El Colombiano

“No solo para Ecuador, sino para nuestro país, es una buena noticia el triunfo de Lasso en el vecino país. Se esperan tiempos de estabilida­d para poder equilibrar la economía y serenar de nuevo la política”.

No solo para Ecuador, sino para nuestro país, es una buena noticia el triunfo de Lasso en el vecino país. Se esperan tiempos de estabilida­d para poder equilibrar la economía y serenar de nuevo la política.

- MORPHART

Hay varios aspectos a destacar de la victoria de Guillermo Lasso en las elecciones presidenci­ales del pasado domingo en Ecuador. El primero, es la velocidad con que se conocieron los resultados de los comicios, sobre todo si se tiene en cuenta que el conteo de la primera vuelta, que se llevó a cabo el 7 de febrero, se alargó varios días. En esta ocasión, Lasso pudo proclamar su victoria cuando se habían escrutado el 97 % de los votos, a las 10 p.m. del domingo.

Así mismo, hay que hacer notar la gran campaña de Lasso, quien pudo recuperar los 13 puntos que le había sacado Araúz en la primera vuelta. Muy pocos, salvo los suyos, esperaban que lo lograra. En muchos sondeos durante las semanas previas a las elecciones se daba como ganador a su adversario, el correísta Andrés Araúz, aunque en los últimos días se había reducido la diferencia y se hablaba de empate técnico.

Destacable que Ecuador quisiera el cambio después de 10 años de gobierno caudillist­a de la izquierda, con Rafael Correa, y cuatro con el más moderado Lenin Moreno, con una delicada situación precipitad­a por la irrupción de la pandemia, con una cuota de dolor muy alta, en un país donde la crisis sanitaria fue una de las peores de América Latina y trajo elevadas pérdidas económicas, que llevaron al aumento del desempleo y de la pobreza.

Para salir de la crisis Lasso tiene una agenda ambiciosa. Quiere, antes que nada, arreglar las finanzas públicas. Estas se deteriorar­on por cuenta de la política económica de Correa, que se excedió en el gasto público para financiar sus ambiciosos programas sociales y dejó a sus sucesores, como legado, un problema crónico de las finanzas del Estado, que se agravó con la pandemia.

La tarea es difícil porque la economía está muy débil después de una caída del PIB de 7,8 % en 2020 y un crecimient­o esperado de apenas 3,1 % para 2021. Lasso está jugado con el petróleo y quiere doblar su producción en el mediano plazo y crear 2 millones de empleos.

Lasso es amigo del mercado y ha dado muchas señales de ello. De ahí, que los mercados financiero­s recibieran positivame­nte su triunfo y que los bonos ecuatorian­os en dólares se dispararan con la noticia. Por cierto, en campaña había anunciado que respetaría el criticado acuerdo con el FMI, alcanzado el año pasado, y con los poseedores de los bonos ecuatorian­os.

Así que, en esta tercera candidatur­a, después de haberlo intentado contra Correa en 2013 y contra Lenin Moreno en 2017, llega Lasso a la presidenci­a. Con grandes desafíos por delante, que el pueblo ecuatorian­o ha decidido que los afronten otros dirigentes con otras ideas, sin duda más cercanos a políticas no hostiles a la empresa privada y respetuosa de las libertades de los medios de comunicaci­ón.

Lasso no gobernará sólo con ellos, según ha dicho. Los llamados a la unidad que está haciendo el presidente electo muestran un talante conciliado­r que presagia buenas cosas. De hecho, el candidato Araúz y el propio expresiden­te Correa ya aceptaron el triunfo de Lasso, pero anunciaron, desde el exilio este último, que el correísmo seguirá en la brega.

El triunfo, que fue estrecho (Lasso 52,5% de los votos, contra Araúz 47,5%) da espacio para que haya oposición, que se espera constructi­va, en cuanto pueda liberarse del control de Correa. Hasta ahora los mensajes desde los dos lados son de conciliaci­ón y de búsqueda de un derrotero común, en un momento especialme­nte complejo para nuestro vecino, que para que se pueda superar requiere el concurso de todos

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ILUSTRACIÓ­N

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