UN NUEVO EJE BUENOS AIRES - MÉXICO
La visita del presidente de Argentina, Alberto Fernández, a su homólogo mexicano Andrés
Manuel López Obrador, plantea la constitución de una nueva alianza progresista latinoamericana tras un lustro en el cual la derecha había tomado la delantera. A diferencia de la primera década del siglo, en la cual la izquierda tuvo en el hemisferio una preeminencia impulsada por las condiciones económicas, ahora su retorno afronta las dificultades de naciones colapsadas por una pandemia que está lejos de terminar.
La América Latina de hoy dista mucho de aquella que despuntó en los 2000. La oleada de izquierda de los primeros 15 años reemplazada luego por la llegada de gobiernos de centro
o, directamente de derecha, dio paso a una especie de equilibrio geopolítico en el que las tendencias opuestas buscan convivir diplomáticamente. Los discursos altaneros, los insultos y los reproches tan frecuentes en figuras como Hugo
Chávez o Rafael Correa, parecen concentrados ahora en un aislado Maduro al que se ve como una figura incómoda incluso para sus aliados.
El camino de la nueva alianza no es fácil. Ambos presidentes atraviesan en sus países críticas feroces. AMLO por el manejo dado a la pandemia (además de un enorme lío político por su defensa de un candidato de su partido a gobernador del Estado de Guerrero acusado de agresión sexual), y el peronista por el escándalo que desató la revelación de una lista de vacunados “V.I.P”: políticos, periodistas y familiares de dirigentes que aprovecharon su cercanía con el poder para recibir la inoculación.
Aún así, el apretón de manos entre ambos presidentes visto en Ciudad de México se propone como una renovación del mapa continental. La derecha pasa por horas bajas. En Chile, Piñera se acerca al final de su mandato, en Brasil, Bolsonaro navega una nación que parece no salir nunca de una eterna tormenta y Ecuador, con el cierre del mandato de
Lenin Moreno, abre las puertas a una muy posible presidencia de
Andrés Arauz.
Queda claro que, por más enviones que veamos de un lado o del otro, estamos más cerca de un empate entre fuerzas que de un nuevo periodo de dominio estratégico. Eso lo sabe México y Buenos Aires. Por eso, también, el tono de su discurso se aleja de la altanería y pretende acercar posiciones con una mirada menos combativa