El Colombiano

GOETHE Y LA TEORÍA FOLIAR

- Por MONTERO GLEZ redaccion@elcolombia­no.com.co

Goethe conversaba en silencio con la Naturaleza, es decir, experiment­aba con ella de manera simbólica, recorriend­o el vínculo profundo que hay entre la ética y el interés por lo bello; entre la ciencia, como expresión de bondad, y la poesía. Porque para Goethe, la Naturaleza siempre imagina las formas en las que se manifiesta.

Según relató en su versión romántica del mito fáustico, la Naturaleza guarda un misterio que impide ser desvelado, por ello, forzarla a hacerlo con “palancas y tornillos” sería una verdadera agresión. En todo caso, la única manera posible de conocer el secreto que esconde la Naturaleza sería mediante la expresión artística. Solo el arte consigue hacernos ver más allá de lo visible. De esta manera, con la imaginació­n sensorial podemos llegar a la exactitud científica. Goethe se servía del dibujo como ejemplo, porque el dibujante penetra en la superficie de las cosas hasta alcanzar la interiorid­ad de las mismas.

La visión romántica de Goethe era la de un ecologista que pensaba en el pasado, no para retornar a él, sino para repensar el presente en función del futuro. Por ello, su intento de alcanzar a Lucrecio quedó expresado en el poema titulado La metamorfos­is de las plantas,

donde Goethe nos cuenta la ascensión de las plantas hacia la unidad trascenden­te. El poema abre la edición de su ensayo que, con el mismo título, acaba de ser publicado en castellano por Atalanta. Se trata de una bella edición donde Goethe sistematiz­a su pensamient­o a la manera de los trabajos de Linneo, en 123 párrafos numerados. A medida que vamos leyendo, nos damos cuenta de cómo la Naturaleza está estrechame­nte vinculada a la imaginació­n. De esta manera, podemos imaginar el crecimient­o de las plantas a partir de las observacio­nes del poeta, desde los primeros órganos, los cotiledone­s, hasta que se alcanzan formas cada vez más complejas. Porque cuando la Naturaleza imagina una forma, la está inventando, es decir, juega con ella, crea y recrea la diversidad de la vida. Por decirlo a la manera de Pierre Hadot en su ensayo El velo de Isis (Alpha Decay), la Naturaleza, para Goethe, es juguetona. “Sentada en su mesa de juego, juega a doble o nada”.

En el ensayo La metamorfo

sis de las plantas, intenta alcanzar el fenómeno que daría origen a los demás fenómenos; el prototipo original a partir del cual nacerían las demás plantas. De la misma manera que la formación de los huesos del cráneo supone la metamorfos­is de la vértebra, y del mismo modo que la formación de los colores es una metamorfos­is de la luz, la formación de la planta es una metamorfos­is de la hoja. Su teoría foliar tuvo muchos seguidores, entre ellos, cabe destacar a

Henry David Thoreau, autor norteameri­cano de enorme vigencia en nuestros días al ser redescubie­rto por los movimiento­s ecologista­s. Para Thoreau, en la arena hay “una anticipaci­ón” de la hoja vegetal. La tierra se expresa en forma de hojas porque su interiorid­ad trabaja con esa idea, la imagina y con ello la manifiesta. “Las plumas y las alas de los pájaros son hojas aún más secas y delgadas”, sigue diciendo Thoreau en Walden, su ensayo sobre la vida en los bosques.

Con todo, la visión de Goethe queda más cerca de la visión fenomenoló­gica que de la visión científica tradiciona­l. Pero el propósito de descubrir la unidad subyacente bajo los organismos vivos, convirtió a Goethe en un aventajado en el tiempo. Porque Goethe contribuyó a abrir el camino a Darwin para su teoría de la evolución biológica por selección natural

La visión romántica de Goethe era la de un ecologista que pensaba en el pasado, no para retornar a él, sino para repensar el presente en función del futuro.

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