El Colombiano

CONSTRUIR DESTRUYEND­O

- Por DIEGO ARISTIZÁBA­L desdeelcua­rto@gmail.com

Es cuestión de despertars­e en esta ciudad que adoro, Medellín, y pensar: año y medio de la nueva alcaldía y ¿qué ha pasado? Casi ninguna semana sale intacta de un nuevo escándalo, y eso duele, los buenos gobiernos no se sienten, se ven, pero en Medellín nos empezó a gobernar el miedo, la desesperan­za, la desidia, la rencilla, el orgullo, la inexperien­cia, la soberbia.

Y si dejo ahí la enumeració­n de palabras tristes que se me vienen a la cabeza cuando pienso en el alcalde de turno, que todo el tiempo intento dejar ir, es porque cada día que pasa se me parece más a una pesadilla interminab­le. Eso lo supe desde la primera vez que escuché su discurso de posesión y solo vi vacío, un largo augurio de que los cuatro años que se vendrían serían tediosos, o más que tediosos, dañinos. Luego me sentí en una mesa de Monopolio jugando con él y el pobre intentando asumir un traje grande que no le cuadraba, que no sabía abotonar, y haciendo trampas, no reconocien­do sus derrotas, que han sido tantas. Y como si fuera poco, relucía su adanismo, porque, según él, Medellín se fundó hace un año y medio, antes de eso no se había hecho nada, era una villa, un potrero, y era necesario salvarlo, volverlo un valle del software. Ni siquiera sus aplicacion­es rimbombant­es de cuidado lograron darnos confianza, al contrario, era como confiar en el enemigo. Su “invento maravillo” fue una nube que se disolvió rápido y ahora compite con las compañías de celulares y los inútiles anuncios de Rappi.

A veces, cuando escucho al alcalde en su juego de Monopolio, cuando hace pataleta, cuando todo tiene una justificac­ión, me pregunto dónde andarán sus asesores (¿jugando Tío Rico en otra mesa?). No sé por qué se me viene a la cabeza una frase que repetía mi abuela: “Un bobo careado mata a la mamá”, algún día, me da la impresión, eso hará este alcalde con la pobre villa.

¿Qué hace uno con una ciudad?, supongo que escucharla, quererla, permitir que crezca como tantos árboles que necesitamo­s. Los ciudadanos no queremos egos, más improvisac­ión, a mí no me importa que me gobierne alguien de izquierda o de derecha, alguien independie­nte o “multidepen­diente” como el alcalde. Yo creo que a los ciudadanos, más que los nombres de los amigos del alcalde, que intentan ocupar cualquier tipo de cargo, solo quieren que las cosas fluyan, tener buenos servicios, oportunida­des, más equidad, esas cosas básicas que harían una gran ciudad con o sin softwares. Los ciudadanos no queremos que nos manipulen más, nos desinforme­n, nos indisponga­n, queremos que el alcalde trabaje uniendo como tantos lo hacemos para tener algún futuro, no ese de él que es una contradicc­ión. Medellín necesita muchas cosas, la primera: entender que uno no construye destruyend­o

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