CARTAS A LA DIRECTORA
Veinte años del triunfo de Álvaro Uribe
Hace veinte años voté por primera vez en unas elecciones, recién cumplidos mis veinte, una universitaria llena de dudas sobre el futuro de mi país y con la familia en la ruina, con sus empresas agropecuarias acabadas por la guerrilla que recibía reverencias en el Caguán. Al terminar la universidad pude salir con ayuda de mis tías a hacer un postgrado en el exterior, ya en el gobierno de quien había sido mi candidato y el de una mayoría que lo eligió en primera vuelta. Puedo dar este testimonio: todos mis compañeros de varios países admiraban el despegue de Colombia, el empuje del gobierno de Álvaro Uribe, la recuperación de la esperanza; fue una época de optimismo y de creer que sí era posible reconstruir el país. Y vi también los recelos que generaba entre sectores de izquierda, tan fuertes en Europa y tan influyentes en los medios de comunicación. Un profesor me dijo alguna vez que en Latinoamérica ningún gobernante tendría futuro en la política si confrontaba de esa forma tan dura a la izquierda. El tiempo le dio la razón.
Han pasado veinte años del triunfo de Uribe Vélez y se encuentran pocas reseñas o informes en los medios colombianos.
Las menciones que se le hacen es anunciando dizque una muerte del uribismo (“los muertos que vos matáis gozan de cabal salud”, decía mi abuelo). Alguien habrá que haga una buena reseña, despojada de odios y resentimientos, dejando el sectarismo afuera, sobre lo que ese triunfo significó hace veinte años para Colombia. No puede ser tan frágil la memoria, ni el apasionamiento electoral de estos días hacer que se olvide el sufrimiento de tantas familias que, como la mía, vieron perder todo lo que tenían por la omnipresencia del hampa antes de ese gobierno