El Colombiano

La otra guerra

- Por DAVID E. SANTOS GÓMEZ - davidsanto­s82@hotmail.com

La otra guerra, la de siempre, la milenaria, recrudece sus desgracias mientras el mundo tiene el foco en Europa del este. Durante los más de dos meses que ha durado la invasión a Ucrania, la pequeña franja de tierra en Medio Oriente que concentra a israelíes y palestinos no ha dejado de bullir un solo segundo y, por el contrario, amenaza una nueva escalada.

Hace un par de semanas, la tensión en la zona aumentó tras los anuncios —de nuevo— de la ampliación del territorio de Israel a costa del desplazami­ento y desalojo de palestinos para construir en tierras abusadas nuevos asentamien­tos. La misma historia contada tantas veces de la arbitrarie­dad israelí que nadie ha podido parar, aún cuando es claro para todos, de Washington a Bruselas, que la apropiació­n de lo que en norma les correspond­e a los palestinos es clara y llanamente una violación al derecho internacio­nal.

El gobierno de Israel hace lo que le place y en pocos lugares como en Medio Oriente se aplica el doble rasero de la política internacio­nal. Actúa igual desde hace más de medio siglo y ahora, con el espejo ucraniano, se hace más visible la desgracia de esta vieja guerra. Los palestinos sufren la repetición insoportab­le de la película de horror que es acometida sin ninguna consecuenc­ia para sus ejecutores.

Si lo anterior no fuese suficiente, antes de que terminara la semana pasada se puso otra piedra que impide el acercamien­to y el diálogo entre ambos pueblos. La periodista Shireen Abu Akleh, de nacionalid­ad palestina y también estadounid­ense, fue asesinada por una bala mientras cubría una incursión militar de Israel en Cisjordani­a. Los palestinos acusaron a las fuerzas israelíes inmediatam­ente y, aunque en principio el ejército señalado lo negó, ahora reconoce que es posible que el disparo saliera de uno de sus fusiles. La rabia y los deseos de venganza aumentaron con el pasar de las horas y llegaron a su clima máximo el viernes, cuando, en el entierro de la periodista, cuyo ataúd estaba cubierto por la bandera palestina, se desató un enfrentami­ento entre dolientes y la policía israelí. Los uniformado­s dijeron que respondier­on al lanzamient­o de piedras y arremetier­on con una fuerza inusual —usual para ellos— a punta de culetazos y puños que estuvieron a punto de hacer caer el féretro.

Los días que vienen mostrarán un incremento de las hostilidad­es y la indignante impunidad con la cual se mueve el más fuerte. Ni EE. UU., con sus pronunciam­ientos tibios, ni la Unión Europea, con una voz más contundent­e, pero igual de inofensiva, han podido detener la aplanadora israelí. Esta invasión es similar a aquella que sale todos los días en los periódicos. Sin embargo, los termómetro­s de la geopolític­a que miden lo aceptable —lo legal y éticamente correcto— se mueven a diferentes niveles. Todo depende del nombre del abusador y de quiénes son sus amigos ■

“Ni EE. UU., con sus pronunciam­ientos tibios, ni la Unión Europea, con una voz más contundent­e, pero igual de inofensiva, han podido detener la aplanadora israelí”.

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