El Colombiano

DOS POCOS DONANTES PREOCUPA A BANCOS DE SANGRE DE ANTIOQUIA QUE AGOTAN RESERVAS COMO EL DE LA CLÍNICA CARDIO VID

- Por ANA CRISTINA RESTREPO J. redaccion@elcolombia­no.com.co

Esta semana regresó de vacaciones buena parte de los colegios privados de calendario A. “Regresar” es una forma de decirlo: oprimirán el botón “on” de sus dispositiv­os y se reconectar­án con sus profesores y compañeros.

Todos tendrán algo en común: ninguno pudo traspasar sus límites geográfico­s inmediatos. Si acaso, algunos desobedien­tes de las medidas sanitarias (¡Instagram y Snapchat, los grandes delatores!), o con permisos extraordin­arios, habrán logrado sobrepasar las fronteras de su municipio; otros –muy pocos– habrán ingresado o salido en vuelos humanitari­os por urgencias muy puntuales; pero, por cuenta del coronaviru­s, ayer fue un regreso a clases atípico: sin abrazos, ni besos, ni gritos en los corredores del colegio, ni aventuras para contar. Sin la esperanza de toparse cara a cara con el “crush” (la “traga” de otras épocas) en el recreo, en la fila de la tienda o en las bancas de la ruta escolar.

La pandemia es una gran niveladora: todos han permanecid­o en casa o, por lo menos, relativame­nte cerca de ella, y reinician con la incertidum­bre de cómo se desarrolla­rá este semestre, si será virtual o semipresen­cial en el caso de los colegios privados. Pero estamos hablando de los estudiante­s que se incluyen en el 43,4 % de hogares con internet fijo o móvil, que pueden acceder a educación virtual… porcentaje que se reduce drásticame­nte cuando se tiene en cuenta quiénes, además, cuentan con el privilegio de un dispositiv­o (computador, celular, Tablet, o radio y televisión) para clases a distancia: la pandemia es, a la vez, la gran profundiza­dora de la brecha de desigualda­d en el corto y el largo plazo.

Según el censo del Dane, en Colombia somos 48’258.494 habitantes. El 22,6 % tiene entre cero y catorce años; el 68,2 %, entre 15 y 65 años. Miles de adolescent­es (alumnos de institucio­nes públicas y privadas) se distribuye­n entre esos dos grandes grupos.

Desde el 11 de mayo, el Gobierno determinó que los menores de edad pueden salir de sus hogares por media hora, tres veces a la semana, con el cumplimien­to de las medidas sanitarias. Los niños entre los 6 y 13 años tienen permiso entre las 8:00 y 11:00 a. m.; los adolescent­es de 14 a 17 años, entre las 2:00 y las 5:00 p. m.

Con los aeropuerto­s cerrados para vuelos domésticos y el transporte terrestre restringid­o, basada en la informació­n oficial (conocida y verificada) y sin te

mor a equivocarm­e, la cifra de adolescent­es del interior del país que pudieron viajar al mar durante estas vacaciones es dos. Dos niñas.

Más allá de periodista, soy

madre de familia… de adolescent­es: ¡todo el día resuelvo preguntas incómodas! Estoy de acuerdo con el fiscal general de la Nación: “Siempre, siempre que yo tenga la oportunida­d de viajar con mi familia lo haré”. ¡Pero, por ahora, no podemos!

Los adolescent­es no deben quedar por fuera de esta conversaci­ón.

A Francisco Barbosa, el padre de una adolescent­e, le pregunto como madre (profesiona­l, como él) que trabaja (sin descanso, como él): desde la ética ciudadana, ¿cómo les explico a mis hijos adolescent­es –formados en el valor de las libertades individual­es, el cuidado de la vida y la igualdad de derechos–, que la hija del Fiscal General de la Nación y su amiga, solo dos niñas, sí puedan hacer lo que el resto de niños de todo un país no puede?

¿Cómo les explico a mis hijos adolescent­es que la hija del Fiscal General y su amiga, solo dos niñas, sí puedan hacer lo que el resto de niños de todo un país no puede?

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