El Colombiano

REALIDADES PARALELAS

- Por MARGARYTA YAKOVENKO redaccion@elcolombia­no.com.co

He perdido vuelos a lugares que no existen. Me he dejado la maleta y el pasaporte. Me he dado cuenta tarde. Me he dado cuenta cuando ya estaba aterrada ante lo siguiente que iba a pasar. He planeado huidas. Me he colocado delante de camillas metálicas y cuerpos encogidos, inertes, con la piel como hojas mojadas de otoño pegada a los huesos. He descorrido las cremallera­s de esas bolsas y dentro había restos de personas a las que nunca he conocido. He hecho todo eso en sueños.

He mirado la calle horrorizad­a porque nadie a mi alrededor llevaba mascarilla. Porque nadie parecía estar dándose cuenta de que el aire estaba envenenado. De que nos estábamos muriendo demasiado rápido, que éramos tan frágiles como las alas de una polilla. He soñado con amigos a los que llevo meses sin abrazar. He soñado con su olor y su perfume me ha acompañado durante el día entero.

Algunos sueños han sido tan reales que todavía no sé si esa conversaci­ón se produjo y me da vergüenza preguntarl­o. Me he despertado buscando ese mensaje que me habías dejado y no he encontrado nada. Y entonces he sentido que quizá me estaba engañando yo. ¿Y si todo ha sido real pero yo quiero creer que era un sueño?

Dicen que hemos soñado mucho con insectos, culebras y toda clase de seres que nos provocan entre terror y desprecio. Yo solo he soñado con hoteles, asientos de tren y lugares en los que he vivido. A veces he soñado tanto que no he querido despertarm­e nunca. A veces he soñado tan mal que sentía pavor ante una nueva puesta de sol.

El artista visual Rafael

Frazão inició hace meses una base de datos digital que reúne lo soñado por personas de todo el mundo desde que se desató la peste. Lo ha llamado ‘Archivo de sueños pandémicos’. Hasta el momento ha recopilado más de 500 testimonio­s en los que el mundo es dominado por arañas, volver con tu ex es una buena idea o convertirt­e en bailarina profesiona­l e ir de gira por escenarios postapocal­ípticos suena como un superplan.

Hace unos años, un estudio demostró que las personas mayores de 55 tenían de forma más recurrente sueños en blanco y negro que los menores de 25. Al parecer, esto se debe a que han estado influencia­das desde la infancia por una televisión que les mostraba un mundo sin color. Lo que vemos educa nuestra mirada y configura nuestra mente hasta el punto de influir en nuestros sueños. Mis antepasado­s quizá se veían cazando grandes osos pardos en las estepas europeas. ¿Qué clase de pesadillas tendremos nosotros cuando esto acabe?

El artista visual Rafael Frazão inició una base de datos digital que reúne lo soñado por personas de todo el mundo desde que se desató la peste.

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