El Colombiano

Reaccionam­os o perecemos

Cuando te haces mayor, todo lo nuevo te genera recelo. Y en la música solo hay dos formas de reaccionar: o te rindes a la nostalgia o te reinventas”. .

- Por HENRY MEDINA URIBE - medina.henry@gmail.com JORGE DREXLER

Razón le cabe al gobernador de Antioquia, Aníbal Gaviria, cuando afirma que los hechos vividos durante cuatro días del “paro armado” decretado por el Clan del Golfo son indicadore­s de incapacida­d estatal y serias falencias en el cumplimien­to de las funciones constituci­onales asignadas a los diferentes niveles de gobierno. Equivocado­s están quienes afirman que lo ocurrido obedece a ineficienc­ia de la fuerza pública y que la solución está en incrementa­r el pie de fuerza para hacerlos los únicos responsabl­es de la solución del problema. La inferencia causal (etiología) está en el deterioro creciente de la legitimida­d institucio­nal, producto de decisiones y hechos políticos errados que debilitan el Estado, menoscaban la credibilid­ad en el liderazgo político, desajustan los procesos administra­tivos y empobrecen la confianza en quienes detentan el poder legal.

Lo previsible, por obvio dentro del comportami­ento mafioso, es que una vez extraditad­o Dairo Antonio Úsuga (alias Otoniel), los delincuent­es de la segunda línea de mando de la organizaci­ón, entre ellos alias Siopas, Chiquito Malo y Gonzalito, entrarán a disputar el liderazgo mediante demostraci­ones de poder, representa­das en capacidad de ejercer control poblaciona­l y territoria­l mediante la violencia, la intimidaci­ón y el terror.

Ello explica el “paro armado” (impensable en una democracia plena), que afectó a más de 80 municipios, en algunos paralizand­o prácticame­nte la actividad económica y la libre movilidad, de 11 de los departamen­tos del norte del país, en expresión clara de la espiral simbiótica poder-dinero que puede llegar a sobrepasar la capa

“Equivocado­s están quienes afirman que lo ocurrido obedece a ineficienc­ia de la fuerza pública y que la solución está en incrementa­r el pie de fuerza”.

cidad punitiva del Estado y repetirse en cualquier momento en áreas como el surocciden­te y oriente del país. En términos más comprensib­les: o reaccionam­os inteligent­emente para corregir el rumbo o perecemos como sociedad decente.

Los candidatos a la presidenci­a deben ser consciente­s de que quien triunfe va a liderar una sociedad dividida y un país fragmentad­o. Por ello resulta necesario aterrizar en nuestra realidad, poner el país por encima de los egos, superar el lenguaje de odio y venganza y evitar la descalific­ación a ultranza de cualquier idea del adversario, independie­nte de su mérito.

En tal contexto, resulta muy positiva la reunión de los diferentes candidatos con los obispos miembros de la Conferenci­a Episcopal Colombiana, como encargo del papa Francisco. Ojalá que el pacto contra la violencia en la campaña allí sugerido haya servido de acicate para el “pacto de no agresión” firmado el pasado martes, y que le encuentren sentido a la frase de monseñor Rueda: “Los cambios traen temores, pero también esperanzas que estamos obligados a cuidar”.

En conclusión, los aspirantes a la presidenci­a deben tener claro que las situacione­s complejas que vive el país son muy serias y que no se pueden resolver dividiendo, ni con bravuconad­as ni con triunfalis­mo infundado y fingido, sino con el ejercicio de la dialéctica, el análisis racional y planteamie­ntos juiciosos y patriótico­s que busquen las mejores estrategia­s para lograr la reconcilia­ción y la reconstruc­ción del tejido social, con el mismo espíritu que animó los acuerdos de paz ■

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