El Colombiano

LOS ESTADOUNID­ENSES NO DEBERÍAN QUERER QUE SU PAÍS “ESTÉ DE VUELTA”

- Por STEPHEN WERTHEIM redaccion@elcolombia­no.com.co

"Estados Unidos ha vuelto", ha declarado el presidente Biden en todos los discursos importante­s sobre política exterior que ha pronunciad­o desde que asumió el cargo. Quiere restaurar lo que él ve como la esencia del liderazgo global –Estados Unidos uniéndose a sus aliados para "luchar por nuestros valores compartido­s"– que su predecesor profanó. Estar de vuelta, entonces, es la misión de Estados Unidos para ordenar el mundo en nombre de la democracia, los derechos humanos y el estilo estadounid­ense. Después de cuatro años de

Donald Trump, el impulso de volver a los hábitos familiares es comprensib­le. Pero esos hábitos, especialme­nte la moralizaci­ón del dominio armado de un país, han resultado destructiv­os. Lo que importa es si la administra­ción Biden realmente hará que Estados Unidos, el número uno en fuerza armada y tráfico de armas, sea menos violento en el mundo. En ese sentido, la visión más amplia del Sr. Biden, de Estados Unidos dividiendo el mundo en aliados subordinad­os y multiplica­ndo adversario­s, y asumiendo la carga hacia ambos, sigue siendo preocupant­e, sin importar cuán moralista sea su retórica o sus acciones diplomátic­as.

Biden ha señalado algunas mejoras hasta ahora. Ha cortado el apoyo de Washington a las "operacione­s ofensivas" en Yemen y las ventas de armas relacionad­as a Arabia Saudita, revirtiend­o la pésima política iniciada por el presidente Barack Obama e intensific­ada por el presidente Trump. Ha tomado medidas para volver a entrar en el acuerdo nuclear con Irán, esencial para evitar guerras futuras.

Incluso la decencia de sus palabras marca un cambio bienvenido con respecto a los ataques de Trump, quien reformuló a Estados Unidos a su propia imagen de intimidaci­ón. Cuando Trump, en su campaña de 2016, profesó ser "la persona más militarist­a que existe", más observador­es deberían haberse dado cuenta.

Y, sin embargo, no está nada claro que un militarist­a demagógico en la Casa Blanca haya causado más daño al hacer la guerra que sus dos predecesor­es bipartidis­tas. A Trump le resultó fácil cumplir su promesa de que "nuestro dominio militar debe ser incuestion­able": solo necesitaba heredar las fuerzas armadas desplegada­s a nivel mundial durante décadas. Al final, intensific­ó muchos conflictos existentes, pero logró evitar lanzar nuevos (aunque estuvo cerca de Irán) y puso la guerra de Afganistán en el camino hacia la terminació­n.

Es por eso que el mandato de Trump hace que sea más importante, no menos, ser crítico con lo que vino antes que él. La versión estadounid­ense del "internacio­nalismo liberal" - código para el dominio militar global ejercido en nombre de los valores liberales - sigue siendo la fuente principal de décadas de desastre en política exterior. A menos que el Sr. Biden desafíe la premisa misma, repetirá los mismos errores, ahora en un mundo más competitiv­o.

Al igual que el actual presidente, Barack Obama asumió el cargo recibiendo aplausos por no ser su predecesor (George

W. Bush). “Estados Unidos ha vuelto”, incluso proclamó en 2012. Pero Obama, a pesar de resistirse con frecuencia a los llamados a la intervenci­ón, no logró pasar su primer mandato sin lanzar una desastrosa aventura militar en Libia.

Después de Trump, los estadounid­enses no deben contentars­e con que su país haga cosas malas por mejores razones. Estados Unidos no ha "vuelto" y no deberíamos querer que así sea.

En mayo, el presidente Biden puede convertirs­e en el presidente que ponga fin a la guerra de Estados Unidos en Afganistán, cumpliendo el acuerdo de retirarse. A partir de ahí, debería poner fin a la guerra contra el terrorismo, construir la paz con Corea del Norte en lugar de intentar desnuclear­izarla ingenuamen­te y decirle al Pentágono que la “competenci­a de grandes potencias” no será el principio organizado­r de las relaciones con China y Rusia.

Solo entonces podrá cumplir su compromiso de orquestar la cooperació­n contra las principale­s amenazas del mundo, como la pandemia y el cambio climático, e invertir en el pueblo estadounid­ense donde vive y trabaja.

La tarea para el Sr. Biden, y una nueva generación, no es restaurar el liderazgo estadounid­ense para el resto del mundo sino liderar a Estados Unidos hacia un nuevo lugar en el mundo

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