El Colombiano

SÍMBOLOS

- Por JORGE GIRALDO RAMÍREZ calia@une.net.co

Una de las cosas que mejor refleja el estado de un país son sus símbolos. De eso son muy consciente­s las naciones fuertes (también las religiones). Lo vemos cada 4 de julio en Estados Unidos, cada 14 en Francia, los 16 de septiembre en México o los primeros de octubre en China. Más allá de la parafernal­ia, los discursos y la pirotecnia, lo que se demuestra es la congregaci­ón de una multitud alrededor de lo que los une.

Uno de los mayores defectos de los grupos dirigentes en Colombia ha sido su falta de sentido simbólico, que puede ser consecuenc­ia de muchas cosas. Del débil espíritu democrátic­o, por ejemplo. Recuerdo el escándalo que desatado contra el gran Kid Pambelé cuando se puso la bandera tricolor en su pantalonet­a. La bandera empezó a ser de todos hace apenas tres décadas cuando una nueva constituci­ón coincidió con varios acuerdos de paz y con el cambio de uniforme de una selección de fútbol triunfante. Ahora amenaza con ser objeto de disputa, como pudo verse en el reciente estallido social durante el cual el Gobierno se vistió de traje camuflado mientras los manifestan­tes usaban el amarillo, azul y rojo.

La revuelta popular de mayo será un festín para los semiólogos, eso espero. En el plano simbólico otra de las cosas inquietant­es fue la destrucció­n de estatuas porque todo ataque a la belleza afecta el bien y la verdad (le creo a Roger Scruton).

La que más me dolió fue la de

Antonio Nariño, de quien nos enseñaron que era el Precursor, padre de los derechos humanos en el país, ni más ni menos. Hice memoria y recordé que

Los símbolos expresan la unidad de creencias de quienes los usan. Sýmbolon es unir, reunir. La acción opuesta es desunir.

quienes empezaron todo esto fueron la junta del banco central y algunos congresist­as que sacaron a Nariño del billete para terminar incluyendo, digamos, a Carlos Lleras Restrepo

(¡válgame Dios!).

La gran oportunida­d de la dirigencia eran los bicentenar­ios: el político de 1810, el militar de 1819 y el constituci­onal de 1821. Eran, en pasado imperfecto; fueron oportunida­des perdidas, en pasado perfecto. Hacia 2010 el

Gobierno estaba muy ocupado organizand­o una sucesión presidenci­al que luego lamentó; en 2019, estaba Duque y nadie le recordó el detallito de la batalla de Boyacá y del bicentenar­io del Ejército; en 2021, espantan en la Casa de Nariño y solo algunas academias de historia se percataron de los 200 años de la constituci­ón de Cúcuta.

Dicen los clasicista­s, que el origen griego de la palabra es jurídico y que se usó para significar un pacto, una alianza política, y, además, en el ámbito religioso, una comunidad. Los símbolos expresan la unidad de creencias de quienes los usan. Sýmbolon es unir, reunir. La acción opuesta es desunir, dividir; el agente (según mi diccionari­o griego) es un calumniado­r, malvado. Ese contrario de sýmbolon tiene nombre: diábolon. También es el mismísimo…

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