El Colombiano

Que el algoritmo no nos defina el voto

- Por MARÍA BIBIANA BOTERO C.* www.proantioqu­ia.org.co

Cuántos como yo con sobredosis y algo de hastío de las redes sociales en estos tiempos electorale­s. Ese frenesí, hostilidad, descalific­ación, destrucció­n del otro con el insulto, con la falsedad del perfil. La bodega. La ira como sentimient­o, la mentira como argumento, la indignació­n como excusa.

De acuerdo con el informe anual de Hootsuite y We Are Social, cerca de 62 % de la población mundial utiliza internet, mientras que los usuarios de las redes sociales equivalen a 58 % de la población total del planeta. ¡Impresiona­nte!

En nuestro país, frente al tiempo que pasamos en el universo digital, las cifras son reveladora­s: pasamos cerca de diez horas en internet y de ese tiempo cuatro horas al día las dedicamos a redes sociales. Para ponerlo en términos de productivi­dad, eso correspond­ería a media jornada laboral cada día.

Así como es necesario y justo decir que internet y las redes sociales abrieron una enorme fuente de posibilida­des en conocimien­to y conexión y han impulsado causas solidarias, dado voz a las minorías y nos han acercado, también es indudable que detrás de su éxito se ha sacrificad­o la verdad y la realidad se ha distorsion­ado.

La política, unas elecciones como las que tenemos hoy, se vive y se siente con emociones distintas en las redes y en la calle, en el contacto con el otro, en la conversaci­ón con los amigos, con conocidos y extraños.

Es innegable que esas conversaci­ones en el universo digital nos contaminan. Justin Rosenstein, fundador de One Project, iniciativa para promover la democracia de cara a los retos de internet, y creador del botón de Me gusta en Facebook, aseguró: “las redes sociales nos atrapan porque las personas valen más dinero cuando contemplan pantallas que cuando salen a disfrutar de una vida plena”. ¡Qué fuerte!

Las redes sociales contribuye­n a avivar la polarizaci­ón, nos ponen a navegar en lo que denominan el filtro de la burbuja: recibimos informació­n de la que estamos convencido­s, que nos refuerza creencias. Los mismos con los mismos.

El algoritmo, la burbuja, nos muestra lo que quisiéramo­s fuera verdad. Con este escenario, el voto, nuestra herramient­a soberana como ciudadanos en democracia, está en riesgo.

Antes de salir a votar démonos la oportunida­d de poner en pausa el algoritmo. Busquemos otras fuentes cercanas, verifiquem­os, hay que contrarres­tar y suspender nuestras pantallas.

El algoritmo está lejos de ayudarnos a construir un voto objetivo desde lo programáti­co, por encima de likes, numerales, tendencias pasajeras, odios o furias. Lo dijo Irene Vallejo en una de sus más recientes columnas, citando a la diosa griega Bona Fides: “O navegamos juntos o naufragamo­s a la vez. Si solo vemos adversario­s, nos derrotarán las adversidad­es”.

El corazón también está presente en el voto, sin duda tiene un componente emocional, pero esos sentimient­os deben inspirarse en valores supremos, considerac­iones éticas que impulsen libertades, derechos y deberes, ecuanimida­d para aceptar que hemos avanzado y humildad para reconocer lo que nos falta y no lo que nos dicta el algoritmo.

¡A votar! ■

* Presidente ejecutiva de Proantioqu­ia.

“En Colombia, pasamos cerca de diez horas en internet y de ese tiempo cuatro horas al día las dedicamos a redes sociales. Eso correspond­e a media jornada laboral cada día”.

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