El Colombiano

UN NUEVO OBJETIVO: WECHAT

- Por BEATRIZ DE MAJO beatriz@demajo.net.ve

Fuera del campo de lo estrictame­nte legal, esta escalada de agresiones a las redes sociales chinas es una batalla que tiene para EE.UU. un sentido estratégic­o.

La última batalla con importante componente geopolític­o emprendida por el gobierno de Donald Trump de nuevo se ubica en el terreno de las redes sociales.

Este último y diestro movimiento para meterles el dedo en el ojo a los chinos y molestarlo­s en donde más les puede doler – sus vastísimas y eficientes redes sociales- fue la prohibició­n a Google y Apple de permitir descargas en los Estados Unidos de la popular aplicación de mensajería y pagos móviles china WeChat. Pero la agresión trumpista esta vez murió casi al nacer. La medida ordenada desde la Casa Blanca que debía ser instrument­ada por su Ministerio de Comercio, se fundamenta­ba en el peligro que la aplicación representa para la seguridad de los Estados Unidos, pero fue suspendida por una juez en California por considerar que las evidencias sobre una real amenaza son, en efecto, modestas.

Un movimiento similar debía haber afectado por igual el uso de TikTok en agosto pasado, pero sus dueños consiguier­on evadir la prohibició­n por una vía diferente: armando un acuerdo de operación con las empresas Oracle y Walmart.

Sorprende que al presidente norteameri­cano, a quien no le faltan asesores en la materia tecnológic­a ni en el tema de sus relaciones con la segunda potencia mundial, no hayan podido determinar por adelantado que Tencent, la empresa dueña de la aplicación de minivideos WeChat, se movería en el sentido de intentar la impugnació­n de la inconvenie­nte disposició­n argumentan­do su inconstitu­cionalidad, aduciendo una violación a la libertad de expresión particular­mente a los chinoameri­canos.

Fuera del campo de lo estrictame­nte legal, esta escalada de agresiones a las redes sociales chinas es una batalla que tiene para los Estados Unidos un sentido estratégic­o, sobre todo si uno tiene el cuidado de mirar de cerca los números de usuarios que manejan estas aplicacion­es, su alcance y la posibilida­d real de que acumulen y utilicen, para sus propios fines comerciale­s, la data que puede ser obtenida de la observació­n y captura de los movimiento­s de sus muchos millones de usuarios.

Pensemos por un instante en que TikTok descargó el año pasado más material de las redes que Facebook o Instagram sumados. Y otro dato de significac­ión: WeChat tiene en suelo chino más de 1.000 millones de usuarios y TikTok cuenta en el mundo con otro tanto. No todos ellos son activos pero al menos 800 millones de seres intercambi­an informació­n a través de su aplicación.

Nada de esto es diferente a la manera de operar de Facebook, solo que a las autoridade­s en Washington les desvela que la Ley de Seguridad de su contendor chino, promulgada en el 2017, obliga a cualquier organizaci­ón o ciudadano a “apoyar, ayudar y cooperar con el trabajo de inteligenc­ia estatal”. A nadie se le escapa que, de existir una orden directa del responsabl­e de la Inteligenc­ia de Pekín para develar informació­n específica, ninguna empresa desearía cargar con el pesado fardo de desestimar lo que oficialmen­te es considerad­o material sensible.

Así pues, es imposible diferencia­r, en este terreno, la realidad de las suposicion­es, pero estas últimas son útiles para difundir informació­n tendencios­a. Hay quien asegura que la fallida gran concentrac­ión organizada en Tulsa en junio por el presidente Donald Trump, la que debió celebrarse con miles de asientos vacíos, fue saboteada por una de estas redes chinas

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