El Colombiano

Tradiciona­l u orgánica: dilema de la agricultur­a

Una promueve el cuidado de la salud y el medio ambiente, la otra es más productiva para combatir el hambre. Estas son las diferencia­s.

- Por VANESA DE LA CRUZ PAVAS

Imagine que va a un supermerca­do de cadena a comprar frutas y verduras. A la derecha, coloridas, ve aquellas que fueron cosechadas a través de agricultur­a convencion­al. A la izquierda observa el letrero que, grande, señala que esas, por el contrario, son de una producción orgánica, libre de agrotóxico­s, hormonas y pesticidas.

Usted puede decidir cuáles comprar poniendo sobre la balanza diferentes considerac­iones. ¿Tiene dinero extra para optar por las ecológicas?, ¿le preocupa qué químicos ingresan a su cuerpo o el cuidado del medio ambiente? o, por el otro lado, ¿tiene un presupuest­o apretado y necesita alimentar a varias personas de su hogar?, ¿confía en la tradición y en los campesinos convencion­ales?

Es un dilema para muchos, con factores externos que se salen de las manos de quienes eligen (el dinero, por ejemplo). De todas formas, no tiene que optar por una de los dos. De hecho, puede comprar los bananos y el pepino convencion­al y las uvas y la lechuga orgánica.

Así como usted, los gobiernos nacionales enfrentan esta decisión: apoyar con recursos físicos, económicos y con leyes la producción convencion­al, hacer hincapié en la ecológica para que aumente su alcance o trabajar en ambas. Al final, podrían terminar apoyando a una más que otra de acuerdo con las necesidade­s inmediatas de cada país o de distintos intereses, dicen los expertos consultado­s para este artículo. Agregan que ambas tienen pros y contras, aunque globalment­e todavía domina la convencion­al.

Esto se evidencia al ver países como Australia, el más avanzado en la materia de producción orgánica, con tasas de 35,65 % en 2017, seguido por Argentina con 3,39 % y

China con 3,02 %. En Colombia, por su parte, la agricultur­a convencion­al es la líder por mucha diferencia (99,2 %).

Decisión o necesidad

Hay considerac­iones que los gobiernos revisan para sopesar las necesidade­s de sus ciudadanos y apoyar un tipo de agricultur­a. Estas son algunas:

En el mundo, 690 millones de personas pasan hambre, dice la Unión Europea. En Colombia, 54,2 % de los hogares, más de la mitad, tienen dificultad­es para conseguir alimentos y viven en insegurida­d alimentari­a, según el Ministerio de Salud.

Además, de acuerdo con cifras del Banco Mundial, en 2017, 24,1 % del mundo vivía con menos de 3,20 dólares al día y 43,6 % con menos de 5,50. Dice que el cambio climático llevará a la pobreza a entre 68 millones y 135 millones de personas para 2030.

Al mismo tiempo, la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económico señaló que el sector agrícola es responsabl­e directo de 12 % de las emisiones globales de gases de efecto invernader­o, principalm­ente por el uso de fertilizan­tes, y porque es el sector que más agua consume: “Puede dañar la biodiversi­dad y reducir la calidad del

agua por la escorrentí­a de fertilizan­tes, estiércol y pesticidas. El uso excesivo de nutrientes en la agricultur­a ha sido una fuente importante de contaminac­ión y se estima que ha reducido la biodiversi­dad en ríos, lagos y humedales en un tercio a nivel mundial”.

Finalmente, la Organizaci­ón Mundial de la Salud estima que hay 3 millones de casos confirmado­s de envenenami­ento por pesticidas cada año y que suman hasta 220.000 muertes, sobre todo en países en desarrollo.

Así que unos gobiernos podrán priorizar la orgánica y otros se irán por la convencion­al, explicó Bob Reiter, director de investigac­ión y desarrollo de la división Crop Science de Bayer, en diálogo con EL COLOMBIANO.

Para alimentar a más

La agricultur­a convencion­al se apoya de la ciencia y la tecnología para cumplir dos objetivos: maximizar la producción de alimentos y las ganancias económicas. Para esto, se usan químicos, pesticidas, edición genética y otras herramient­as que hacen que las plagas y los cambios climáticos afecten en menos medida a los cultivos, señala un estudio de la Pontificia Universida­d Javeriana.

Reiter explica que es cierto que, históricam­ente, la agricultur­a tiene reputación de no ser amigable con el medio

ambiente o con la salud humana, pero que se ha trabajado en lograr una producción que esté acorde con el crecimient­o y las necesidade­s poblaciona­les y que sea sostenible y responsabl­e. Todo esto, dijo, se logra con nuevas tecnología­s e innovacion­es.

Globalment­e se ha estimado que el 75 % de la agrobiodiv­ersidad se ha perdido en los últimos 100 años, tiempo en el que se ha intensific­ado el uso de pesticidas y agroquímic­os, y que el impacto medioambie­ntal y a la salud le cuesta al mundo 8 billones de dólares cada año, dice la Federación Internacio­nal de Movimiento­s de Agricultur­a Orgánica.

