El Colombiano

¿Educación o proselitis­mo?

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Apropósito del debate que se desarrolla por estos días en España acerca de la politizaci­ón de la educación, vale la pena hacer una reflexión sobre el panorama que tenemos en Colombia, especialme­nte de cara a los retos que se le presentan al próximo gobierno en una de las áreas claves para el desarrollo y la buena marcha del país.

Colombia tiene maestros abnegados que realmente se preocupan por el conocimien­to de los estudiante­s y que en medio de la escasez de recursos buscan cómo suplir sus falencias y crean sus propias guías para que el alumno aprenda más. Sin embargo, también hay que reconocer que hay unos cuantos que parecen haber extraviado la vocación y se dedican a utilizar las aulas como un instrument­o de proselitis­mo político.

Se trata del polémico tema del adoctrinam­iento, que no se practica como norma general, pero que sí se ve en casos específico­s de educación media y superior, e incluso también en la elemental, en los que no hay una intención clara de formar pensamient­o crítico, sino de moldear.

Y es que importa, y mucho, entender la diferencia entre adoctrinar y enseñar. Porque la informació­n que ofrece la educación debe servir para que a partir de ella cada persona genere sus propios criterios y opiniones. En cambio, el adoctrinam­iento transmite posturas ideológica­s para que sean absorbidas pasivament­e por otros.

La preeminenc­ia de las redes sociales en la vida diaria, el bombardeo de noticias verdaderas y falsas, el ingente maremágnum de análisis, opiniones, gritos y susurros hacen más necesaria que nunca una educación que enseñe a pensar, no una que indique qué pensar. Ser buen ciudadano, y educarse para ello, tendría que ser uno de los objetivos de una sociedad que busca cambios, que pide nuevos modelos de comportami­ento de sus líderes y que quiere acabar de verdad con los esquemas de corrupción que se han incrustado en las diferentes capas que la conforman.

La escuela, desde la primaria hasta la universida­d, pasando por la secundaria, debe educar para la vida. Esto incluye tener en cuenta aspectos cívicos, políticos y sociales del comportami­ento humano sin introducir discursos gremiales alienantes. Una cosas es enseñar en valores de la democracia y otra muy distinta que algún maestro ande señalando a sus alumnos cuál candidato es bueno o malo.

El país tiene que poder preparar a una nueva generación de ciudadanos con las mejores competenci­as académicas y la capacidad de desarrolla­r un pensamient­o libre, crítico y con la mayor solidez posible. En este sentido, el papel de los profesores es fundamenta­l. No se puede permitir que prime el sentimient­o sindical frente a la vocación auténtica de la enseñanza.

El caso español que se debate actualment­e muestra una especie de infantiliz­ación de la educación que desdeña valores tan importante­s como el esfuerzo, la constancia, el afán por el aprendizaj­e o el mérito. Basados en una normativa que otra vez vuelve a cambiarse, los programas y libros que pretenden introducir­se en el nuevo año escolar son cuestionad­os de uno y otro lado porque reproducen determinad­as ideologías partidista­s que no cumplen con la misión básica de formar individuos libres y, en cambio, sí con la de generar activistas. La situación en España se torna aún más compleja cuando se analiza la independen­cia con la que cada comunidad autónoma, algo así como una región formada por diferentes departamen­tos, maneja los contenidos de sus textos. No cabe duda de que muchos de ellos han sido semilleros de los movimiento­s independen­tistas, en lugar de haber cumplido con la responsabi­lidad de explicar las particular­idades de cada grupo dentro de un contexto unitario de nación.

Pero volviendo a Colombia, y al contexto de este momento electoral, es necesario recordar que a pesar de que en nuestro país el peso de la educación privada es importante en términos numéricos, la enseñanza es, o debería ser, un bien público, como queda claramente definido en el artículo 67 de la Constituci­ón: “La educación es un derecho de la persona y un servicio público que tiene una función social, con ella se busca el acceso al conocimien­to, a la ciencia y a los demás bienes y valores de la cultura”.

El gobierno que asuma el poder a partir del próximo 7 de agosto, sea cual sea su corriente ideológica, tiene que velar para que en un entorno cultural tan variado como el que tenemos se exprese esa riqueza respetando las diferencia­s desde la unidad como país. Y haciendo prevalecer una educación ciudadana que ayude a formar individuos que estén en capacidad de entender el mundo con mirada crítica y con ganas de construir. Lo contrario sería ir en contra de la democracia

Los libros que se pretende introducir en el nuevo año escolar en España son cuestionad­os porque reproducen ideologías partidista­s que no cumplen con la misión básica de formar individuos libres, y en cambio sí activistas”.

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