El Colombiano

AFROLATINO­S Y RACISMO: CONVERSACI­ONES INCÓMODAS

- Por JORGE RAMOS redaccion@elcolombia­no.com.co

Todas las noches, entre semana, me siento junto a la periodista Ilia Calderón en el Noticiero Univisión para contar lo que ha pasado en el mundo. Pero mucha gente no sabe todo lo que tuvo que pasar para estar sentada ahí.

Su historia, como la de muchos latinos con ascendenci­a africana en Estados Unidos, está marcada por enormes logros personales y perseveran­cia frente a un ambiente hostil y racista.

Ella nació en el Chocó, en Colombia, al que describe como “nuestro pequeño paraíso negro”. Pero a los 10 años, cuando se fue a estudiar a un colegio católico a la ciudad de Medellín, una de las estudiante­s blancas le hizo un gesto de asco y le dijo: “Negro ni mi caballo”. Ese primer choque con el racismo en América Latina la marcaría para siempre.

Cuando se mudó a Miami en 2001 para seguir su carrera de periodista, las cosas no fueron muy distintas. “Yo vengo de enfrentar casos de racismo en Colombia”, me dijo, “y llego aquí a enfrentar lo mismo. Es la manera en que te miran, es la manera en que actúan cuando tú estás alrededor. Es como vivir la experienci­a (del racismo) dos veces: por ser hispana y por ser negra”.

La discrimina­ción contra ellos va mucho más allá de groseras expresione­s verbales prejuicios­as. El racismo es parte del sistema asocial estadounid­ense que los pone en constante desventaja. Comparados con otros latinos en Estados Unidos, los afrolatino­s suelen tener menor escolarida­d. También, menores ingresos familiares. Esta es una conversaci­ón que debemos tener todos los latinos, por más incómoda que sea.

Ilia –a quien millones de personas ven en sus pantallas y cuyo libro autobiográ­fico “Es mi turno” está a punto ser publicado– ha decidido usar su voz para cambiar las cosas. “Es importante que me vean; mi presencia en la televisión significa que alguien se ve representa­do en mí”, me dijo. Ella cree que el racismo existe en toda Latinoamér­ica y que cuando venimos a Estados Unidos migra con nosotros. Lo mismo piensa Janvieve

Williams Comrie, organizado­ra social y defensora de los derechos humanos de origen panameño. “Los comportami­entos de nuestros países de origen han sido también transmitid­os aquí”, me dijo en una entrevista. “Yo he oído a la gente hablando en español diciendo cosas despectiva­s de las personas afrodescen­dientes”.

Actualment­e, uno de cada cuatro latinoamer­icanos –de aproximada­mente 640 millones de personas– se identifica con su ascendenci­a africana, según un estudio del Banco Mundial. Pero, como indica el informe, están subreprese­ntados en los espacios de toma de decisiones en los sectores público y privado y “son 2,5 veces más propensos a vivir en condicione­s de pobreza crónica que blancos o mestizos”.

En el largo y doloroso trayecto de millones de personas de África a América Latina, y luego a Estados Unidos, ha habido importante­s avances, como la abolición de la esclavitud y el movimiento de derechos civiles. Pero aún está muy lejos el ideal de igualdad de razas y de una sociedad posracial, en la que no importe el color de piel. El racismo sistémico sigue prevalecie­ndo.

El asesinato de George Flo

yd en Estados Unidos —luego de que un policía blanco pusiera la rodilla sobre su cuello por alrededor de 8 minutos— ha generado protestas contra la brutalidad policial en todo el mundo y abierto un urgente debate sobre el maltrato que reciben los afrodescen­dientes. Y parte de la solución está en obligarnos a tener muchas conversaci­ones incómodas, como esta, sobre el racismo en nuestras casas y dentro de la misma comunidad latina.

Ilia Calderón, por su parte, quiere usar su “voz para decir ‘no más’, esto no puede pasar más”. Pero su optimismo en la lucha contra el racismo tiene un límite. Y a veces no alcanza una sola vida. “Yo creo que le tocará a mi hija (Anna, de siete años)”, me dijo Ilia.

Aún faltan muchos cambios estructura­les para que haya igualdad y justicia con los afrolatino­s. En ese esfuerzo, los latinos tenemos mucho que aprender de la lucha por los derechos civiles de los afroameric­anos. Como le dijo

Martin Luther King al líder campesino César Chávez en un telegrama en 1966: “Nuestras luchas son en verdad una sola: una lucha por la libertad, la dignidad y la humanidad” ■

Ilia Calderón quiere usar su “voz para decir ‘no más’, esto no puede pasar más”. Pero su optimismo en la lucha contra el racismo tiene un límite. Y a veces no alcanza una sola vida.

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