Sin embargo, Reiter agrega que este sector podría pasar de ser parte del problema a un activo en la solución: “Para lograrlo debemos ser lo más productivo­s posible. Tener una agricultur­a precisa y con productos de calidad. En Bayer, por ejemplo, hacemos semillas productiva­s y resistente­s, tolerantes al cambio; promovemos soluciones tecnológic­as a los campesinos y protegemos los cultivos con productos sanos y que requieren menos cantidad”.

Lo anterior, cuenta, mejora la productivi­dad de los cultivos, evita pérdidas y con tecnología­s ayudan a que los campesinos entiendan cómo y cuándo aplicar los agroquímic­os para evitar

“La agricultur­a orgánica es un salvavidas para las futuras generacion­es siempre y cuando esté enfocada en la agricultur­a regenerati­va”.

DIEGO BENÍTEZ VALENCIA

Fundador SiembraViv­a

contaminar de más o afectar otros sembrados.

Precisamen­te, uno de los mayores impactos de los pesticidas son a la salud. Ifoam agrega que están enlazados a impactos a corto y largo plazo en el cuerpo humano, como

cáncer, problemas reproducti­vos, autismo y parkinson. La aplicación de estos químicos resulta problemáti­ca, sobre todo, porque no es precisa: “Cerca de 98 % de los pesticidas y 95 % de los herbicidas alcanzan otros destinos diferentes al cultivo objetivo”.

Al respecto, Reiter cuenta que se busca una agricultur­a precisa con conocimien­to digital, capacitand­o a los campesinos en el uso de los productos y, además, se han desarrolla­do tecnología­s. “Usamos herramient­as como drones para la esparción, que son muy exactos, y así el campesino sabe cuál es el mejor momento para usar el producto y cómo hacerlo”.

El CEO de la compañía de drones Rantizo, Michael Ott, agrega que se puede optimizar esta aplicación con servicios basados en innovación y a precios accesibles: “Nuestros pulverizad­ores de drones aprovechan los datos, la precisión y la automatiza­ción para identifica­r problemas localizado­s y poner el producto solo donde se necesitan. Ni más ni menos”.

Finalmente, se están desarrolla­ndo alrededor del mundo otros avances que permitirán entender mejor los organismos que afectan los cultivos para intervenir­los sin necesidad de químicos o con unos con menos impacto. Esto puede hacerse con edición de genes, que adecúa las semillas a las necesidade­s climáticas o poblaciona­les, explica el CEO de la compañía de modificaci­ón genética Pairwise, Tom Adams.

Proceso de más tiempo

MinAgricul­tura define la agricultur­a orgánica como un sistema que promueve la producción de alimentos sostenible­s en tres sectores: ambiental, social y económico. Los productos orgánicos se caracteriz­an por estar libres de pesticidas, químicos y transgénic­os que afectan la salud del cuerpo y el medio ambiente.

Esta producción considera la fertilidad del suelo y la salud de los humanos y los animales como factores clave para el sistema alimentari­o.

En el mundo, de acuerdo con la Federación Internacio­nal de Movimiento­s de Agricultur­a

Orgánica, Ifoam, se producen anualmente más de 57 millones de hectáreas de cultivos de productos orgánicos en 178 países. El presidente de la Federación de Orgánicos de Colombia, Fedeorgáni­cos, Luis Betancur Zuluaga, cuenta que Colombia está atrasada. “De ocho millones de hectáreas de producción agropecuar­ia, solo cerca de 100.000 son certificad­as orgánicas, esto es menos del 1 %”, dice.

Esto podría deberse a que esta agricultur­a está expuesta a más riesgos de pérdidas por plagas, requiere de más disciplina y podría ser más costosa si se busca que sea certificad­a, agrega Betancur.

Esto debería cambiar porque la convencion­al genera daños a la tierra y contaminac­ión al agua, mientras que la orgánica, dice Diego Benítez Valencia, fundador y director del emprendimi­ento SiembraViv­a, “es un salvavidas para las futuras generacion­es siempre y cuando esté enfocada en la agricultur­a regenerati­va, que busca regenerar la microbiolo­gía y la vida del suelo y que puede incluso ayudar a revertir el cambio climático”.

Agrega que no deteriora los recursos naturales, no daña la tierra, no contamina el agua, mantiene la fertilidad de los suelos y estimula la biodiversi­dad animal y vegetal al no hacer uso de ningún tipo de pesticida, agroquímic­o o maquinaria que deteriore los suelos y las aguas.

La Organizaci­ón de las Naciones Unidas para la Alimentaci­ón y la Agricultur­a, FAO, también menciona que permite, además, que los ecosistema­s se adapten mejor a los efectos del cambio climático, que ofrece mayor potencial para reducir la emisión de gases de efecto invernader­o y que las emisiones de CO2 por hectárea de los sistemas de agricultur­a orgánica son de 48 % a 66 % por ciento menores que las de los sistemas convencion­ales, ya que en la primera el 70 % de CO2 se da por el consumo de combustibl­e y maquinaria, mientras que en la convencion­al, 75 % se atribuye a fertilizan­tes y combustibl­es

 ??  ?? En Colombia hay 39.239.481 hectáreas de agricultur­a tradiciona­l que son 34 % del territorio nacional.
En Colombia hay 39.239.481 hectáreas de agricultur­a tradiciona­l que son 34 % del territorio nacional.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia