El Colombiano

El viche del Pacífico, patrimonio cultural

El destilado pasó de considerar­se licor casero ilegal a recuperar su estatus como símbolo de la cultura colombiana, con un esfuerzo especial porque no pierda su carácter artesanal. Este fin de semana se celebra.

- Por MARÍA ANTONIA GIRALDO R.

El viche sabe a fruta madura, flores, sal o tierra, dice Andrés Cifuentes, fundador de Mixología. Las caracterís­ticas que tenga dependen de dónde se haga. “Cuando están hechos cerca al mar hay cierta salinidad o un sabor a aceituna al final, cuando son amargos. También puede saber a bosque o a río”. No necesariam­ente se le infusiona algo especial a la preparació­n, sino que inevitable­mente adquiere estos espíritus que logra transmitir a quien lo bebe, lo que lo hace tan especial.

Por su proceso de elaboració­n, los grados de alcohol que contiene oscilan. Empieza en los 30 grados y puede subir hasta los 50, no hay un estándar. Andrés recomienda tomárselo “a besitos”, para no llevarse una sorpresa. Además, es un destilado de cañas, y no se utiliza una sola variedad, sino lo que esté disponible.

Hace un poco más de seis meses se sancionó la ley que le permite a los productore­s de Chocó, Cauca, Nariño y Valle del Cauca obtener el registro sanitario con el Invima, bajo un régimen especial que no les implica perder la práctica artesanal; igualmente se les facilita el registro de marca (solo a las comunidade­s ancestrale­s) y se establece una denominaci­ón de origen, que está por reglamenta­rse.

La ministra de cultura, Angélica Mayolo, explicó que el proyecto tiene la intención de proteger el legado ancestral de la bebida y potenciar su comerciali­zación, pues se estaba haciendo más popular.

“Esta práctica patrimonia­l ancestral genera una dinámica económica importante en espacios como el Festival Petronio Álvarez y se calcula que aproximada­mente 2.500 fa

2.500

familias del litoral pacífico, aproximada­mente, se benefician del viche.

milias de la región se benefician de su comerciali­zación y producción”.

Para Cifuentes, la protección de este legado es una preocupaci­ón, pues en la actualidad se consiguen solo en el Valle de Aburrá unas 28 marcas emergentes de viche, muchas de los cuales son producto filtrado y reenvasado.

En estos casos, la comunidad productora decide hacer negocios con personas externas a su entorno para la comerciali­zación. Si bien es importante que sea más conocido y consumido (la ministra afirmaba que era el mezcal colombiano), se puede llegar a perder el saber tradiciona­l y la mística que acompaña la bebida, por el éxito comercial.

El viche no solo es una bebida alcohólica, las comunidade­s que la elaboran le atribuyen propiedade­s medicinale­s. “Lo suelen tomar en la mañana como una forma de generar anticuerpo­s antes de empezar el día de trabajo en la selva, para levantar el ánimo,

TOMEMOS UN CAFÉ GENERACIÓN

Durante el encuentro A Media Caña será el

Café Generación, a las 4:00 de la tarde en el deck del Claustro Comfama. Será una conversaci­ón entre Lali Guerrero, de Negro Fest; e Yndira Perea, de Sankofa, con la editora de Generación, Mónica Quintero Restrepo. Los invitados hablarán de la revolución afro, el tema de la edición de mayo de la revista y uno de los tópicos que le interesan al encuentro A Media Caña, una celebració­n desde la soberanía etílica. La entrada es libre.

curar las penas y le tienen designadas otras funciones rituales”, explica Cifuentes.

Un necesario rescate

Por mucho tiempo el viche, como la chicha, la tapetusa y el ñeque, fueron calificado­s como alcohol adulterado. Desde la Colonia se prohibiero­n argumentan­do que contribuía­n a la degradació­n de la sociedad, más adelante, esta prohibició­n se aprovechó para cuidar el mercado de la cerveza y otras bebidas alcohólica­s que no son de origen nacional.

“Cada país tiene en un licor, una referencia cultural estética clara, como el mezcal en México, la grappa en el sur del continente, el limoncello en Italia. Pero nuestros licores tiene una relevancia diferente, porque en algún momento fueron prohibidos, perseguido­s y condenados”, explica Sergio Restrepo, responsabl­e del Claustro Comfama, que organizó A Media Caña, “un encuentro de bebidas espirituos­as por la soberanía etílica”.

Para el equipo del Claustro, el hecho de recuperar estas bebidas y resignific­arlas es un acto político, pues es darle valor a las tradicione­s ancestrale­s y campesinas. De ahí que hayan programado para el 21 de mayo una “prueba” de estos licores, con “casados” en vez de maridajes, muestras artesanale­s y conversaci­ones alrededor de la importanci­a de la difusión y la protección del legado cultural.

No solo los licores son parte del patrimonio perdido o silenciado, también los ritos y los elementos que rodean su consumo para la mayoría de los colombiano­s son desconocid­os. Estos suelen tener un origen natural y un respeto por el medio ambiente, que pueden aportar a la transforma­ción cultural necesaria en la actualidad para la preservaci­ón de los recursos naturales, como el uso de la totuma como recipiente o el empaque tradiciona­l de la tapetusa, que se hacía con tusa de maíz y cabuya, cuenta Restrepo.

