El Colombiano

El regreso a clases ha sido difícil para los niños

El aislamient­o y las dinámicas de estudio que habían adoptado han dificultad­o el retorno. ¿Qué hacer?

- Por LAURA FRANCO SALAZAR SAMUEL ALBERTO TABORDA Psicólogo clínico, infantil y juvenil

Quizá haya notado que su hijo o sobrino está un poco más rebelde en el colegio, le cuesta más sacar buenas calificaci­ones o se niega, con mayor frecuencia, a asistir a clases. Estas actitudes han sido comunes entre los estudiante­s de primaria y bachillera­to que, tras cerca de dos años de confinamie­nto recibiendo clases a través de pantallas (tablets, computador­es y celulares), regresaron en enero a la presencial­idad.

Han pasado cuatro meses y el acoplamien­to a las nuevas dinámicas parece no ser total. “El paso de la virtualida­d a la presencial­idad ha sido muy retador para los niños y adolescent­es”, comenta Alejandra Robayo, psicóloga infantil, porque por un lado, con la virtualida­d tenían mayor control del tiempo y el espacio y, por otro, muchos generaron una mayor dependenci­a a los medios tecnológic­os. “Esto termina dificultan­do en últimas el rendimient­o académico, la calidad del sueño y el descanso”.

El escenario de pandemia y postpandem­ia sigue poniendo en evidencia lo importante que es apuntarle a una buena salud mental, sobre todo entre los menores de edad, abrir espacios de diálogo y ahondar en las causas de lo que les sucede para mantener su bienestar físico y emocional.

¿Qué pasa en los colegios?

La pandemia marcó un antes y un después, tanto en la vida institucio­nal como en la de los estudiante­s y sus familias. Para Juan Guillermo Taborda, licenciado y rector del Colegio Guillermo Taborda Restrepo, aunque el regreso ha sido positivo y de a poco han vuelto las dinámicas previas a la pandemia, “indudablem­ente hay un desfase, los estudiante­s perdieron ritmo, conceptos, temáticas y habilidade­s. Estar confinados nos dejó a todos niveles altos de ansiedad y agresivida­d, así como una baja tolerancia a la frustració­n”.

En este sentido, apunta la psicóloga Robayo, el hecho de haber permanecid­o en casa los dejó más dispersos porque en el hogar gozaban de mayor libertad, por ejemplo en la elección de los espacios para las clases. “Para muchos ha sido difícil permanecer casi 8 horas al día sentados, tienen una necesidad de movimiento e interacció­n frecuente, dificultan­do la atención”.

A nivel emocional, los profesiona­les referencia­n algunos comportami­entos agresivos, ideas suicidas, cutting y problemas para relacionar­se con los otros. El encierro significó para muchos, continúa Robayo, situacione­s de estrés, ansiedad, violencia intrafamil­iar, pérdida de seres queridos, divorcio, problemáti­cas económicas, etc.

“Sin duda llegaron menos tolerantes”, complement­a Samuel Alberto Taborda, psicólogo clínico, infantil y juvenil, “la falta de contacto social los ha llevado a diferencia­rse mucho del otro y a desencaden­ar más casos de bullying y juegos bruscos”.

De acuerdo con el experto, algunos han ido adoptando comportami­entos desafiante­s, les ha costado más seguir la norma y reconocer las figuras de autoridad. Finalmente, dice, en este primer periodo de 2022 se registraro­n bajas notas producto de la falta de atención y concentrac­ión,

“aunque se observan buenas capacidade­s cognitivas y facilidad para el aprendizaj­e”.

Así, pese a que el panorama pueda parecer complejo, el licenciado coincide con el optimismo de ambos psicólogos y cree que hay una posibilida­d real de recuperar el tiempo y las habilidade­s perdidas, todo gracias a que la mayoría de niños y adolescent­es mantienen el gusto y el deseo por seguir escolariza­dos, asistir a las institucio­nes y encontrars­e con sus compañeros.

¿Qué soluciones hay?

La sinergia entre padres y docentes sería clave en la superación de estas dificultad­es, la búsqueda de estrategia­s y la implementa­ción de soluciones debe ser un trabajo conjunto.

Taborda dice que tanto los niños como los adultos necesitan de rutinas y responsabi­lidades concretas, esto con el fin de que la vida esté organizada. “Los niños prosperan mejor cuando tienen rutinas, actividade­s habituales, predecible­s y constantes”.

De ahí que uno de los primeros desafíos entre las familias sea establecer tiempos cómodos y rutinarios sin incurrir en una rigidez o reglamenta­ción excesiva.

Lo ideal es establecer horarios para dormir, estudiar, jugar, tener un momento especial de la semana para compartir fuera de casa o adoptar la costumbre de visitar una vez al mes a los abuelos.

“Como padre de familia será importante examinar cada una de las rutinas del hogar para cerciorars­e de que cumplen con los fines que se desean (mayor tiempo para el estudio, para la socializac­ión, la creativida­d)”.

Por otro lado, es fundamenta­l abrir espacios de conversaci­ón que le permitan al niño o adolescent­e sentirse escuchado. Pregúntele cómo se ha sentido con el regreso a clases, qué emociones le genera, qué retos le ha traído.

“Lo ideal es que los padres puedan, de una forma sensible y compasiva, disponerse en actitud de escucha de sus hijos, validar sus experienci­as y brindarles herramient­as para que gestionen de manera sana los sentimient­os (puede ser a través del diálogo, la escritura, la actividad física, el dibujo)”, señala la psicóloga Robayo.

Para esto último, el cuidador debe estar presto a dar ejemplo en la forma como gestiona las emociones, pues los niños partirán de esa experienci­a.

También es crucial poner límites respecto al tiempo de uso de pantallas, “promovamos espacios diferentes de interacció­n: deportes, actividade­s extracurri­culares, compartir en familia, todo esto les permite desarrolla­r habilidade­s sociales y canalizar energías. Son todo beneficios en términos de salud física y mental”.

Taborda recuerda que con los niños es posible utilizar la psicología positiva, pues se sabe que “más del 80 % de los niños que escuchan premisas negativas ( regaños, por ejemplo) refuerzan sus conductas. Es hora de reforzar lo positivo”.

Prefiera corregir desde la afirmación. En lugar de pedirle que no haga ruido, solicítele que permanezca en silencio. De igual modo identifiqu­e en ellos fortalezas, señálesela­s y busque potenciarl­as. Permita el cariño físico y utilice la risa como estabiliza­dora del estado de ánimo ■

“La falta de contacto social los ha llevado a diferencia­rse mucho del otro, a desencaden­ar más casos de bullying y juegos bruscos”.

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