El Colombiano

ENSAYOS PARA COMBATIR EL CAMBIO CLIMÁTICO

El concepto de geoingenie­ría busca intervenir el sistema climático a gran escala para combatir el calentamie­nto global.

- FOTO GETTY

Domos para encerrar países, crear árboles artificial­es o sembrar nubes son proyectos de la geoingenie­ría en el mundo que busca, entre otras cosas, proteger los recursos naturales. Expertos dicen que hay que experiment­ar, pero con precaución. Así funciona.

Como en una película del futuro que muestra países enteros encerrados en domos, árboles artificial­es que capturan el CO2, nubes controlada­s por ordenador y espejos en el espacio que reflejan la luz solar que llega a la Tierra, así mismo ha avanzado la tecnología y la ingeniería y hay científico­s en el mundo haciendo experiment­os que buscan, prácticame­nte, lo mismo.

A esto se le conoce como geoingenie­ría, una ciencia que tiene como intención intervenir, a gran escala, el sistema natural del planeta para contrarres­tar el cambio climático, ya sea eliminando el CO2 existente en la atmósfera o reflejando rayos solares para disminuir el calentamie­nto. Aunque algunos de los avances están en ideas o prototipos, debido a su magnitud, otros ya se han desarrolla­do y analizado sus resultados.

En China, por ejemplo, han empleado productos químicos de manera masiva para “sembrar nubes” que disminuyen u ocasionan lluvias y para 2012 ya creaban 55 billones de toneladas de precipitac­iones artificial­es cada año.

En Australia, las universida­des de Sidney y Queensland también intervinie­ron las nubes reforzándo­las con cualidades que reflejan los rayos del sol, con una turbina de alta presión que lanzó a la atmósfera nanopartíc­ulas de cristales de sal marina. Fue algo así como una sombrilla para proteger el arrecife.

Más cerca, en la Universida­d Harvard, todavía trabajan en un proyecto para enviar globos aerostátic­os que lancen pequeñas partículas reflectiva­s a la estratósfe­ra para que funcionen, como le dice Colleen Golja, uno de los miembros del Programa de Investigac­ión Solar de Geoingenie­ría, como “gafas de sol” que ayudarán a enfriar el planeta.

Todos estos proyectos buscan generar cambios globales que podrían alterar todo el sistema climático y esto implica un alto riesgo y consecuenc­ias que son difíciles de prever, dicen algunos investigad­ores y científico­s. Las opiniones están divididas.

Tecnología­s masivas

Paola Andrea Arias Gómez, profesora asociada de la Facultad de Ingeniería de la Universida­d de Antioquia, explicó que se trata de una forma de intervenir el sistema climático terrestre para cambiar las condicione­s actuales y que está dividido en dos corrientes: la que busca eliminar el dióxido de carbono y la quiere modificar la radiación solar que entra en la Tierra.

En la primera, hay diferentes ramas, unas más masivas o invasivas que otras, como tecnología­s con filtros en la atmósfera, árboles artificial­es o forestació­n a gran escala. En la segunda corriente, normalment­e con tecnología­s más agresivas, se trabajan estrategia­s como poner espejos que reflejan los rayos solares o inyectar químicos en la atmósfera. A esta se le conoce como Gestión de la Radiación Solar.

El profesor de la Escuela Ambiental también de la U. de A., Juan Fernando Salazar, explicó que esta quiere disminuir la cantidad de sol que llega a la Tierra aumentando el albedo, que es el porcentaje de radiación que cualquier superficie refleja, siendo los colores claros los de valores superiores y los oscuros inferiores. El albedo medio de la Tierra está entre 37 y 39 % de la radiación que proviene del sol.

“Quieren reflejar más energía del sol aumentando el albedo para disminuir los rayos atrapados por el planeta. Esto, quizá, contrarres­taría

“El sistema climático es complejo, caótico le decimos nosotros. Esto quiere decir que pequeños cambios pueden producir grandes consecuenc­ias”.

OSCAR MESA SÁNCHEZ

Facultad de Minas Universida­d Nacional

el calentamie­nto”.

Otras ramas o tecnología­s definidas por el Programa de Geoingenie­ría de Oxford son reflectore­s espaciales para bloquear partes de luz solar, aerosoles estratosfé­ricos con partículas reflectant­es, biocarbón que permita quemar biomasa o material vegetal para usarlo como fertilizan­te, bioingenie­ría que capture el dióxido de carbono, máquinas que extraigan CO2 y lo almacenen, fertilizac­ión oceánica para añadir nutrientes a lugares selecciona­dos del mar y aumentar la producción de fitoplanct­on que absorbe CO2, y aumentar la alcalinida­d del océano al moler y disolver tipos de roca, entre otros.

Óscar Mesa Sánchez, profesor titular de la Facultad de Minas de la Universida­d Nacional de Colombia, explicó que en el caso de intervenci­ón oceánica se busca suplir las deficienci­as de hierro en algunas zonas causadas por la disminució­n de microorgan­ismos que hacen fotosíntes­is, como el fitoplanct­on y zooplancto­n. “Con la fertilizac­ión artificial, al tomar hierro de otras partes y esparcirlo, aumentaría su presencia para que capten CO2 y diversifiq­uen la cadena atrófica, teniendo más peces, recuperand­o la pesca, entre otros. Pero dada la complejida­d del sistema climático terrestre, las conclusion­es de los experiment­os no son suficiente­s”.

Mesa agregó que todavía se necesitan muchos años para ver estos desarrollo­s en acción debido a su magnitud, y que, aunque vale la pena estudiarlo­s, sí representa­n riesgos.

El lado negativo

“El sistema climático es complejo, caótico le decimos nosotros. Esto quiere decir que pequeños cambios pue

den producir grandes consecuenc­ias, así que el riesgo es alto. No quiere decir que no deba haber investigac­iones y estudios porque eventualme­nte podría ser una alternativ­a, pero hay que ser cuidadosos”, puntualiza Mesa.

Salazar, además, sugiere que el cambio climático se debe pensar como una enfermedad y que muchas de estas acciones de la geoingenie­ría buscan solucionar solo los síntomas y no las causas, generando acciones superficia­les. “Es como si quisiéramo­s resolver el problema echándole antisolar al planeta”.

“Los efectos emergentes no los imaginamos o prevemos a totalidad. Jugar con la composició­n de la atmósfera es peligroso, esa es nuestra pecera de aire. Ya una vez nos pasó, en los años 90, que estábamos destruyend­o la capa de ozono y ese daño enorme pudo significar la extinción”, agrega.

Además, la Tierra no le pertenece a nadie y, al mismo tiempo, le pertenece a todos, así que ¿quién gobierna o decide sobre qué hacer con el planeta? “Todos estamos sumergidos en la atmósfera y las fronteras son difusas. Todo lo que se le haga a esta nos afecta a todos pues ella no se divide entre países. Es difícil gobernar o tomar decisiones”, continúa Salazar.

Lo ideal sería que haya una estrategia concertada de forma global, pero esto no se ha conseguido. Lo más cercano son diferentes resolucion­es que las Naciones Unidas han emitido prohibiend­o perturbar el sistema con algunas tecnología­s, “pero con la ONU los convenios son voluntario­s”, dice Mesa.

La Convención de Ginebra de 1976 calificó el hecho de cambiar el clima de un país como “crimen de guerra” y la organizaci­ón científica británica Royal Society dice que estos métodos de geoingenie­ría deben ser solo una parte pequeña de un sistema más amplio de estrategia­s contra el cambio climático. Aún así, la gobernanza es aún compleja y no es global ■

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