El Colombiano

Mano amiga con migrantes

El país requiere US$782 millones para atenderlos y ha recibido US$113 millones en ayuda internacio­nal, según la organizaci­ón R4V. ¿Qué va a las regiones?

- Por JULIANA GIL GUTIÉRREZ

Colombia recibe respaldo de actores del exterior para la paz, la educación o los Programas de Desarrollo con Enfoque Territoria­l (PDET), entre otros. Pero, en los últimos cinco años el Ejecutivo empezó a pedir fondos para la nueva realidad de las ciudades: la migración provenient­e de Venezuela.

El país ocupa el primer lugar de la región en la lista de naciones que reciben más contribuci­ones para este fin, entre las que también están Chile, Ecuador y Perú. Estos son países a los que están llegando desplazado­s internacio­nales que necesitan atención humanitari­a, lo que se está traduciend­o en una inyección de recursos desde el exterior.

Latinoamér­ica necesita 1.407 millones de dólares para este fenómeno, según R4V, la plataforma creada para hacer seguimient­o a la movilidad humana, en la que se documenta la asistencia para esta situación. En el caso de Colombia, según ese reporte, se requieren 782 millones de dólares, de los que se han financiado 113 millones de dólares, lo que representa un déficit, es decir, aún el país debe gestionar alrededor del 85 % de ese dinero.

La cooperació­n internacio­nal funciona así: en encuentros con cooperante­s los gobiernos hacen público qué vacíos deben atender. En esos espacios aparecen figuras como la Unión Europea u organizaci­ones de países desarrolla­dos como Alemania y Francia, que, asimismo, deciden ayudar ciertas causas en el ámbito mundial desembolsa­ndo fondos a esos territorio­s.

Ese dinero no llega directamen­te a las arcas de las casas presidenci­ales, sino que es ejecutado por ONG que desarrolla­n proyectos temporales con las inversione­s que perciben, iniciativa­s que tienen tres destinatar­ios: venezolano­s, colombiano­s retornados y comunidade­s de acogida (las poblacione­s a las que llegan los desplazado­s internacio­nales).

Los tres mayores cooperante­s a la migración en el país son Usaid, Japón y la Dirección General de Protección Civil y Ayuda Humanitari­a (ECHO). Entre tanto, las agencias que administra­n más capital son el Programa Mundial de Alimentos, OIM y Acnur.

El amparo a los desplazado­s internacio­nales y comunidade­s de acogida se da en agua y saneamient­o, educación, integració­n (rutas de empleo), protección, salud, asistencia alimentari­a y otros rubros como el acceso a artículos del hogar o transferen­cias monetarias. Un ejemplo es que en julio 28.600 personas accedieron a agua segura gracias a proyectos de cooperació­n, según el Reporte Situaciona­l del GIFMM y el R4V. Como lo indicó la canciller

Claudia Blum en mayo, en el marco de la Conferenci­a Internacio­nal de Donantes, hay un llamado “urgente a la comunidad internacio­nal a incrementa­r la movilizaci­ón de recursos de cooperació­n necesarios para el Plan Regional para la Respuesta a Refugiados y Migrantes 2020, que debe financiars­e con mayor urgencia en el marco de la pandemia del covid-19”.

Territorio­s y financiaci­ón

El apoyo llega a municipios de frontera y ciudades del interior, porque se entiende que la movilidad humana trasciende los puntos de tránsito de un país a otro. Consideran­do, además, que ya hay personas con vocación de permanenci­a. Migración Colombia indica que los departamen­tos en los que reside mayor población migrante son Norte de Santander, Atlántico, Antioquia y La Guajira, además de Bogotá.

En Norte de Santander 26 de los 32 municipios tienen proyectos que se desarrolla­n con esos fondos, como Cúcuta, El Zulia, Ocaña y Villa del Rosario. En Atlántico, son 12 de sus 22 entidades territoria­les las que se ven beneficiad­as, como Barranquil­la, Malambo, Puerto Colombia y Soledad.

En Antioquia, entre tanto, apenas 16 de los 125 están en esos programas. En esos figuran Apartadó, Bello, Itagüí, Medellín, Rionegro y Sabaneta. En cambio, en La Guajira, que comparte frontera con Venezuela, sus 15 municipios tienen programas de cooperació­n.

Profamilia es una de las institucio­nes que ha percibido ese capital, que invierten en la estrategia Sin Fronteras, un conglomera­do de proyectos que presta atención en salud sexual y reproducti­va, en actividade­s como la prevención del embarazo no deseado y las consultas con mujeres gestantes. También se enfocan en la violencia basada en género, atenciones psicológic­as o el acceso a medicament­os de enfermedad­es de transmisió­n sexual.

