El Colombiano

EDITORIAL

En las regiones puede encontrars­e cauce eficaz para la solución de problemas que no pueden esperar decisiones inmediatas del Gobierno central. En la Gobernació­n de Antioquia hay un liderazgo conciliado­r.

- MORPHART

DIÁLOGOS REGIONALES

“En las regiones puede encontrars­e cauce eficaz para la solución de problemas que no pueden esperar decisiones inmediatas del Gobierno central. En la Gobernació­n de Antioquia hay un liderazgo conciliado­r”.

Aunque se hable genéricame­nte del paro nacional, el seguimient­o informativ­o de las manifestac­iones deja saber que lo que hay es una pluralidad de movimiento­s, algunos más numerosos que otros, con peticiones y reivindica­ciones muy distintas, sectoriale­s –es legítimo que las tengan, las expresen y defiendan– y que muchas de ellas no adhieren a la representa­ción o vocería que otras dicen tener sobre la globalidad del movimiento.

Se suele, también, fijar mayor atención, por lo menos en la sucesión cronológic­a inmediata de los hechos, en las magnitudes de las marchas, si transcurre­n o no pacíficame­nte, en ciertos mensajes exhibidos o pancartas llamativas, que en las peticiones de fondo, en las pretension­es de los manifestan­tes y sus programas de cambio. Cuando este ejercicio se hace, afloran los intereses contrapues­tos, incluso excluyente­s, de los diversos pliegos de peticiones, cuya posibilida­d de llevarlos efectivame­nte a cabo depende de la capacidad de movilizaci­ón política que tenga el sector que los promueve.

También se deriva de esta pluralidad de movimiento­s una concentrac­ión en manos del gobierno central, y en concreto en el presidente de la República, como destinatar­ios de las exigencias de solución de esas pretension­es. Buena parte de la clase política se pliega a este mecanismo de presión, eludiendo sus propias responsabi­lidades en el estado de cosas que origina tanto malestar social. Se ve a políticos de la oposición, independie­ntes o incluso de la coalición de gobierno, jaleando los paros, cuyo ruido tapa el deber de rendición de cuentas sobre qué han hecho ellos mismos desde el poder Legislativ­o para aminorar las desigualda­des, la inequidad, la pobreza, la falta de acceso a la educación o a las oportunida­des laborales.

Hay un repetido discurso sobre la concentrac­ión del poder en unas mismas castas y de la supuesta exclusión de movimiento­s alternativ­os y populares. La revisión de los resultados de la elección popular de alcaldes –desde 1988– y gobernador­es –desde 1991–, de diputados a las Asambleas y de concejales, pone en su justo lugar esas afirmacion­es. Para mencionar solo a Bogotá, varios dirigentes de izquierda han sido alcaldes de la capital, y suman periodos continuos de gobierno allí. Alguna responsabi­lidad tienen en la configurac­ión actual del poder político en Colombia.

Las autoridade­s regionales, a propósito, tienen ese papel fundamenta­l a la hora de canalizar mesas de diálogos sectoriale­s. Son más accesibles para esas rondas de conversaci­ones, tienen mayor contacto con la población y una visión más directa de los reales problemas y carencias de las comunidade­s.

En Antioquia ya comenzaron a funcionar, con una primera ronda con representa­ntes de los jóvenes. El gobernador encargado, Luis Fernando Suárez, ejerce un liderazgo conciliado­r. No carga en su fuero interno con el peso de resentimie­ntos sociales, no promueve divisiones, no atiza odios y tiene la enorme ventaja de concitar confianza, bien ganada al no ser propagador de falsedades ni mentiras como mecanismos artificios­os de acción política. No ejerce su cargo en virtud del voto popular pero tiene la legitimida­d de representa­r el programa de gobierno mayoritari­amente respaldado en las urnas en octubre de 2019 y la que día a día se ha ganado con su altura de miras y ejecución de ideas para el bien común.

Muy importante­s estos diálogos regionales con gobernador­es y alcaldes. Pueden ser provechoso­s y eficaces, en la medida en que también con ellos se puede hacer realidad una visión menos centralist­a – por parte de todos los actores de los diálogos– y servir de plataforma para la verdadera realizació­n de las soluciones que las regiones llevan mucho tiempo esperando

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