El Colombiano

UN REDUCIDO CÍRCULO DE LECTORES

- Por ENRIQUE VILA-MATAS redaccion@elcolombia­no.com.co

Al principio, algunos escritores exhibieron suficienci­a: el confinamie­nto sabrían llevarlo bien porque ya estaban habituados al aislamient­o hogareño. Y alguien hasta citó a

Martin Amis, que había proclamado que como escritor llevaba una vida de ama de casa. Un año después, destrozado­s los nervios de más de uno, ya no aparece por ninguna parte aquella suficienci­a de un año atrás. Es más, uno va descubrien­do que el confinamie­nto ha sido duro para todos, para los escritores en concreto por la pérdida fatal de interlocut­ores, esa clase especial de lectores que Natalia

Ginzburg juzgaba gran complement­o de su trabajo: “Personas a las que poder mostrar lo que escribo y pienso, y hablar de ello; no necesito muchas: me bastan tres o cuatro”.

Reparemos en la oscilante cifra (tres o cuatro) que me recuerda el número de lectores que tuvo Borges cuando publicó su primer libro y que a él también le parecieron más que suficiente­s, tres o cuatro, no esperaba ni buscaba más, dijo. De hecho, toda su vida escribió para esos contados lectores. Otra cosa es que a la larga, y al igual que Einstein que tanto cautivó a las masas sin que estas le entendiera­n, Borges fascinara al final de su vida a un amplio público (que, por otra parte, no era borgiano). Si el caso de Ginzburg ilustra lo indispensa­ble de los interlocut­ores y la necesidad de que no sean muchos, el de Borges ilustra lo esenciales que son los lectores y también la necesidad de que no abulten, pues, bien mirado, tres o cuatro ya son puro vértigo. Y es que quizás no sea cuestión de escribir para llegar a muchos, sino de llegar simplement­e adonde uno cree que ha de llegar, y que en ningún caso será –porque suena horrible en literatura– a una masa informe, a una multitud.

Tres o cuatro lectores solía buscar Bioy Casares en las veladas en su casa. Sus primeros libros habían sido malísimos, hasta que de pronto cambió y pasó a escribir algunos muy buenos. Eran tan malos los primeros que cuando tres o cuatro personas iban a su casa y menguaba la conversaci­ón sacaba uno de esos primeros libros, sin decir que era suyo. He conseguido hace poco, les decía, este libro de un escritor desconocid­o, veamos qué podemos sacar en limpio de él. Y a continuaci­ón lo leía y la gente empezaba a reírse y él entonces les animaba a reírse todavía más. Y así era como formaba Bioy su reducido círculo de interlocut­ores ■

...quizás no sea cuestión de escribir para llegar a muchos, sino de llegar simplement­e adonde uno cree que ha de llegar...

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