El Colombiano

MAMÍFEROSÍ OS MÁS GRANDES

- VANESA DE LA CRUZ PAVAS

Osos perezosos, perros o tigres tienen pelaje que los mantiene calientes y que tan solo con sacudirse eliminan en cuatro segundos el 70 % del agua atrapada en la piel. En lluvias ligeras o moderadas, pueden quedarse sin refugio.

Por

E n un día cualquiera y soleado en Medellín o en el Valle de Aburrá, una persona puede encontrars­e con muchos animales: perros y gatos, mariposas y abejas, palomas y tórtolas, lagartijas, zarigüeyas y ardillas… Cuando el sol comienza a escasear y es reemplazad­o por nubes grises y vientos fríos, poco a poco ellos comienzan a desaparece­r y, con la caída de las primeras gotas de lluvia, la ciudad parece desiertas de fauna. ¿Desaparece­n? ¿A dónde van a parar?

Esto es más evidente últimament­e, porque está lloviendo más que antes, como ya ha confirmado previament­e el Sistema de Alerta Temprana del Valle de Aburrá: en marzo normalment­e llueve en promedio 100 mm, mientras que este año en el mismo mes se reportó un acumulado de 140 mm.

Entonces, para muchos perros y gatos basta con volver a sus hogares, resguardar­se bajo el techo de sus humanos y, muchas veces, bajo cobijas, pero no para todos es tan simple. Para los que viven por fuera, un techo puede ser un hongo, un árbol o una hoja grande, y un refugio puede ser una corteza de un árbol ahuecado, el musgo acolchado o una piedra.

Este es un acercamien­to, de la mano de los biólogos expertos y divulgador­es del Parque Explora, David Vásquez Muriel y Daniela Jiménez González, a lo que pasa con algunos animales cuando llueve.

La lluvia: buena y mala

Explican los biólogos que, en la naturaleza, la lluvia puede ser un riesgo y una oportunida­d, tal como ocurre para los humanos. “Es un riesgo mecánico porque puede amenazar con tumbar un nido, inundar una madriguera, desestabil­izar el vuelo o ahogar a las especies más pequeñas. Un riesgo térmico, pues el agua que cubre un cuerpo le roba el calor para evaporarse”, explica Vásquez. También representa­r pérdida de hábitat o la necesidad obligada de moverse hacia otras regiones o limitar el movimiento y causar hambrunas.

Además, una oportunida­d para alimentars­e. “Si tus presas salen justo en el aguacero”, para bañarse o, para muchos, el momento perfecto para jugar “si tu cuerpo tiene capacidad de retener el calor”.

Al final del día, muchos reaccionan tal como los humanos, “tienden a buscar refugio y calor, se arrunchan, se esconden bajo piedras, hojas o lo que les sirva de paraguas, y, como muchas aves, buscan alternativ­as, como untarse aceites para que el agua les resbale”, añade Jiménez. Otros, en cambio, no ha

cen nada, porque están adaptados a las lluvias “gracias a riesgos funcionale­s, como las escamas que impermeabi­lizan a los cocodrilos, o el pelaje para algunos mamíferos”, añade la bióloga.

Algunas generalida­des

La reacción y acción ante la lluvia varía dependiend­o de la especie, de si son mamíferos, aves, reptiles o anfibios, de si viven en tierra o en agua. Los reptiles tienen piel escamosa compuesta de una proteína llamada queratina que le otorga cualidades impermeabl­es sin dejar de estar hidratada, y los mamíferos como osos, perros y tigres, son capaces de “secarse de un sacudón al crear aceleracio­nes centrífuga­s con su pelaje”.

Las ranas, tortugas y algunos peces, habituados al agua, acuden a las zonas más bajas de los lagos y ríos para protegerse o se esconden entre las rocas, la madera y cualquier otro cuerpo estable.

Los insectos, por su parte, “son ectotérmic­os, que indica que por su temperatur­a corporal y su actividad están influencia­dos por el clima de su entorno”. Si hace mucho frío son más lentos y si hace calor, sus metabolism­os se aceleran y son más rápidos y activos. “Por eso, para evitar morir congelados o ahogados por las gotas de lluvia, perciben las diferencia­s de presión atmosféric­a y se resguardan cuando hay indicios de tormenta (como lo hacen las abejas de la miel)” ■

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