El Parque Explora ha empezado a programar actividade­s nocturnas en su sede acompañada­s de las “bebidas espirituos­as”, como una forma de difundir el patrimonio y apoyar emprendimi­entos con impacto social, pues el viche no solo es producido por las comunidade­s del litoral pacífico, una región con muchas necesidade­s socioeconó­micas, sino que muchos de los proyectos son liderados por mujeres cabeza de familia, cuenta Ana Ochoa, directora de cultura y comunicaci­ones de Parque Explora y Planetario.

“Nosotros queremos siempre rescatar los conocimien­tos tradiciona­les, tenemos una vocación deliberada de inclusión y de construcci­ón de una sociedad del conocimien­to incluyente, no solamente con lo más ortodoxo de la academia, también con voces tradiciona­lmente desoídas”.

El viche no solo hace parte de los rituales cotidianos en el Pacífico colombiano, figura en canciones, prácticas medicinale­s y recetas, de ahí la preocupaci­ón de las comunidade­s por el impulso comercial y de difusión que se le está dando, pero esta contrasta en que sea reconocido como parte de la cultura colombiana, otra forma de incluir en el relato nacional a las comunidade­s afrodescen­dientes que todavía se perciben como un elemen

to exótico ■

Cuando Diego Camargo comenzó a hacer humor hace tres décadas aún en el país no se hablaba de Stand Up Comedy, es más, tal y como lo señala el mismo comediante “ni sabíamos de qué se trataba ni pronunciar­lo”.

El único referente sobre este formato de comedia era el que llegaba a través de los canales internacio­nes de las “perubólica­s” con la serie Seinfeld.

Camargo descubrió el humor en la universida­d de la mano de Andrés López y Gonzalo Valderrama, que hacían cuentería. “El primer día que los vi en una plazoleta de la U dije que eso es lo que quería hacer en mi vida”, recuerda al relatar que los contactó e hizo varios talleres a su lado.

Ese fue el comienzo de una carrera de 30 años en la comedia que lo tiene hoy como uno de los grandes referentes del Stand Up Comedy en Colombia.

Dedicación

El formato como tal lo descubrió por error en España. Estaba allá estudiando con una beca que se había ganado y llegó a un bar a ver un espectácul­o de cuentería, pero se equivocó de fecha y ese día había programado era uno de Stand Up.

“Me sorprendió esa manera directa y cruda de decir las cosas, me enamoré de inmediato de esa forma de hacer humor”, cuenta Diego, que a su regreso al país se topó con que Andrés López, Gonzalo Valderrama, Antonio Sanint y Julián Arango ya hacían espectácul­os de estos en los teatros.

“En 2006 decido vivir del Stand Up y armar una carrera en la comedia”. En ese año, López y Valderrama eran las estrellas. “Eran caros, entonces de rebote me caían los contratos que ellos no podían tomar. Ese año tuve más de 150 shows en menos de ocho meses. Todos los fines de semana tenía viajes”.

Industria

Camargo relata que en Colombia el Stand Up Comedy tuvo un proceso inverso al de otros países, ya que acá entró directamen­te a los grandes teatros de la mano de López y la famosa obra Pelota de letras, para luego regresar a su de la noche,

Frank, el “Flaco”, Martínez.

“Hoy hay un boom con muchos comediante­s, la mayoría con diferentes formas de hacer Stand Up, con propuestas sólidas, se está consolidan­do una industria alrededor de la comedia, algo que siempre anhelé para el medio”. Para el comediante la base del Stand Up está en hablar de las cosas que “te afectan, porque todos tenemos algo del mundo que nos enoja”.

30 años

En Medellín estará este sábado con la obra Sin límites 30 años ( única función), una propuesta en la que “hablo de lo que quiero, porque el humor siempre ha sido transversa­l en mi vida”.

Reconoce que este es el proyecto más honesto que ha hecho y que desde 2010 no sentía tanta alegría de estar en el escenario.

Gracias a la comedia, relata, conoció a su primera novia, tuvo su primer despecho y su primera relación sexual, hizo dos carreras (Sistemas y Comunicaci­ón Social), se casó, tuvo una hija y se separó.

“Hablo de todo, de la paternidad, de la separación, de comenzar a hacer yoga, de dejar de fumar, de a mis 46 años comenzar a construir todo nuevamente”.

Master Chef

Diego hizo parte del grupo de participan­tes de reality Master Chef Celebrity de 2021, un programa que le permitió ser él mismo “sin miedo a la eliminació­n o a perder un amigo, me conocieron como soy yo de verdad”.

Gracias a él, señala, la gente lo conoció más, se multiplica­ron los espectácul­os y apareciero­n otros proyectos profesiona­les, que le permitiero­n hacer más cosas en la comedia.

“Lo más bonito es que nunca pensé que le iba a gustar a los niños y el programa acercó a muchos de ellos a mi forma de hacer humor”.

Diego tiene claro que él no fue el primero ni el segundo en hacer Stand Up en Colombia, pero por lo menos fue el tercero o cuarto que se atrevió a pararse en un escenario a hacer “humor de pie” ■

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ILUSTRACIÓ­N ELENA OSPINA

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