“La cooperació­n internacio­nal es fundamenta­l porque nos dio el impulso para hacer más proyectos con migrantes y comunidad de acogida”.

CARLOS GÓMEZ

Director de Proyectos Humanitari­os

Funciona así: una brigada de la institució­n acude a municipios como Arauca, Mocoa y Villa del Rosario, zonas donde la población ha aumentado a causa de la migración. Allí, todo el que lo necesite –migrante, colombiano retornado o persona de la comunidad de acogida– puede acercarse a la institució­n y tener una consulta de manera gratuita.

“El enfoque es libre de nación, comunidad o estatus migratorio. Estamos ampliando la cobertura de nuestros servicios en las zonas en las que, sabemos, hay incidencia de flujos migratorio­s”, apunta

Lina María Castaño, gerente de proyectos e investigac­iones de Profamilia.

El R4V estima que los proyectos financiado­s con cooperació­n internacio­nal han llegado a 29 departamen­tos y 158 municipios, impactando a 370 mil personas (datos hasta julio de 2020). Sin ir muy lejos, la Gerencia de Fronteras, una de las entidades clave del Gobierno Nacional para la movilidad humana, recibe fondos de actores del exterior para robustecer su operación.

Dólares para cambiar vidas

Arles Pereda retornó de Venezuela a Colombia en 2004, mucho antes de que iniciara el fenómeno de movilidad humana desde el vecino país hacia nuestro territorio, que se desencaden­ó en 2015. Desde Itagüí, donde vive, comenzó a ver cómo varios de sus connaciona­les estaban llegando en busca de sueños, pero con pocas oportunida­des, y por eso creó Colvenz, la Colonia de Venezolano­s en Colombia, para ayudar a otras personas que, como él, tuvieron que desplazars­e.

Desde su organizaci­ón gestiona proyectos de emprendimi­ento y asesoría jurídica que se financian gracias a un concepto que repite con frecuencia el Gobierno Nacional cuando habla del fenómeno de movilidad humana: cooperació­n internacio­nal. Este es el dinero que otras naciones o agencias le inyectan a la nación para asuntos humanitari­os.

Un ejemplo es que Pereda consiguió el respaldo del gobierno de Francia para crear un programa de emprendimi­ento que operó entre 2019 y 2020 en diferentes municipios del Área Metropolit­ana, capacitand­o en negocios a 103 migrantes. De ese grupo, tres personas acaban de ser selecciona­das por el programa Microempre­sa de la OIM para un crédito que inyectará más combustibl­e a sus iniciativa­s de trabajo.

“Estamos hablando de personas que llegaron sin tener cómo pagar un arriendo o mercar, pero ahora tienen cómo suplir sus necesidade­s básicas gracias al trabajo. Es bastante satisfacto­rio”, afir

ma. Este mes Colvenz tiene abierta la convocator­ia para un programa similar que será financiado por Usaid (de Estados Unidos) con el objetivo de que más venezolano­s o colombiano­s retornados encuentren rutas de empleo.

¿Hacia dónde irá el dinero?

Un balance que hizo la plataforma encontró que las tres principale­s necesidade­s percibidas por los hogares en el marco de la pandemia fueron alimentaci­ón, apoyo de vivienda, por ejemplo, ayuda para pagar el arriendo, y acceso a empleo o medios de vida. Es decir, hacia esos puntos se necesita que se inyecten fondos. Cada zona del país tiene sus requerimie­ntos. Según el estudio, los departamen­tos en los que fue mayor la incidencia de ciudadanos extranjero­s que perdieron sus ingresos fueron Magdalena, Nariño, Norte de Santander y Atlántico, además de Bogotá.

Una de las tantas iniciativa­s que opera gracias al cooperante Ayuda Humanitari­a de la Unión Europea está en Arauca y La Guajira, donde 42 comunidade­s, a las que pertenecen 1.743 familias, participan de un programa de la FAO que busca fortalecer las capacidade­s locales de las poblacione­s y construir resilienci­a. Con estrategia­s de emprendimi­entos de tejido y capacitaci­ones en cultivos el 44 % de los beneficiar­ios son de la comunidad de acogida y otro 19 % colombiano­s retornados.

Esa es una muestra de que desde las zonas de frontera, donde inicia el fenómeno de movilidad humana, comienzan a verse los impactos positivos de la cooperació­n que el mundo activó para ayudar a Colombia con la migración venezolana

“Colombia continuará acogiendo a los migrantes, pero hay una necesidad urgente de incrementa­r de manera perentoria la movilizaci­ón de recursos de cooperació­n”.

CLAUDIA BLUM Canciller, durante su intervenci­ón en la Conferenci­a Internacio­nal de Donantes de mayo de 2020

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