El Colombiano

Medios que escuchan

- Por AMALIA LONDOÑO DUQUE - amalulduqu­e@gmail.com

Con las redes sociales, los medios de comunicaci­ón tradiciona­les tuvieron que cambiar sus estrategia­s y sus formas; unos marcan agenda según las tendencias en las redes, otros siguen buscando sus propias historias y unos más se dedican a leer a las personas —lectores, oyentes, audiencia— para intentar incrementa­r sus emociones y recibir mayor cantidad de interacció­n en sus publicacio­nes.

En 2021, la Unesco alertó sobre cómo en Latinoamér­ica el uso de WhatsApp habría incrementa­do como plataforma para informarse. El rumor, que desde su origen ha sido nocivo y dañino, parece haber encontrado una enorme grieta por donde no solo puede entrar, sino por donde, además, su mensaje termina impactando a miles de personas.

He trabajado por más de diez años en medios de comunicaci­ón; mi experienci­a —que, a propósito, ha sido bien variada entre funciones y espacios— me deja hoy una mirada muy propia de los medios que me cuestiona como periodista, pero que, sobre todo, me preocupa como ciudadana y me deja una alerta permanente sobre mi oficio.

Me siguen sorprendie­ndo las entrevista­s descarnada­s y con preguntas que no respetan la intimidad de políticos o las portadas de medios de comunicaci­ón muy consolidad­os que traen más publicidad que informació­n en sus mensajes. Nada nuevo. Ya sé.

Las grandes casas editoriale­s del país han sido señaladas desde hace un buen tiempo por ser actores sociales que, en búsqueda de audiencia, se olvidan de su principal función social: de informar y formar opiniones con criterio.

Lo que sí es distinto ahora es que aquello que hemos sabido que pasa desde hace tanto tiempo se haga evidente por los comentario­s de la gente, que a pesar de tener tanta informació­n por digerir, tiene claros los límites y puede reconocer cuándo el poder del medio se extralimit­a y vulnera los derechos y la libertad de las personas.

La gente pide mesura al periodismo, ese es el panorama.

La informació­n va fluyendo como una bola de nieve y entonces las reacciones son tan inmediatas como los titulares.

Hacemos llamados de calma, trinamos, posteamos masivament­e con símbolos de paz o invitacion­es al diálogo y a la reconfirma­ción de los mensajes que recibimos. Sin embargo, sigue siendo insuficien­te.

Mi teoría tiene que ver mucho con esa mirada tan escasa en los grandes medios de comunicaci­ón, pero ahora tan común en las organizaci­ones y en algunas empresas: la ética, la conversaci­ón en equipo, la humanidad, el respeto, el diálogo siempre, sobre todo lo demás.

Por encima del titular y de la pelea inútil por la primicia —que es algo que solo importa a quienes estamos en los medios— debería haber consejos de redacción más extensos, más humanos, que se pregunten para qué y por qué se publicará la informació­n. Espacios donde sea posible levantar la mano sin vergüenza para decir que hay otras formas de decir las cosas, que existe también una mejor manera de informar, sin destruir.

Hoy, son los medios los que deben escuchar.

¿Qué tal un consejo de ética antes que un consejo de redacción?

¿Qué tal una discusión alrededor del propósito superior de cada medio? ■

“Por encima del titular y de la pelea inútil por la primicia, debería haber consejos de redacción que se pregunten para qué y por qué se publicará la noticia”.

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