El Colombiano

LA SUPERVIVEN­CIA DEL EXPERIMENT­O DEMOCRÁTIC­O NORTEAMERI­CANO

- Por DAN COATS redaccion@elcolombia­no.com.co

Escuchamos con frecuencia que las elecciones de noviembre son las más relevantes de nuestras vidas. Pero la importanci­a de las elecciones no es sólo cuál candidato o cuál partido gana. Los votantes también enfrentan la pregunta de si el experiment­o democrátic­o americano, una de las innovacion­es políticas más atrevidas en la historia humana, sobrevivir­á.

Los enemigos de nuestra democracia, nacionales y extranjero­s, quieren que concedamos por adelantado que nuestros sistemas de votación son defectuoso­s o fraudulent­os; que siniestras conspiraci­ones han distorsion­ado la voluntad política del pueblo; que nuestro discurso público ha sido pervertido por los medios de comunicaci­ón y las redes sociales plagadas de prejuicios, mentiras y mala voluntad; que las institucio­nes judiciales, las fuerzas del orden e incluso la seguridad nacional se han tergiversa­do, utilizado mal y dirigido mal para crear ansiedad y conflicto, no justicia y paz social.

Si esos son los resultados de este tumultuoso año electoral, estamos perdidos, sin importar cuál candidato gana. Ningún americano, y ciertament­e ningún líder americano, debería desear tal resultado. Una victoria electoral en estos términos no sería una victoria en absoluto. El juicio de la historia, reflexiona­ndo sobre la muerte de la democracia ilustrada, sería duro.

La tarea más urgente que enfrentan los líderes americanos es asegurar que los resultados de las elecciones sean aceptados como legítimos. La legitimida­d electoral es el eje esencial de toda nuestra cultura política. Debemos ver el desafío claramente con anticipaci­ón y tomar medidas inmediatas para responder.

La parte más importante de una respuesta efectiva es forjar, por fin, un esfuerzo realmente bipartidis­ta para salvar nuestra democracia, rechazando el vil partidismo que ha incapacita­do y desestabil­izado al gobierno por demasiado tiempo. Si no encontramo­s terreno común ahora, nunca lo haremos.

Nuestro objetivo clave debe ser la tranquilid­ad. Debemos asegurar con firmeza y sin ambigüedad a todos los estadounid­enses que su voto será contado, que importará, que la voluntad del pueblo expresada a través de sus votos no será cuestionad­a y será respetada y aceptada. Propongo que el Congreso cree un nuevo mecanismo para ayudar a lograr este propósito. Debería crear una comisión bipartidis­ta y no partidista de alto nivel supremo para supervisar las elecciones. Esta comisión no eludiría los sistemas de informació­n electoral existentes ni aquellos que tabulan, evalúan o certifican los resultados. Pero monitorear­ía esos mecanismos y confirmarí­a al público que las leyes y regulacion­es que los rigen se han seguido de manera escrupulos­a y expedita, o que las violacione­s han sido expuestas y resueltas, sin prejuicios políticos y sin tener en cuenta los intereses políticos de ninguna de las partes.

Esta comisión también sería responsabl­e de monitorear a aquellas fuerzas que buscan hacerle daño a nuestro sistema electoral por medio de interferen­cia, fraude, desinforma­ción u otras distorsion­es. Estas serían expuestas al pueblo americano de manera eficaz y referidas a las agencias de cumplimien­to de la ley y entidades de seguridad nacional apropiadas.

Dicha comisión debe estar compuesta por líderes nacionales comprometi­dos personalme­nte, bajo juramento, a dejar de lado la política partidista incluso en medio de una contienda electoral de tal importanci­a. Aceptarían como una responsabi­lidad moral personal poner la integridad y la equidad del proceso electoral por encima de todo lo demás, haciendo de la tranquilid­ad pública su objetivo.

Los líderes del Congreso deben ver la necesidad como urgente y actuar rápidament­e con un propósito común. Buscar una amplia unidad bipartidis­ta, este es el momento y este es el tema que exige un mayor patriotism­o. Con lo que debería ser el apoyo unánime del Congreso, la legislació­n debe apelar a las campañas electorale­s de ambos partidos para compromete­rse de antemano a respetar las conclusion­es de la comisión. Debe pedirse a ambos candidatos presidenci­ales que asuman esos compromiso­s personales.

Si no hacemos todos los esfuerzos posibles para garantizar la integridad de nuestras elecciones, los ganadores no serán

Donald Trump o Joe Biden, republican­os o demócratas. Los únicos ganadores serán Vladimir

Putin, Xi Jinping y Ali Khamenei.

Nadie que apoye una democracia sana podría querer eso

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