Tradicional u orgánica: dilema de la agricultura
Una promueve el cuidado de la salud y el medio ambiente, la otra es más productiva para combatir el hambre. Estas son las diferencias.
Imagine que va a un supermercado de cadena a comprar frutas y verduras. A la derecha, coloridas, ve aquellas que fueron cosechadas a través de agricultura convencional. A la izquierda observa el letrero que, grande, señala que esas, por el contrario, son de una producción orgánica, libre de agrotóxicos, hormonas y pesticidas.
Usted puede decidir cuáles comprar poniendo sobre la balanza diferentes consideraciones. ¿Tiene dinero extra para optar por las ecológicas?, ¿le preocupa qué químicos ingresan a su cuerpo o el cuidado del medio ambiente? o, por el otro lado, ¿tiene un presupuesto apretado y necesita alimentar a varias personas de su hogar?, ¿confía en la tradición y en los campesinos convencionales?
Es un dilema para muchos, con factores externos que se salen de las manos de quienes eligen (el dinero, por ejemplo). De todas formas, no tiene que optar por una de los dos. De hecho, puede comprar los bananos y el pepino convencional y las uvas y la lechuga orgánica.
Así como usted, los gobiernos nacionales enfrentan esta decisión: apoyar con recursos físicos, económicos y con leyes la producción convencional, hacer hincapié en la ecológica para que aumente su alcance o trabajar en ambas. Al final, podrían terminar apoyando a una más que otra de acuerdo con las necesidades inmediatas de cada país o de distintos intereses, dicen los expertos consultados para este artículo. Agregan que ambas tienen pros y contras, aunque globalmente todavía domina la convencional.
Esto se evidencia al ver países como Australia, el más avanzado en la materia de producción orgánica, con tasas de 35,65 % en 2017, seguido por Argentina con 3,39 % y
China con 3,02 %. En Colombia, por su parte, la agricultura convencional es la líder por mucha diferencia (99,2 %).
Decisión o necesidad
Hay consideraciones que los gobiernos revisan para sopesar las necesidades de sus ciudadanos y apoyar un tipo de agricultura. Estas son algunas:
En el mundo, 690 millones de personas pasan hambre, dice la Unión Europea. En Colombia, 54,2 % de los hogares, más de la mitad, tienen dificultades para conseguir alimentos y viven en inseguridad alimentaria, según el Ministerio de Salud.
Además, de acuerdo con cifras del Banco Mundial, en 2017, 24,1 % del mundo vivía con menos de 3,20 dólares al día y 43,6 % con menos de 5,50. Dice que el cambio climático llevará a la pobreza a entre 68 millones y 135 millones de personas para 2030.
Al mismo tiempo, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico señaló que el sector agrícola es responsable directo de 12 % de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, principalmente por el uso de fertilizantes, y porque es el sector que más agua consume: “Puede dañar la biodiversidad y reducir la calidad del
agua por la escorrentía de fertilizantes, estiércol y pesticidas. El uso excesivo de nutrientes en la agricultura ha sido una fuente importante de contaminación y se estima que ha reducido la biodiversidad en ríos, lagos y humedales en un tercio a nivel mundial”.
Finalmente, la Organización Mundial de la Salud estima que hay 3 millones de casos confirmados de envenenamiento por pesticidas cada año y que suman hasta 220.000 muertes, sobre todo en países en desarrollo.
Así que unos gobiernos podrán priorizar la orgánica y otros se irán por la convencional, explicó Bob Reiter, director de investigación y desarrollo de la división Crop Science de Bayer, en diálogo con EL COLOMBIANO.
Para alimentar a más
La agricultura convencional se apoya de la ciencia y la tecnología para cumplir dos objetivos: maximizar la producción de alimentos y las ganancias económicas. Para esto, se usan químicos, pesticidas, edición genética y otras herramientas que hacen que las plagas y los cambios climáticos afecten en menos medida a los cultivos, señala un estudio de la Pontificia Universidad Javeriana.
Reiter explica que es cierto que, históricamente, la agricultura tiene reputación de no ser amigable con el medio
ambiente o con la salud humana, pero que se ha trabajado en lograr una producción que esté acorde con el crecimiento y las necesidades poblacionales y que sea sostenible y responsable. Todo esto, dijo, se logra con nuevas tecnologías e innovaciones.
Globalmente se ha estimado que el 75 % de la agrobiodiversidad se ha perdido en los últimos 100 años, tiempo en el que se ha intensificado el uso de pesticidas y agroquímicos, y que el impacto medioambiental y a la salud le cuesta al mundo 8 billones de dólares cada año, dice la Federación Internacional de Movimientos de Agricultura Orgánica.
