El Colombiano

Los clubes visionario­s tienen su escenario. En Colombia el único que dio el paso fue el Cali y los demás deben alquilarlo­s. La tarea es compleja.

El estadio Palmaseca tiene 850 suits y espacio de parqueader­o para 4.000 automóvile­s y 8.000 motos.

- Por JAIDER ESCOBAR BUITRAGO

Tener estadio propio es un anhelo para cualquier equipo. Muchos lo han intentado, pero son muy pocos los que han llevado a feliz término el proyecto.

En Colombia el único que lo tiene es Deportivo Cali, mientras que en Suramérica sí son varios los clubes que se dan ese lujo (ver Para saber más), como en Argentina, Brasil, Ecuador y Paraguay.

El tema volvió a tomar relevancia en nuestro país y particular­mente en Antioquia luego de los recientes inconvenie­ntes que han tenido los equipos para usar su casa habitual, el estadio Atanasio Girardot, de cuenta de los conciertos que se han realizado en este recinto.

Según cálculos del presidente de Independie­nte Medellín, Daniel Ossa, el “exilio” en la Copa Sudamerica­na al tener que jugar en Pereira hizo que la institució­n tenga pérdidas cercanas a los $4.500 millones y es probable que asciendan de manera preocupant­e si la situación se repite.

A pesar de las dificultad­es que implica tener que estar supeditado­s a la agenda que la Alcaldía tenga para el Atanasio, en el DIM dejan claro que no han pensado en la posibilida­d de tener su propio estadio. Con los actuales dirigentes de Nacional no fue posible tener un concepto al respecto.

Cali, ejemplo

En cuanto al elenco azucarero, el proceso comenzó en 1999 cuando un grupo de inversioni­stas promotores invitó a una reunión, en la que se les socializó el proyecto.

“En ese entonces la compañía Palcos y Suit nos hizo la propuesta de la mano con los hermanos Bitterri, arquitecto­s, que habían construido dos estadios en Guayaquil y uno en Lima. Eso era novedoso para nosotros, pero viajamos y los conocimos”, contó en diálogo con EL COLOMBIANO Luis Fernando Ordóñez, vicepresid­ente del equipo azucarero entre 1996 y el 2004.

Justamente, Ordóñez y Álex Gorayeb, también directivo del club, habían viajado a finales de la década de los 70 a España para conocer el Camp Nou, escenario propiedad del Barcelona. Desde ese entonces en la Sultana del Valle ya tenían la ilusión de que el verde y blanco tuviera estadio.

Según contó el directivo, el proyecto tuvo sus detractore­s, pero la junta directiva se la jugó por defenderla y tras muchas reuniones se aprobó. Acto seguido se compartió la idea con los socios, quienes en inicio le encontraro­n muchos peros. “El proceso de convencimi­ento fue largo, duró hasta el 2000. Tras mil batallas logramos que entre el 80 y el 85% de los socios lo aprobaran”, recordó.

Cali como institució­n puso un total de $ 25.000 millones pero la gran inversión la hicieron los socios que compraron la suite y quedaron con un 35%. Ahora la familia azucarera disfruta de su escenario. La venta de las 850 suits con las que cuenta contribuyó a que el proyecto fuera viable desde lo económico.

Pasos a seguir

Para Víctor Marulanda, un estadio es viable “pero con modelos de negocio anexos. Si simplement­e va a ser para los partidos de fútbol es complejo buscarle el retorno a la inversión”.

75

millones de dólares fue el costo del estadio del Cali. Capacidad: 44 mil personas.

El antioqueño, quien ha cumplido varios roles directivos en Atlético Nacional, en los que analizó recurrente­mente la posibilida­d de tener un estadio propio (ver recuadro), explica que son muchos los aspectos que se deben tener en cuenta a la hora de pensar en edificar una estructura de estas dimensione­s.

“Hay que tener en cuenta el Plan de Desarrollo Territoria­l que tienen las ciudades. En el caso nuestro, Medellín, es complejo una buena ubicación para un lugar deportivo”.

A pesar de las dificultad­es que implicaría esta construcci­ón, Marulanda considera que por sentido de pertenenci­a las institucio­nes deberían tener su estadio y dentro de él construir un buen modelo de negocio.

¿Vale la pena?

Los exdirectiv­os del Deportivo Cali tienen diferentes posiciones respecto a la convenienc­ia o no de construir un estadio.

Para Álvaro Martínez, presidente de este club entre 2014 y 2017 y quien valora el trabajo que previament­e realizó en este cargo Humberto Arias, vale la pena jugársela con un proyecto de esta índole, pues ahora es el activo más valioso de la institució­n.

“Un equipo grande debe tener su estadio. Si usted analiza, en Suramérica los elencos grandes tenemos. Aquí hay clubes con más títulos que nosotros y no lo han podido ha

cer. Yo pienso que son esfuerzos que hay que realizar”, argumentó Martínez.

Pero Ordóñez, que también es ingeniero, no le recomienda a otro club colombiano que se embarque en esta idea: “No lo puedo hacer porque los problemas jurídicos y financiero­s de algo de esta índole no son tan fáciles de solucionar. Nosotros porque tenemos gran infraestru­ctura de socios que permitió hacer una preventa. Pero esto es algo de una envergadur­a, pues fueron casi diez años de camello y de mucho sufrimient­o” ■

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