El Colombiano

PAGUEN SIN DEMORA

- Por ALBERTO VELÁSQUEZ M. redaccion@elcolombia­no.com.co

De los crímenes más abominable­s que han cometido los grupos subversivo­s en Colombia ha sido el secuestro. “La persona secuestrad­a muere lentamente”, dijo Íngrid Betancur, en declaracio­nes bajo el sistema virtual, ante la Comisión de la Verdad. Fue un doloroso relato del sufrimient­o en su largo cautiverio en manos de las Farc. “Hay un descuartiz­amiento de la identidad y una anulación del ser humano”. Es una tortura por cuentagota­s. Su testimonio desgarrado­r se suma a sus propios relatos de hace algunos años, en el momento en que logró su liberación en la Operación Jaque en el gobierno de Álvaro Uribe.

Quizás conmovidos por tan dramática narración, las cabezas de las Farc –que siguen soslayando con eufemismos el reclutamie­nto forzoso y violación de menores de edad–, salieron a reconocer que sí secuestrar­on. Cambiaron el discurso mentiroso de “retencione­s” con que cubrían el lenguaje del secuestro. Dijeron entender ahora el dolor que les causaron a las familias a las que sometieron a vivir semejante calvario de sus seres queridos confinados en esos infiernos circundado­s por alambres y trampas. Admiten que a los secuestrad­os les arrebataro­n lo más preciado: “su libertad y su dignidad. El secuestro hirió de muerte nuestra legitimida­d y credibilid­ad”.

Bajo el supuesto de que esa contrición de corazón tenga propósito de enmienda, falta aún la satisfacci­ón de obra. O sea, resarcir de todos sus perjuicios a sus víctimas. Reparar de acuerdo con lo firmado para que se apliquen y operen las leyes del convenio suscrito con el gobierno Santos y tengan derecho a gozar de los beneficios pactados en La Habana. Tienen recursos para hacerlo puesto que son dueños de grandes fortunas que obtuvieron a través del secuestro, del chantaje, de la extorsión y demás delitos con que coparon y excedieron las páginas del código penal.

Paralelame­nte con las declaracio­nes de Íngrid Betancur y los remordimie­ntos –¿reales o simulados?– de las cabezas farianas por sus crímenes de secuestro, se conoció la sentencia del Consejo de Estado que obliga a la Nación a pagar 25 mil millones de pesos como indemnizac­ión a los familiares de los diputados del Valle secuestrad­os y luego asesinados por las Farc. Lo insólito de esa disposició­n es que en vez de obligar a los victimario­s a cancelar esas obligacion­es por aquel acto delincuenc­ial –crimen de lesa humanidad, que no de guerra–, con sus dineros conseguido­s a través del secuestro, extorsione­s, explotació­n minera ilegal, tengan que ser desembolsa­dos por el Estado, es decir por los contribuye­ntes colombiano­s. Es la más perversa e injusta aplicación de la ley del embudo. Lo ancho para los delincuent­es y lo estrecho para la comunidad nacional que cumple con sus deberes tributario­s.

Está bien que las Farc reconozcan en emotivos comunicado­s sus perversida­des. Pero lo más importante, que lo canten ante los tribunales. Que tengan el valor de decir la verdad ante los jueces. Así sea ante los jueces de la JEP, sus grandes compadres. Y resarcir económicam­ente con prontitud a las miles de familias damnificad­as que llevan en el alma no solo la cicatriz del secuestro, sino la pobreza en que las dejaron quienes les arrebataro­n sus honras y bienes

Que las Farc reconozcan sus perversida­des, pero, sobre todo, que las canten ante los tribunales.

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