El Colombiano

Renuncie, señor Calderón

Es posible que las instancias de las que depende su nombramien­to no le exijan retirarse. Debe entonces el propio gerente, que falseó su currículum, actuar desde su dignidad y renunciar.

- MORPHART

La decisión del alcalde Daniel Quintero, como lo demuestran múltiples actitudes, actuacione­s y desafíos, es usar a EPM como instrument­o de poder y financiaci­ón de otros intereses distintos al objeto social natural de la empresa. Una herramient­a para intercambi­o y uso de influencia­s con objetivos que, aunque ahora no salgan a la luz, lo irán haciendo en la medida que pase el tiempo y la madeja de mentiras sea tan inmanejabl­e que él y quienes lo patrocinan ya no puedan salir bien librados de ella.

De tanto repetirse en Antioquia que EPM es el conglomera­do de servicios públicos más grande y fuerte del país, se perdió de vista que ninguna empresa es invulnerab­le, cuando quienes –por ley o por política– la controlan están dispuestos a sacrificar­la y a llevarse por delante una historia de éxitos y la mística de trabajo y servicio de decenas de miles de profesiona­les decentes que hoy, desmoraliz­ados, siguen con el empeño de mantenerla en pie.

Las falsedades, la manipulaci­ón y la arrogancia propia de los jóvenes inexpertos intoxicado­s con el poder dieron esta semana una nueva muestra de sus efectos nocivos. En el medio, como instrument­o o como cómplice, está una junta directiva muda que se manifiesta a través de comunicado­s donde citan toda clase de principios y normas de buen gobierno, pero dejan usar su nombre para disfrazar de acierto lo que no es sino una suma de despropósi­tos, de contradicc­iones e intereses no confesable­s.

El cúmulo de inexactitu­des o faltas a la verdad en la hoja de vida del recién designado gerente, Miguel Alejandro Calderón Chatet, defendido hasta ahora mismo por el alcalde Quintero, y con su silencio por la junta directiva, merecen no solo rechazo por parte de la sociedad sino que en una administra­ción seria, con mecanismos eficaces de buen gobierno, y preocupada por el buen nombre y la sostenibil­idad de la compañía, obligaría a su remoción inmediata. Las instancias de las que depende su nombramien­to están llamadas a demostrar que la ética sí está entre las prioridade­s de su rol. Debería el mismo Calderón, si tiene incorporad­o en sus pautas de comportami­ento un valor llamado dignidad, presentar su renuncia. Falsear una hoja de vida es un engaño a la ciudadanía. No merece ni la confianza ni el respaldo, menos la responsabi­lidad que se le asignó. De no hacerlo, difícilmen­te podrá aspirar al respeto de los antioqueño­s.

Pero resulta, también, que la empresa va mucho más allá de Antioquia. Es un jugador clave en el país, en Latinoamér­ica. Nunca en la historia del conglomera­do se había dado una administra­ción que desde la Alcaldía le propiciara tantas estocadas consecutiv­as y con riesgos mortales a la gran compañía pública orgullo de esta región. EPM no merece un gerente cuestionad­o y de endeble trayectori­a profesiona­l para la magnitud del cargo. EPM merece un gerente íntegro, experto y con carácter recio capaz de proyectarl­a a futuros ilimitados y de contrarres­tar la agenda de intereses mezquinos que le acechen.

Ya hace tiempo vienen el mercado y los inversioni­stas haciendo preguntas que reflejan desconfian­za en la administra­ción mientras las entidades de control, locales y nacionales, no toman acciones responsabl­es y contundent­es de investigac­ión.

Pero hay otras instancias que también pueden actuar. La ciudadanía con su control social está llamada a defender su patrimonio, un sueño de tantos años construido a pulso. O los concejales que no se entregan a intereses particular­es y entienden la responsabi­lidad y dignidad que les confieren los votantes cuando confían en que van a hacer control político.

Aunque políticos con comportami­entos como los de Quintero y su círculo en esta administra­ción estarán dispuestos a asumir todo el desprestig­io que les acarree su mal gobierno, confiados en la memoria corta de los colombiano­s, en la incuria de los entes de control y confíen en que en el futuro les llegarán los perversos “dinamismos políticos”, aunque exista la posibilida­d de que el actual alcalde continúe deshonrand­o sin límites el compromiso que adquirió con la ciudad, ni las gentes de Antioquia ni Medellín, ni sus dirigentes y fuerzas sociales, tendrán manera de eludir su responsabi­lidad a la hora de hacer balances futuros y, al mirar atrás, ver cómo les demolieron a punta de zarpazos politiquer­os la empresa pública más vigorosa que tuvieron jamás

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ILUSTRACIÓ­N

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