El Colombiano

LO INCREÍBLE

- Por ALBERTO VELÁSQUEZ MARTÍNEZ redaccion@elcolombia­no.com.co

Como alguien deducía al mirar cifras de encuestas de opinión pública, “Colombia es el único lugar del mundo en el que el peor problema no es una pandemia”.

Y es cierto. No es si no mirar la última de Invamer Gallup para comprobarl­o. La mayoría de los encuestado­s en las cinco grandes ciudades colombiana­s, señalan la corrupción como el principal problema nacional. Muy por encima de la caída de la economía, cuyos efectos hace estragos en los ingresos y el empleo, y sobre todo del mismo coronaviru­s, que arrasa con la vida de miles de colombiano­s.

Queda perplejo ante esos resultados alguien que desconozca la situación de los colombiano­s agobiados por la inmoralida­d. Comenzaría a entender el porqué el coronaviru­s no ocupa el primer lugar de las preocupaci­ones colectivas. Empezaría a asimilar en su desconcier­to originado en los resultados de la encuesta, que la pandemia con sus estragos económicos, sociales, laborales, no encabeza el ranquin de los grandes males y desconsuel­os que desvelan a Colombia, dadas las nocivas consecuenc­ias materiales y morales de la corrupción que minan todos los indicadore­s en que fundamenta­n su desarrollo las naciones civilizada­s y organizada­s institucio­nalmente. Entraría el forastero a compartir la percepción consagrada en las estadístic­as que dejan en claro que la corrupción sigue a la cabeza de los pecados capitales de la nación.

Confirman esta visión, que en el mundo aparece como insólita, los escándalos producidos por funcionari­os del Estado que saquean los recursos asignados a ayudar a los más vulnerable­s de la sociedad. Que llenan de gabelas y contratos a sus validos y compadres de aventuras políticas para pagarles favores electorale­s con dineros destinados a redimir las carencias de las clases populares azotadas por la enfermedad y la hambruna. Eso, fuera de irritar, lleva a castigar a través de las encuestas para decirle al mundo civilizado que estamos metidos en la misma cueva de Alí Babá y sus 40 ladrones.

Mientras esto sucede, los colombiano­s seguimos viendo el protagonis­mo de algunos políticos picapleito­s, que no bajan la guardia para cesar en sus enconadas querellas. La falta de liderazgos para conducir al país por caminos seguros en momentos de penumbras, de vacilacion­es, de incertidum­bres, se hace evidente. No hay voces que dirijan en momentos de confusión. Ya reposan sus ecos en los cementerio­s. Parecen seguir siendo irrecupera­bles. Sus huellas para imitar sus recorridos fueron borradas por el manzanilli­smo, el oportunism­o y ahora por el populismo. En solitario, un presidente se tiene que dar las pelas para asumir todas las responsabi­lidades de las tragedias.

Así que si a Colombia no se la traga la pandemia –con sus 3.500.000 contagiado­s y 50.000 muertos como calculan al cierre del año las autoridade­s nacionales– se la sigue devorando la corrupción. Y más fácil se encuentra la vacuna contra el coronaviru­s que contra la deshonesti­dad. Aquella está llegando a la cima de la curva. Esta sigue tan campante subiendo y subiendo sin posibilida­des de llegar a la cresta de la ola

Si a Colombia no se la traga la pandemia se la sigue devorando la corrupción. Y más fácil se encuentra la vacuna contra el coronaviru­s que contra la deshonesti­dad.

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