más ha hecho por inmunizarn­os contra la mentira se ha enriquecid­o con campañas de odio y la difusión masiva de bulos, y es importante que hablemos, precisamen­te, de los dos límites que deben imponerse los mediadores en el ejercicio responsabl­e de la libertad de expresión: el desprecio a lo factual y la arenga de odio.

Los anunciante­s solo buscan su propio beneficio y dañar a un gigante que les ha zarandeado, pero como mediador, Facebook no ha querido garantizar esas líneas rojas. La quiebra de la confianza se produce al socavar esos límites que el mediador se autoimpone responsabl­emente para preservar la conversaci­ón democrátic­a. Su ruptura nos habla de la soberbia y la falta de rigor demostrado­s por cualquier mediador de la verdad que espera ser fuente de autoridad

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