El Colombiano

Ciccone tocó el paraíso en el Giro de Italia

El italiano ganó la etapa 15, previo al día de descanso. El colombiano Santiago Buitrago lo escoltó. Viene la semana final. Ciccone y el momento de la gloria. El Giro afrontará la semana decisiva con 4 etapas de alta montaña y la contrarrel­oj.

- Por MAURICIO LÓPEZ RUEDA

Cuando cruzó la meta, el italiano se desmadejó y cayó al suelo llorando. Una cascada de lágrimas limpió su cara del sudor y el polvo de la carretera, y refrescó, de paso, su maltrecho corazón. Giulio Ciccone, de 27 años de edad y campeón de la montaña del Giro en 2019, cuando venció en la cima del Mortirollo, volvió, por fin, a subirse a lo más alto del podio de la corsa rosa, luego de dos años de agonía ciclística y angustia familiar, pues tanto a él, como a su madre Silvana, los médicos les descubrier­on raras enfermedad­es cardiacas.

Ella estuvo al borde de la muerte en 2019, días después de que él se consagrara campeón de la montaña del Giro, título que coronó tras ganar en la cima del Mortirollo, en un día en que parecía tener alas, como Pantani. Giulio corrió a visitarla al hospital de Roma donde fue internada, y hasta puso en duda su participac­ión en el Tour de Francia, porque “primero está la familia, y la familia es mi madre”.

Silvana se recuperó y volvió a su casa en Chieti, y por televisión vio cómo su hijo se vestía de amarillo en la sexta etapa de la Grande Bouclé, en la Planche des Belles Filles. Ese día, Giulio también lloró, sin descanso, recordando a su madre.

En 2020 la señora volvió a enfermar y fue tan devastador­a la noticia, que Giulio se bajó del Giro en la etapa 14, y se fue en avión hasta Roma para cuidarla. La etapa que seguía era la 15, con final en Piancavall­o, región del Friulli, pero Giulio, favorito para esa dura jornada montañosa, prefirió no partir.

Dos años antes, cuando su carrera parecía no tener límite y los italianos lo habían adoptado como ídolo eterno, a la altura del mismísimo Pantani, Moser, Bartali y Coppi, un médico le diagnostic­ó insuficien­cia cardiaca, afectación que pudo haberlo alejado del ciclismo para siempre.

Giulio se estancó. No volvió a brillar en las grandes carreras ni a volar en las cimas más altas de los Alpes o los Pirineos. No parecía el mismo, su espíritu se había apagado, hasta este domingo, cuando enfiló su bicicleta hacia el Gran Paraíso, en el corazón del Valle de Aosta, y no paró hasta la meta. Dio un concierto de pedaleo de 98 kilómetros, todos en fuga, y de los cuales 20 los hizo en solitario.

Presencia colombiana

Gran parte del camino estuvo acompañado por el colombiano Santiago Buitrago, la joven promesa del Bahrain, y quien también tenía una historia en Aosta, pues allí se dio a conocer al mundo en 2019, cuando fue sexto de la general del Giro del Valle de Aosta. También viajaron en ese grupo Antonio Pedrero, Hugh Carthy y

Martijn Tusveld. El lote les había dado carta blanca después del sprint intermedio en Pollein, y la brecha fue creciendo y creciendo hasta que cazarlo ya era una tarea imposible.

Entre ellos y el lote de los favoritos, había un reguero de ciclistas que también habían intentado fugarse, pero que se fueron quedando atorados en la carretera, bajo el inclemente sol.

Un ataque de Carthy provocó la desunión en la punta y el británico del EF se quedó solo con Ciccone, del Trek, y tras ellos iba a su ritmo Buitrago. Pero Carthy desfalleci­ó a tal punto, que Giulio siguió solo hasta Cogne, final de la jornada 15 del Giro 105, y ni siquiera Buitrago, que apuró el paso en Aymavilles, pudo alcanzarlo.

Las puertas del Gran Paraíso se abrieron para Ciccone en Veyes, y el joven comenzó a mirar al cielo para agradecer, para recordar a su madre. Iba pletórico, como en aquel 2016 en Sestola, o como en 2019 en Mortirollo. La gente lo aplaudía a rabiar, compartien­do con él esa furia de tantos años de sequía ciclística. Ciccone ha regresado, fue el mensaje que quedó grabado en el asfalto.

Por eso las lágrimas, las interminab­les lágrimas de amor que rodaron por su rostro. Ya no aguantaba más Giulio, que incluso, tras el hondo respiro, se dio tiempo para bromear, “soy melodramát­ico y romántico como Madonna, por eso compartimo­s el mismo apellido”.

Buitrago llegó segundo y obtuvo su premio. En el equipo le reconocier­on el esfuerzo con aplausos y abrazos, y en la general ya es 17, a 16 minutos y 20 segundos. Nada mal para su debut en la corsa rosa. Segurament­e, Gustavo y Alba, sus padres, estarán felices y celebrando en Bogotá.

Los favoritos no hicieron ruido. Viajaron en crucero por los caminos de Aosta, sin molestarse. Saben que a la vuelta de la esquina está Aprica, la etapa reina, y donde comenzará a definirse el Giro. Por ahora, Carapaz sigue de líder, pero a siete segundos tiene a Hindley y a 30 a Almeida. Todos están en un puño de segundos, en unos cuantos pedalazos. Nada se ha definido en la carrera más hermosa del planeta ■

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