Medios que escuchan
Con las redes sociales, los medios de comunicación tradicionales tuvieron que cambiar sus estrategias y sus formas; unos marcan agenda según las tendencias en las redes, otros siguen buscando sus propias historias y unos más se dedican a leer a las personas —lectores, oyentes, audiencia— para intentar incrementar sus emociones y recibir mayor cantidad de interacción en sus publicaciones.
En 2021, la Unesco alertó sobre cómo en Latinoamérica el uso de WhatsApp habría incrementado como plataforma para informarse. El rumor, que desde su origen ha sido nocivo y dañino, parece haber encontrado una enorme grieta por donde no solo puede entrar, sino por donde, además, su mensaje termina impactando a miles de personas.
He trabajado por más de diez años en medios de comunicación; mi experiencia —que, a propósito, ha sido bien variada entre funciones y espacios— me deja hoy una mirada muy propia de los medios que me cuestiona como periodista, pero que, sobre todo, me preocupa como ciudadana y me deja una alerta permanente sobre mi oficio.
Me siguen sorprendiendo las entrevistas descarnadas y con preguntas que no respetan la intimidad de políticos o las portadas de medios de comunicación muy consolidados que traen más publicidad que información en sus mensajes. Nada nuevo. Ya sé.
Las grandes casas editoriales del país han sido señaladas desde hace un buen tiempo por ser actores sociales que, en búsqueda de audiencia, se olvidan de su principal función social: de informar y formar opiniones con criterio.
Lo que sí es distinto ahora es que aquello que hemos sabido que pasa desde hace tanto tiempo se haga evidente por los comentarios de la gente, que a pesar de tener tanta información por digerir, tiene claros los límites y puede reconocer cuándo el poder del medio se extralimita y vulnera los derechos y la libertad de las personas.
La gente pide mesura al periodismo, ese es el panorama.
La información va fluyendo como una bola de nieve y entonces las reacciones son tan inmediatas como los titulares.
Hacemos llamados de calma, trinamos, posteamos masivamente con símbolos de paz o invitaciones al diálogo y a la reconfirmación de los mensajes que recibimos. Sin embargo, sigue siendo insuficiente.
Mi teoría tiene que ver mucho con esa mirada tan escasa en los grandes medios de comunicación, pero ahora tan común en las organizaciones y en algunas empresas: la ética, la conversación en equipo, la humanidad, el respeto, el diálogo siempre, sobre todo lo demás.
Por encima del titular y de la pelea inútil por la primicia —que es algo que solo importa a quienes estamos en los medios— debería haber consejos de redacción más extensos, más humanos, que se pregunten para qué y por qué se publicará la información. Espacios donde sea posible levantar la mano sin vergüenza para decir que hay otras formas de decir las cosas, que existe también una mejor manera de informar, sin destruir.
Hoy, son los medios los que deben escuchar.
¿Qué tal un consejo de ética antes que un consejo de redacción?
¿Qué tal una discusión alrededor del propósito superior de cada medio? ■
“Por encima del titular y de la pelea inútil por la primicia, debería haber consejos de redacción que se pregunten para qué y por qué se publicará la noticia”.