A Mariela la cuida todo un “batallón” celestial
Tiene 91 años, vive en Concepción y tiene una colección de 1.000 estampas religiosas que distribuyó por toda su casa.
Asus 91 años, Mariela Vergara Cifuentes, una matrona de Concepción querida por todo el pueblo, goza de total salud y lucidez y su secreto para estar así lo revela con toda tranquilidad: “me cuidan mis santos, especialmente Jesús y la Virgen”.
Naturalmente, sus protectores no son de carne hueso, aunque su casa está llena de ellos: cuelgan en los muros de la sala y la cocina, están en el baño y en las puertas y sobre mesas y nocheros. Son más visibles que las ollas y sartenes y en vez de armas y escudos tienen aureolas, coronas y alas.
En Concepción la conocen como “la señora de las estampitas” y todo se debe a que lleva décadas acumulando imágenes religiosas, especialmente estampas y camándulas, con las que ella se siente más protegida que si tuviera un ejército a su mando o su servicio.
“Hace cuarenta años que las colecciono. Empecé con esto desde que me vine a vivir a este pueblo, para que me fuera muy bien en una tierra que no conocía”, narra Mariela, sonriente, morena y de cabellos blancos.
Ella llegó a “la Concha” (como también se conoce a Concepción) procedente de la vereda Piedras, de Alejandría, municipio vecino, donde se dedicaba a labores del campo.
“Me tocó cultivar cebolla, coles, yuca, café, papa y frijol, lo hacía con mi esposo, Nicasio Restrepo, que murió hace 27 años”.
Sobrevivir a esta ausencia no le fue fácil, pues sus dos únicas hijas, Auxilio y Socorro, ya estaban buscando futuro en otras partes: la una en Andes y la otra en Medellín, ambas ya casadas y con hijos.
“Socorro me reprocha mucho porque la puse así ( risas), pero eso fue cosa de mi mamá que escogía los
40
años lleva Mariela Vergara acumulando estampas e imágenes religiosas.
nombres, le toca aguantarse (otra vez risas)”, recuerda.
Ser conocida como “la señora de las estampitas” ha jugado en su favor, porque a una persona que se rodea de imágenes de santos nadie la considera mala, entonces todos tienen buena vibra con ella.
Aunque por esto tampoco alardea, “uno no tiene que alabarse uno mismo, los que lo hacen no son buenos”, dice muy convencida de su raciocinio. Sus imágenes preferidas son la Virgen, en todas sus expresiones y advocaciones, y Jesús, especialmente el Niño. Prefiere al Jesús del pesebre que al crucificado y en su colección incluye a San Judas Tadeo, al padre Marianito y a la Santa Madre Laura.
En la colección se observan el Cristo Resucitado, el que va en la procesión de Semana Santa, el Nazareno o el que ora en el Huerto de los Olivos.
“De todos los santos mis preferidos son esos dos, Jesús y la Virgen, son los reyes de todos. Todos los días les rezo y lo seguiré haciendo hasta que me muera”.
Mariela vive sola en una casa en la zona urbana. Una vivienda pequeña, con solo dos piezas, una para ella y la otra para cuando sus hijas la visitan. Si van nietos les toca alojarse en hoteles.
Eso sí, ante esta afirmación ella hace una aclaración: “sola no estoy, todos mis santos me acompañan, son como mil y más de 150 camándulas”.
Y la idea es acumular más, pues hace años, visita que le llega lleva la estampita o la camándula bajo el brazo, y lo que menos le importa es que muchas estén repetidas: “es que Jesús y la Virgen son únicos, y lleguen como lleguen siempre serán bienvenidos a mi casa”, repite Mariela, amable, conversadora e invadida de fe, “la única virtud que, dice, se necesita para ser feliz y vivir tranquila” ■