Sin embargo, Reiter agrega que este sector podría pasar de ser parte del problema a un activo en la solución: “Para lograrlo debemos ser lo más productivos posible. Tener una agricultura precisa y con productos de calidad. En Bayer, por ejemplo, hacemos semillas productivas y resistentes, tolerantes al cambio; promovemos soluciones tecnológicas a los campesinos y protegemos los cultivos con productos sanos y que requieren menos cantidad”.
Lo anterior, cuenta, mejora la productividad de los cultivos, evita pérdidas y con tecnologías ayudan a que los campesinos entiendan cómo y cuándo aplicar los agroquímicos para evitar
“La agricultura orgánica es un salvavidas para las futuras generaciones siempre y cuando esté enfocada en la agricultura regenerativa”.
DIEGO BENÍTEZ VALENCIA
Fundador SiembraViva
contaminar de más o afectar otros sembrados.
Precisamente, uno de los mayores impactos de los pesticidas son a la salud. Ifoam agrega que están enlazados a impactos a corto y largo plazo en el cuerpo humano, como
cáncer, problemas reproductivos, autismo y parkinson. La aplicación de estos químicos resulta problemática, sobre todo, porque no es precisa: “Cerca de 98 % de los pesticidas y 95 % de los herbicidas alcanzan otros destinos diferentes al cultivo objetivo”.
Al respecto, Reiter cuenta que se busca una agricultura precisa con conocimiento digital, capacitando a los campesinos en el uso de los productos y, además, se han desarrollado tecnologías. “Usamos herramientas como drones para la esparción, que son muy exactos, y así el campesino sabe cuál es el mejor momento para usar el producto y cómo hacerlo”.
El CEO de la compañía de drones Rantizo, Michael Ott, agrega que se puede optimizar esta aplicación con servicios basados en innovación y a precios accesibles: “Nuestros pulverizadores de drones aprovechan los datos, la precisión y la automatización para identificar problemas localizados y poner el producto solo donde se necesitan. Ni más ni menos”.
Finalmente, se están desarrollando alrededor del mundo otros avances que permitirán entender mejor los organismos que afectan los cultivos para intervenirlos sin necesidad de químicos o con unos con menos impacto. Esto puede hacerse con edición de genes, que adecúa las semillas a las necesidades climáticas o poblacionales, explica el CEO de la compañía de modificación genética Pairwise, Tom Adams.
Proceso de más tiempo
MinAgricultura define la agricultura orgánica como un sistema que promueve la producción de alimentos sostenibles en tres sectores: ambiental, social y económico. Los productos orgánicos se caracterizan por estar libres de pesticidas, químicos y transgénicos que afectan la salud del cuerpo y el medio ambiente.
Esta producción considera la fertilidad del suelo y la salud de los humanos y los animales como factores clave para el sistema alimentario.
En el mundo, de acuerdo con la Federación Internacional de Movimientos de Agricultura
Orgánica, Ifoam, se producen anualmente más de 57 millones de hectáreas de cultivos de productos orgánicos en 178 países. El presidente de la Federación de Orgánicos de Colombia, Fedeorgánicos, Luis Betancur Zuluaga, cuenta que Colombia está atrasada. “De ocho millones de hectáreas de producción agropecuaria, solo cerca de 100.000 son certificadas orgánicas, esto es menos del 1 %”, dice.
Esto podría deberse a que esta agricultura está expuesta a más riesgos de pérdidas por plagas, requiere de más disciplina y podría ser más costosa si se busca que sea certificada, agrega Betancur.
Esto debería cambiar porque la convencional genera daños a la tierra y contaminación al agua, mientras que la orgánica, dice Diego Benítez Valencia, fundador y director del emprendimiento SiembraViva, “es un salvavidas para las futuras generaciones siempre y cuando esté enfocada en la agricultura regenerativa, que busca regenerar la microbiología y la vida del suelo y que puede incluso ayudar a revertir el cambio climático”.
Agrega que no deteriora los recursos naturales, no daña la tierra, no contamina el agua, mantiene la fertilidad de los suelos y estimula la biodiversidad animal y vegetal al no hacer uso de ningún tipo de pesticida, agroquímico o maquinaria que deteriore los suelos y las aguas.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO, también menciona que permite, además, que los ecosistemas se adapten mejor a los efectos del cambio climático, que ofrece mayor potencial para reducir la emisión de gases de efecto invernadero y que las emisiones de CO2 por hectárea de los sistemas de agricultura orgánica son de 48 % a 66 % por ciento menores que las de los sistemas convencionales, ya que en la primera el 70 % de CO2 se da por el consumo de combustible y maquinaria, mientras que en la convencional, 75 % se atribuye a fertilizantes y combustibles