EL SEÑOR Q
Las teorías conspirativas tienen el atractivo de explicar asuntos complejos desde lo incomprobable. Sin pruebas que puedan ser refutadas ni argumentos que vayan más allá de grandes fuerzas que todo lo ocultan; lo conspiranoico apela a la agitación, casi infantil, de sentirse superior por ser guardián de un secreto. Este tipo de respuestas oscuras para las preguntas más inquietantes, le hacen el quite a cualquier reflexión. Sus creyentes, con mística religiosa, consideran innecesario el debate porque en el otro siempre hay un enemigo que, o es parte del complot, o simplemente es incapaz de entender la enmarañada red de intereses clandestinos.
A los conspiranoicos nadie los convence de lo errado de sus teorías. Nunca hay pruebas suficientes. Y no me refiero a posturas alternativas, críticas con el discurso oficial. Aquellas investigaciones serias que se esfuerzan por desentrañar las mentiras del poder. Hablo de ofertas tan estrambóticas que resulta increíble que, aún en su locura, no paren de ganar adeptos. Las que insisten en que la tierra es plana o que todas las protestas en el mundo están a la sombra de un único hombre, húngaro y multimillonario. De las que juran que el presidente Donald Trump libra una batalla, casi divina, contra un “Estado profundo” controlado secretamente por élites pedófilas y satánicas.
Hay un grupo que defiende esta última teoría. Se hace llamar QAnon y es racista, de extrema derecha, antisistema y antisemita. Crece exponencialmente en Estados Unidos. Está compuesto por trumpistas que insisten en conspiraciones demoníacas contra el mandatario. Aseguran que el millonario fue reclutado por generales de alto rango que lo ven como el salvador de la patria por ser el único capaz de derrotar a la gran conspiración enemiga integrada por Barack Obama,
Bill Gates, el Papa Francisco y
Ángela Merkel que, según ellos, es hija de Hitler.
Lo que en un primer momento fue visto como una comunidad de delirantes, empieza a ganar tracción, impulsada por el mismo Trump al que le conviene políticamente. El mandatario aceita el engranaje conspiranoico con sus prejuicios y sus ataques violentos a todos aquellos que lo critican. Al nombrar fakenews al periodismo que no lo alaba. Todo le es funcional para sus pretensiones reeleccionistas. Por eso, a QAnon, ni lo critica ni lo cuestiona. “Son personas que aman a nuestro país”, dijo Trump en agosto. “Tengo entendido que les gusto, lo cual aprecio mucho”